Despertar cada mañana con el temor de que algún movimiento ligero, un pequeño tropiezo, un golpecito leve puede ocasionar una fractura o una lesión irreparable es el miedo que enfrenta día a día quien vive con osteoporosis. La realidad de las personas que tienen esta enfermedad, conviven con la precariedad de su esqueleto.
La osteoporosis es una enfermedad metabólica del hueso, caracterizada por la pérdida progresiva de densidad mineral y el deterioro de su microestructura. Con el tiempo, los huesos se vuelven más porosos, frágiles y vulnerables. En condiciones normales, el hueso se renueva constantemente gracias a un equilibrio entre células que forman tejido nuevo y otras que lo reabsorben. En la osteoporosis, ese equilibrio se rompe, el desgaste supera la capacidad de regeneración.
Durante años o incluso décadas, la enfermedad puede no mostrar síntomas hasta que ocurre una fractura por fragilidad, es decir, una ruptura que se produce ante un impacto mínimo o un movimiento cotidiano. Las fracturas vertebrales pueden manifestarse con dolor crónico de espalda, pérdida de estatura o curvatura de la columna. Las fracturas de cadera o muñeca, en cambio, pueden provocar discapacidad permanente y dependencia. En casos graves, una fractura de cadera puede incluso poner en riesgo la vida durante el primer año posterior al evento.

Aunque no existe una cura definitiva, los tratamientos actuales permiten detener su avance, fortalecer el hueso y reducir el riesgo de fracturas. La clave está en la detección temprana y en mantener el tratamiento a largo plazo, acompañándolo de un estilo de vida saludable.
Como un esfuerzo para visibilizar una enfermedad que afecta a millones y pasaba inadvertida en 1996 surgió el Día Mundial de la Osteoporosis, que se conmemora cada 20 de octubre impulsada por la National Osteoporosis Society del Reino Unido con el apoyo de la Comisión Europea,. Un año después, la International Osteoporosis Foundation (IOF) asumió la coordinación global y convirtió la fecha en el inicio de una campaña anual de sensibilización.
A lo largo de los años, las temáticas de estas campañas han girado en torno a la prevención, el diagnóstico y el acceso equitativo a tratamientos. En 2025, el lema es ¡Es inaceptable!, una frase contundente que denuncia la falta de acción frente a una enfermedad prevenible y tratable, pero aún ignorada en gran parte del mundo. El mensaje busca visibilizar el subdiagnóstico, la baja adherencia al tratamiento y las fracturas que podrían evitarse con intervenciones oportunas.
Cada año, más de un centenar de países organizan actividades conmemorativas: ferias de salud, conferencias, caminatas y pruebas de densitometría gratuitas. En América Latina, varios países, incluido México, se han sumado con campañas que promueven la actividad física y la conciencia sobre la salud ósea.
Magnitud del problema
En el mundo, se estima que más de 500 millones de personas viven con osteoporosis o tienen alto riesgo de desarrollarla. La enfermedad afecta principalmente a mujeres posmenopáusicas, aunque también puede presentarse en hombres y en personas más jóvenes con factores de riesgo. Una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres mayores de 50 años sufrirán una fractura relacionada con la osteoporosis en algún momento de su vida.
En México, la Secretaría de Salud estima que alrededor de 10 millones de personas padecen la enfermedad. Una de cada tres mexicanas mayores de 50 años la presenta, y el problema crece conforme la población envejece. Las fracturas derivadas de esta condición tienen un alto impacto económico y social, por ejemplo, una fractura de cadera puede costar hasta 200 mil pesos, y en promedio 40 por ciento de los pacientes requiere rehabilitación prolongada. Se calcula que cada día ocurren cerca de 100 fracturas de cadera en el país, y que la atención de estas lesiones representa más de siete mil millones de pesos anuales para el sistema de salud.

El envejecimiento poblacional agudizará el panorama. Para 2050, México tendrá más del doble de personas mayores de 60 años que hoy, lo que podría duplicar o triplicar la incidencia de fracturas osteoporóticas si no se fortalecen las políticas de prevención y detección temprana.
La prevención es la herramienta más poderosa frente a la osteoporosis. Desde etapas tempranas de la vida, es fundamental asegurar una ingesta suficiente de calcio y vitamina D, mantener una alimentación equilibrada y realizar ejercicio físico regular. Las actividades que implican carga ósea como caminar, trotar, subir escaleras o hacer ejercicios de resistencia, ayudan a fortalecer los huesos y mejorar el equilibrio, reduciendo el riesgo de caídas.
Evitar el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol también es esencial, pues ambos aceleran la pérdida de masa ósea. A partir de los 50 años, los especialistas recomiendan realizarse una densitometría ósea, especialmente si existen antecedentes familiares, pérdida de estatura o fracturas previas. Detectar a tiempo la disminución de densidad ósea permite iniciar tratamientos antes de que ocurra una fractura.
El tratamiento farmacológico incluye medicamentos que evitan la pérdida ósea, como los bifosfonatos o el denosumab, y otros que estimulan la formación de hueso nuevo, como la teriparatida o el romosozumab. Sin embargo, los costos son elevados: algunos de estos fármacos pueden superar los 10 mil pesos por mes en el mercado privado, y no siempre están disponibles en instituciones públicas. La falta de acceso y de seguimiento médico provoca que hasta 80 por ciento de los pacientes que sufren una fractura no reciba tratamiento posterior, lo que los expone a nuevos episodios.
México enfrenta grandes desafíos en torno a la osteoporosis. La infraestructura para el diagnóstico es limitada pues no todos los hospitales públicos cuentan con densitómetros óseos, y las campañas de detección suelen concentrarse en zonas urbanas. Además, los tratamientos de nueva generación siguen siendo inaccesibles para una gran parte de la población.
Especialistas advierten que, más allá de los medicamentos, es urgente establecer programas de seguimiento postfractura y fortalecer las campañas educativas sobre salud ósea. La prevención debe convertirse en política pública y no en un esfuerzo aislado. Cada fractura evitada no sólo ahorra dinero al sistema de salud, sino que preserva movilidad, independencia y calidad de vida.
La osteoporosis no es una consecuencia inevitable del envejecimiento, sino una enfermedad silenciosa que puede prevenirse y tratarse. Conmemorar el Día Mundial de la Osteoporosis es reconocer que millones de personas viven con miedo a romperse, pero también que hay soluciones reales al alcance si se prioriza la salud ósea como un derecho.
Bajo el lema ¡Es inaceptable!, este 20 de octubre el llamado es claro: es inaceptable que fracturas prevenibles sigan destruyendo vidas, que la detección siga siendo un privilegio y que el acceso al tratamiento dependa del nivel socioeconómico. La lucha contra la osteoporosis requiere conciencia, políticas firmes y compromiso social. Porque cuidar los huesos no es un asunto menor: es proteger la base misma de la vida.
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