La llegada al poder de Javier Milei en diciembre de 2023 se produjo en un escenario económico y social altamente degradado. Según Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), en junio de 2024 la pobreza alcanzaba el 52,9 % de la población.
El país había sufrido varias temporadas de inflación de tres dígitos, devaluaciones recurrentes, déficits fiscales crónicos y una pérdida de capacidad adquisitiva generalizada.
Ante ello, Milei impulsó una estrategia de “terapia de choque” (deregulación generalizada, recorte drástico del gasto público, liberalización económica) que prometía romper con el ciclo de la pesada herencia estatal y del corporativismo económico.
Desde la óptica de los valores humanistas —que privilegia la dignidad humana, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad— este arranque era un punto de inflexión: se requería rescatar el valor del trabajo, la justicia social y la responsabilidad colectiva.
El descenso de la pobreza: cifras y alcance
Uno de los logros más visibles del gobierno de Milei es la caída de la tasa de pobreza.
- Datos del INDEC complementados por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) muestran que en el primer trimestre de 2025 la pobreza era del 31,7 % y la indigencia del 7,3 %.
- En el primer semestre de 2025, la tasa se ubicó en 31,6 %, “el nivel más bajo desde 2018”.
- En el segundo semestre de 2024 la pobreza cayó de 52,9 % a 38,1 %.
El gobierno atribuye este descenso a dos dinámicas principales: un freno al crecimiento desbocado de la inflación y un alza del ingreso real que, en los deciles más bajos, superó el crecimiento de la canasta básica en ese periodo.
Desde el punto de vista de los valores sociales, es importante destacar que cualquier reducción de pobreza representa un avance hacia la dignidad de la persona humana y la justicia social. Sin embargo, el dato numérico no es suficiente para decir que la estructura de inequidad está resuelta.
¿Qué antecedentes y comparaciones hay con gobiernos anteriores?
Para valorar integralmente el periodo de gobierno de Milei, conviene compararlo con sus dos antecesores inmediatos: Alberto Fernández (2019–2023) y Mauricio Macri (2015–2019) —aunque Macri posteriormente se vinculó al Frente de Todos con Fernández, el bloque anterior inmediato era el suyo.
Gobierno Macri (2015–2019):
- Asumió con promesas de normalizar la economía, liberalizar ciertos sectores y atraer inversiones, pero la deuda externa aumentó, la inflación no cedió con fuerza y el crecimiento fue limitado.
- No logró revertir el desempleo y muchas familias quedaron expuestas al endeudamiento y a los vaivenes del tipo de cambio.
- Aunque había avances relativos, la pobreza se mantuvo elevada y volvió a crecer al final de su mandato.
Gobierno Fernández (2019–2023):
- Heredó un escenario complicado, con inflación y crisis estructural. Los efectos de la pandemia de Covid-19, el peso de subsidios, la acumulación de déficit y la inacción en reformas también marcaron el ciclo.
- Durante su mandato la pobreza se incrementó hasta los niveles citados en 2024 (por encima del 50 %).
- Desde la perspectiva de la justicia social, gran parte de la población sintió la presión de la pérdida de capacidad de compra y el deterioro de servicios públicos; el bien común se vio comprometido.
Gobierno Milei (desde diciembre 2023):
- Se orienta hacia una reducción significativa del Estado, mayor apertura económica, ajuste fiscal fuerte y lucha contra la inflación.
- Su avance numérico en pobreza es loable en cuanto a estadística: se redujo más de 20 puntos en 18 meses según algunas estimaciones.
- No obstante, el proceso es disruptivo —y para muchos ciudadanos también doloroso—, ya que hay recortes en servicios públicos, congelamiento o baja de salarios reales y ajustes abruptos que algunos calificarían de “trauma social”.
En resumen, frente a la inacción o agravamiento de los dos gobiernos previos, el avance de Milei es más rápido y visible, pero también más arriesgado y con menores márgenes de gradualismo. El motivo de esperanza está, pero también se activa la advertencia: la coherencia entre crecimiento económico, inclusión social y protección de los más vulnerables debe garantizarse si se busca que el progreso sea humano, y no solo contable.
Análisis por áreas clave: aciertos, desafíos y tensiones
Aciertos
- Reducción de la pobreza estadística. Esta es sin duda una mejora relevante en el plano cuantitativo.
- Disciplina fiscal. Argentina volvió al superávit presupuestario en 2024, algo que no ocurría desde hace 14 años.
- Mejor clima de opinión. Encuestas muestran que los argentinos tienen un mayor optimismo sobre la economía que durante años anteriores.
Desafíos
- Sostenibilidad del modelo. Varios análisis advierten que el “shock” no garantiza por sí solo un crecimiento equitativo y sostenible; la inversión privada, los empleos de calidad y la articulación social son fundamentales.
