Corresponsabilidad que transforma: Suecia

En Suecia, el cuidado es tan importante como el empleo. Aquí, los padres —sí, los hombres también— empujan carriolas, trabajan medio tiempo o asisten a reuniones escolares sin pedir disculpas. ¿La razón? Un sistema de bienestar que ha colocado el cuidado y la corresponsabilidad parental como ejes estructurales del desarrollo nacional. Más que un programa social, es una visión ética y cultural.

El sistema sueco está diseñado para acompañar a las familias desde el nacimiento hasta la edad escolar y más allá. Con fuerte inversión pública, impulso a la corresponsabilidad masculina y flexibilidad laboral, Suecia ha conseguido que cuidar no excluya, no empobrezca, ni discrimine.

Componentes clave:

  • Licencia parental compartida: 480 días por hijo (240 por progenitor), con subsidio del 80% del salario durante gran parte del periodo. Si el padre no usa al menos 90 días, la familia pierde ese beneficio.
  • Servicios de cuidado infantil subsidiado desde el primer año de vida, con tarifas progresivas según ingreso familiar.
  • Educación preescolar universal a partir de los 3 años.
  • Jornadas escolares cortas con horarios extendidos de cuidados extraescolares.
  • Flexibilidad laboral legalizada: derecho a reducir la jornada laboral hasta que el niño cumpla 8 años.

Datos que respaldan el modelo

  • Más del 95% de los niños de 1 a 5 años están inscritos en servicios públicos de cuidado.
  • El gasto público en cuidado infantil y familiar representa más del 1.6% del PIB, según la OCDE.
  • En 2023, el 90% de los padres suecos tomaron al menos una parte de su licencia.
  • El índice de empleo femenino es del 79% (2022), una de las cifras más altas de Europa.
  • La brecha salarial de género es de las más bajas del mundo (aproximadamente 11%).

Impacto social y económico

  • Corresponsabilidad como norma – La corresponsabilidad no es solo legal, sino cultural. Los hombres suecos asumen el cuidado como parte de su identidad, gracias a políticas que lo normalizan y promueven. Es común ver oficinas con cunas o salas de lactancia para papás.
  • Infancia protegida – Los servicios de cuidado infantil están diseñados no como “guarderías”, sino como entornos de aprendizaje y socialización. La calidad educativa en preescolar es una prioridad nacional, con personal formado y evaluado.
  • Libertad laboral para las madres- Gracias a las licencias y a los cuidados públicos, la gran mayoría de las madres suecas mantiene su vínculo laboral tras tener hijos, sin penalización profesional ni económica.
  • Menos pobreza, más igualdad – Las transferencias públicas y el cuidado subsidiado reducen drásticamente la pobreza infantil. La movilidad social en Suecia es de las más altas del mundo.

“Poder cuidar a mi hija sin perder mi empleo me cambió como hombre y como padre. No es solo un derecho: es un deber hermoso”, comparte Erik, ingeniero civil en Gotemburgo.

“El preescolar público no es solo cuidado, es formación. Mis hijos aprendieron a respetar, a convivir y a pensar desde los tres años”, afirma Sara, profesora de secundaria.

“Como empresaria, perder a una colaboradora por falta de apoyos es perder talento. Aquí lo entendimos desde hace décadas”, dice Anna, dueña de una pyme en Malmö.

Aunque el sistema es admirado globalmente, no está exento de desafíos. Las zonas rurales aún enfrentan dificultades de acceso. Además, existe presión sobre las mujeres migrantes que no siempre acceden de igual forma a los servicios por barreras idiomáticas o culturales. Aun así, el compromiso estatal con la igualdad se mantiene.

Lecciones para México

  • La licencia parental compartida y remunerada debe ser prioridad en cualquier reforma.
  • Es esencial invertir en servicios públicos de cuidado infantil y preescolar, con criterios de calidad y equidad.
  • La corresponsabilidad masculina no se logra con discursos, sino con incentivos reales y estructuras flexibles.
  • El cuidado no debe ser un lujo de clase media, sino un derecho garantizado por el Estado.

Suecia demuestra que un país que cuida colectivamente transforma sus dinámicas familiares, reduce desigualdades y gana en cohesión social. El cuidado aquí no es un costo, sino una inversión en humanidad y futuro. Una nación que cuida a sus niñas, niños y mayores, cuida también su democracia.

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