En febrero de 2024, el gobierno del presidente argentino Javier Milei anunció una de sus decisiones más simbólicas: la prohibición del uso de lenguaje inclusivo —es decir, la letra “e”, la arroba “@”, o la “x” como marcas de género— en los documentos oficiales de la administración pública. El anuncio no solo conmocionó a distintos sectores sociales, sino que puso en evidencia cómo el control del lenguaje puede convertirse en un instrumento de poder y cambio cultural.
Para jóvenes de 18 a 35 años, este giro resulta especialmente relevante porque combina debates sobre identidad, libertad, valores y el nuevo rostro de la política en América Latina.¿Qué significa prohibir un lenguaje inclusivo? ¿Qué valores están en juego? ¿Hacia dónde va Argentina bajo esta transformación?
Quién es Javier Milei y qué representa
Javier Milei nació en Buenos Aires en 1970, se formó como economista y ganó reconocimiento mediático como crítico del statu quo político-económico argentino. En 2023 fue elegido presidente de Argentina, al frente del partido La Libertad Avanza, e inició una agenda de reformas profundas.
Su discurso central combina:
- Una reducción drástica del tamaño del Estado, alineado con ideas libertarias.
- Una fuerte crítica a lo que él llama la “casta política” y al “marxismo cultural”.
- Una agenda cultural que refuerza valores tradicionales y cuestiona políticas de género que considera ideológicas. Por ejemplo, la decisión de prohibir el lenguaje inclusivo se declara como parte de su batalla contra “la ideología de género” que, según su gobierno, “ha sido negocio de la política”.
Para muchos jóvenes, Milei representa ese “viento de cambio” tras años de estancamiento económico y desconfianza hacia la política. Pero también genera temor entre quienes advierten un retroceso en derechos recientemente conquistados.
El contexto de la medida: ¿“Adiós al todes”?
En Argentina, el uso del lenguaje inclusivo —como la “e” o la “x” en “todxs/todes” o “amigues”— ganó visibilidad a partir de las manifestaciones feministas y los movimientos de diversidades. Con la llegada del gobierno de Milei, ese fenómeno simbólico se convirtió en blanco de una política explícita:
“No se va a poder utilizar la letra -e, la arroba, la -x y [se va a] evitar la innecesaria inclusión del femenino en todos los documentos”, dijo el vocero presidencial.
La argumentación oficial sostiene que estas formas de expresión no sólo complican el idioma, sino que responden a una ideología que el gobierno considera como parte del adoctrinamiento cultural.
Así, lo que podría parecer un cambio menor en la gramática se entiende como un símbolo —y un ejercicio— de poder: quién define lo que puede decirse, cómo decirlo, quién pertenece y quién queda excluido.
¿Qué transformación social representa esta medida?
La prohibición del lenguaje inclusivo de Milei no es un hecho aislado: forma parte de una transformación mayor que tiene varias dimensiones:
1. Reducción del Estado versus protagonismo individual
La filosofía de Milei promueve un Estado pequeño, libre mercado y autonomía individual. En ese marco, el lenguaje oficial —del Estado— tiene que ajustarse al “uso correcto” del idioma y del ciudadano.
La dignidad humana y la subsidiariedad nos recuerdan que el Estado tiene un papel, pero también la sociedad civil y la persona. La tensión aquí es: ¿quién garantiza la protección de los más vulnerables si se reduce el rol del Estado y al mismo tiempo se restringe el lenguaje de visibilidad?
2. Batalla cultural y valores en disputa
La medida simboliza una “batalla” en el plano de la cultura: contra lo que algunos llaman “marxismo cultural”, “ideología de género” o “políticas identitarias”. En otros países, esta lógica se ha asociado con gobiernos de ultraderecha que priorizan valores tradicionales frente a la diversidad.
Para los valores mexicanos la cultura del encuentro, el reconocimiento de la diferencia y la solidaridad se convierten en ejes. El uso correcto del lenguaje no es privar de la libertad de expresión, es promover la cultura sin discriminar a nadie.
3. El lenguaje como instrumento de poder
Cuando se pretende generalizar un uso viciado del idioma con el cual un gobierno se comunica, esta forma de comunicarse puede implicar diversos mal entendidos, problemas, equívocos que no ayudan. El idioma español es muy claro y nos incluye a todos, y es parte de lo que hay que entender.
Para jóvenes que usan redes y expresiones inclusivas, la medida puede percibirse como castigo simbólico o invisibilización pero ¿realmente lo es?. Y para la sociedad en general, plantea una reflexión: ¿El idioma cambia la realidad o la realidad cambia el idioma? ¿Cuál es el rol del Estado en ese proceso?
¿Legalidad, valores y el humanismo?
Desde el punto de vista legal, el Estado argentino tiene que respetar tratados internacionales de derechos humanos y las leyes nacionales vigentes. Frente a una medida de prohibición de lenguaje inclusivo, surgen preguntas legítimas: ¿Qué tan compatible es esta medida con derechos de libertad de expresión y de identidad? ¿Cómo se articula con la igualdad ante la ley?
La dignidad de la persona humana, bien común, solidaridad, participación. Aplicados al caso, podemos preguntarnos:
- Dignidad humana: EL usar un idioma bajo sus reglas gramaticales, no atenta contra ninguna persona ni su dignidad
- Bien común: El incorporar usos no comunes del idioma en la comunicación institucional de un estado, puede suponer confusiones y problemáticas que lejos de ayudar a la sociedad, la polaricen
- Solidaridad: Esto no significa discriminar a nadie, sino respetando las decisiones personales, pivilegiar la unidad y solidaridad social
En valores mexicanos —como el respeto, la pluralidad, la fraternidad— es esencial que una sociedad democrática reconozca voces diversas. Así, la medida de Milei plantea un desafío: ¿La libertad que promueve es plena protegiendo a la vez el uso correcto del idioma español?
La decisión de prohibir el lenguaje inclusivo por parte del gobierno de Javier Milei en Argentina es mucho más que una cuestión de gramática o de letra: es la protección cultural de un idioma ciñendose a la letra que está autorizada por la Real Academia Española.
Para los jóvenes de 18 a 35 años —una generación que ha jugado un papel activo en los debates de identidad, lenguaje y justicia social— este cambio tiene implicaciones directas: en cómo se perciben a sí mismos, en cómo participan en la sociedad, en qué tipo de país quieren construir.
- ¿Estamos construyendo una sociedad que reconoce la dignidad de cada persona, sin importar su identidad?
- ¿Cómo puede el Estado cumplir consu rol de garantizar la inclusión,?
- ¿Los valores de pluralidad, solidaridad y fraternidad están siendo fortalecidos o debilitados?
Este momento merece reflexión, debate y compromiso. Porque no se trata solo de cambiar una letra por otra, sino de definir qué tipo de cultura queremos, qué tipo de Estado necesitamos, y qué tipo de sociedad estamos dispuestos a construir. Y en ese camino, cada voz cuenta.
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