Modelo descentralizado con rostro humano: Noruega

En Noruega, el cuidado no se limita a una política social: es una expresión de ciudadanía y comunidad. Desde el Estado hasta los municipios, pasando por familias, empresas y profesionales del cuidado, todos participan en garantizar que ninguna persona quede sola frente a la infancia, la discapacidad o la vejez.

La piedra angular del modelo noruego es la corresponsabilidad institucionalizada. Los 356 municipios del país son legalmente responsables de proveer servicios de cuidado para niños, personas mayores y personas con discapacidad. Estos servicios se financian mediante fondos estatales, ingresos municipales y contribuciones moderadas de los usuarios, según su ingreso.

Ejes del sistema noruego:

  • Kindergarten barnehager: cuidado y educación para niños de 1 a 5 años, con alta cobertura pública y subsidios estatales.
  • Cuidado domiciliario profesionalizado para personas mayores, desde asistencia en casa hasta visitas médicas.
  • Licencias parentales flexibles, con esquemas de hasta 59 semanas al 80% del salario, o 49 semanas al 100%.
  • Cuidadores formales e informales con apoyo del Estado: formación, pago parcial y servicios de respiro.
  • Derecho garantizado al cuidado infantil desde el primer año de vida (a partir de 2009).

Datos clave

  • Más del 90% de los niños de entre 1 y 5 años están inscritos en barnehager (guarderías).
  • El 98% de los municipios ofrece programas de cuidado domiciliario a personas mayores.
  • El gasto público en cuidado infantil y familiar supera el 1.4% del PIB, y el cuidado a largo plazo representa más del 2.5%.
  • Noruega tiene uno de los índices de envejecimiento más altos de Europa, pero con un sistema robusto que evita la institucionalización masiva.
  • La participación laboral femenina supera el 75%, gracias a licencias, servicios y políticas flexibles.

Impacto en la sociedad

  • Equidad intergeneracional -Los noruegos envejecen con dignidad. No dependen exclusivamente de la familia para cuidados cotidianos, lo que libera emocional y económicamente a sus hijos y nietos.
  • Cuidado profesionalizado- La mayoría de los cuidadores reciben formación especializada. Esto eleva la calidad del servicio y dignifica la profesión, especialmente en el caso del cuidado geriátrico.
  • Participación laboral y autonomía- Las mujeres pueden mantenerse activas en el mercado laboral sin abandonar sus responsabilidades familiares, lo que se traduce en mayor equidad y autonomía económica.
  • Prevención del aislamiento- Los servicios públicos incluyen actividades comunitarias, visitas programadas, redes de voluntariado y tecnología de asistencia para mantener a las personas mayores conectadas.

“Mis padres viven en casa, pero reciben atención diaria del municipio. No estamos solos. El sistema te da tranquilidad”, relata Ingrid, madre trabajadora en Bergen.

“Recibo formación y un pequeño estipendio por cuidar a mi hijo con discapacidad. Me siento útil, no invisible”, dice Ole, cuidador familiar en Trondheim.

“La licencia de paternidad fue un regalo. Pude estar con mi hija desde el inicio. Somos una familia más unida gracias a esa experiencia”, cuenta Henrik, padre de dos.

Aunque el sistema es de los más avanzados del mundo, enfrenta presiones por el envejecimiento de la población y la migración. Se debate cómo garantizar equidad en todos los municipios y adaptarse a nuevas dinámicas familiares. La digitalización es clave para mejorar la eficiencia sin sacrificar el trato humano.

¿Qué puede aprender México?

  • La descentralización con estándares nacionales puede acercar el cuidado a las realidades locales.
  • Se necesita formar y profesionalizar a los cuidadores, tanto formales como familiares.
  • Invertir en cuidado geriátrico domiciliario reduce costos de hospitalización y mejora calidad de vida.
  • El cuidado debe ser una responsabilidad colectiva, no una carga individual.

Noruega enseña que el cuidado digno no es solo cuestión de recursos, sino de prioridades. Cuando una sociedad decide que nadie debe envejecer ni criar en soledad, construye vínculos sólidos, dignifica la vida y fortalece su democracia. El cuidado no es caridad: es justicia estructural.

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