Ni flojos ni inquietos, sólo tienen TDAH

Por años se pensó que eran niños “mal portados”, “flojos” o “inquietos”, pero hoy la ciencia ha demostrado que detrás de esos comportamientos puede esconderse un trastorno del neurodesarrollo que afecta la atención, el control de impulsos y la capacidad para mantenerse quietos: el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).

En México, miles de personas, niñas, niños, adolescentes y adultos viven con esta condición, muchas veces sin saberlo o cargando con un diagnóstico mal entendido, lo que impide que reciban el tratamiento adecuado. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reconoce esta problemática y brinda atención interdisciplinaria para su detección y abordaje. El primer paso es acudir a la Unidad de Medicina Familiar, donde el Médico Familiar puede identificar signos de alerta y canalizar al paciente a los servicios especializados de salud mental.

“El TDAH no es una etapa ni una moda. Es un trastorno real, neurobiológico, que impacta distintas áreas de la vida y que, sin atención, puede generar consecuencias serias en la salud emocional, la educación, el trabajo y las relaciones sociales”, explicó el doctor Joaquín Castillo Joo, Coordinador de Programas Médicos en la Coordinación de Salud Mental y Adicciones del IMSS.

Aunque comúnmente se asocia con la niñez, el TDAH puede persistir en la adolescencia y la adultez. No es raro encontrar a adultos que vivieron décadas sin diagnóstico, convencidos de que eran “distraídos”, “desorganizados” o “impulsivos”, sin saber que esos rasgos formaban parte de un trastorno no atendido.

Este problema de salud mental se manifiesta, en general, a través de tres dimensiones: inatención, hiperactividad e impulsividad. Entre sus principales señales están la dificultad para mantener la atención en tareas o juegos, errores frecuentes por descuido, pérdida constante de objetos, desorganización, olvidos, dificultad para seguir instrucciones y distracción fácil con estímulos irrelevantes.

En el componente de hiperactividad-impulsividad, los síntomas pueden incluir movimientos constantes incluso en momentos en que se espera quietud, correr o hablar sin parar, interrumpir conversaciones o juegos, emitir respuestas precipitadas, y dificultad para esperar turnos o jugar tranquilamente.

Uno de los mayores retos que enfrentan quienes viven con TDAH no es sólo el trastorno en sí, sino la forma en que la sociedad lo interpreta. El uso de etiquetas como “niño problema”, “hiperactivo” o “mal portado” no sólo es inexacto, también profundiza el estigma y dificulta el acceso a un tratamiento adecuado.

“El nombre correcto es Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, y es así como debe mencionarse en contextos clínicos, escolares y sociales”, comentó el doctor Castillo Joo. “Evitemos los calificativos que desinforman y culpabilizan a quien ya vive con una condición compleja”.

El especialista subraya, además, que no toda conducta inquieta o impulsiva indica la presencia de TDAH. Algunos comportamientos, como hablar mucho, distraerse ocasionalmente o actuar impulsivamente en un entorno nuevo o estresante, pueden ser parte del desarrollo normal o deberse a factores emocionales o ambientales temporales.

Por ello, el diagnóstico debe ser realizado por un profesional con formación especializada, quien evaluará la intensidad, duración y contexto de los síntomas. 

El TDAH debe ser tratado de manera integral y según las necesidades de cada paciente, en este sentido el especialista deberá dar el tratamiento farmacológico que requiera en particular el paciente, psicoterapia, estrategias de psicoeducación, apoyo familiar y adecuaciones en el entorno escolar o laboral.

La psicoeducación, entender qué es el TDAH y cómo afecta la vida diaria, es una herramienta poderosa. Ayuda tanto a la persona diagnosticada como a su familia y entorno a comprender que no se trata de un problema de voluntad, sino de una diferencia en el funcionamiento del cerebro que requiere apoyo, no castigo.

Además, el tratamiento suele adaptarse a cada etapa de la vida. En la infancia, se trabaja de la mano con la escuela y la familia. En la adolescencia, se pone énfasis en la autonomía y la autoestima. En adultos, las intervenciones pueden incluir terapia cognitivo-conductual, coaching ejecutivo y manejo del tiempo.

“No se trata de etiquetar, sino de entender y acompañar. Con el diagnóstico oportuno y el tratamiento adecuado, el TDAH no tiene por qué ser un obstáculo insuperable”, indicó doctor Castillo Joo.

En un país donde hablar de salud mental aún implica superar barreras culturales y sociales, reconocer la existencia del TDAH y garantizar su atención integral es una forma concreta de avanzar hacia una sociedad más justa, informada y empática.

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