- Protección social debilitada. Mientras la pobreza baja, se señalan recortes en subsidios, pensiones, programas sociales que afectan a los sectores más vulnerables. Un ejemplo es el testimonio recogido en barrios populares donde “todo está tan mal” tras los recortes.
- Desigualdad y empleo informal. Un descenso de pobreza no automáticamente garantiza movilidad social, empleo estable o reducción de brechas. Muchos jóvenes siguen en empleos precarios, con ingresos volátiles.
- Legitimidad de los datos. Hay sectores que cuestionan la metodología de medición de pobreza e inflación, lo que debilita la confianza en los indicadores.
Tensiones relevantes
- La paradoja de que algo mejore en el promedio (pobreza) mientras que los que estaban en condiciones más frágiles pueden sentirse más presionados. Este fenómeno tensiona el valor de la solidaridad social.
- La necesidad de que la reforma económica tenga rostro humano, es decir, que los ajustes no dejen a nadie sin camino de acceso al trabajo digno, a la educación, a la salud.
- El rol del Estado: aunque la reducción de la estructura estatal se justifica por eficiencia, la subsidiariedad —un principio de la Doctrina Social de la Iglesia— exige que la sociedad y el Estado regulen de forma que los más débiles tengan apoyo.
María López (nombre ficticio para preservar su identidad), de 28 años, vive en el barrio de Villa Itatí, en la periferia de Buenos Aires. Madre de dos niños, trabajadora informal del comercio ambulante, cuenta: “Cuando Milei ganó pensé que igualaría para bien nuestra vida. Y es cierto, algunos números dicen que la pobreza bajó. Pero para mí no cambió tanto. Ahora tengo que pagar más por todo: luz, gas, transporte. En mi puesto de frutas la clientela baja porque la inflación aún golpea. Y los subsidios para quien tiene mi tipo de trabajo ya no existen. Me dice mi vecina que si uno no consigue un trabajo formal va a seguir en la cuerda floja. Yo lo veo: tengo 35 años y ya viví lo peor con Macri, lo peor con Fernández… ahora siento que tengo que pelear otra vez. Pero lo hago por mis hijos: quiero que tengan educación, que coman sano, que no pierdan la esperanza.”
El testimonio de María refleja que, aunque el agregado estadístico muestre avances, la cotidianidad del joven o la joven de 18-35 años —en una economía marcada por la inseguridad laboral, el encarecimiento de la vida y la presión de expectativas— sigue siendo frágil. Desde los valores sociales, lo que ella busca es que nadie quede excluido del progreso: acceso al trabajo decente, al desarrollo, a la participación.
Reflexiones finales: ¿logro consolidado o provisional?
La caída de la pobreza al 31,6 % en la primera mitad de 2025 en Argentina es un logro cuantitativo que merece reconocimiento. Pero al evaluarlo desde una perspectiva integral —legalidad, bien común, valores humanos— el resultado aún está en evolución.
Lo que es positivo:
- Se envía una señal de que el estancamiento social y la crisis persistente no eran un destino inevitable.
- El descenso de la pobreza abre un margen para la esperanza de los jóvenes que buscan oportunidades.
- Si se mantiene, esta tendencia puede convertirse en el inicio de una nueva fase de crecimiento inclusivo.
Lo que urge atender:
- Que el crecimiento beneficie a todos, y no sólo a quienes ya tenían mayor ventaja. La justicia social exige cerrar brechas, no sólo reducir promedios.
- Que la austeridad no impida la protección de los más vulnerables: los principios de dignidad, solidaridad y subsidiariedad demandan un Estado presente cuando el mercado aún no llega.
- Que los empleos generados sean de calidad, con estabilidad y futuro, y no meras estadisticas de reducción de pobreza sin sustancia.
- Que la medición de los avances sea transparente, creíble y participativa, porque la confianza social es base para la cohesión.
Desde la óptica de los jóvenes entre 18 y 35 años, la pregunta no sólo es “¿cayó la pobreza?” sino “¿puedo yo construir una vida con sentido, con dignidad y posibilidades?”. Ese es el verdadero test del cambio. Como decía María: “Estoy dispuesta a pelear, pero quiero que esta vez la pelea valga algo más que el mero número”.
En conclusión: el periodo de gobierno de Milei ofrece avances visibles respecto a sus antecesores inmediatos en términos de indicadores, pero el camino hacia una transformación social arraigada, justa y sostenible está todavía en curso. La clave estará en que los frutos de la economía lleguen al corazón de las familias, de los barrios populares, de los jóvenes que quieren más que sólo “menos pobreza”: quieren futuro.
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