En un contexto marcado por el aumento de los trastornos de salud mental, especialmente entre niñas, niños, adolescentes y jóvenes, la búsqueda de estrategias preventivas y de acompañamiento se ha vuelto prioritaria.
La ansiedad, la depresión, los trastornos del comportamiento y el riesgo suicida se han convertido en desafíos persistentes para los sistemas de salud y educación, evidenciando la necesidad de intervenciones accesibles y sostenidas.
En este escenario, la actividad física y el deporte han adquirido relevancia como un recurso complementario en la promoción del bienestar psicológico, al incidir tanto en el funcionamiento biológico del cerebro como en la regulación emocional y la integración social.
Adolescencia y salud mental: un escenario de vulnerabilidad creciente
La adolescencia representa una etapa clave en el desarrollo humano, marcada por profundos cambios físicos, emocionales y sociales. Durante este período, factores como la pobreza, el maltrato, la violencia y la exclusión social incrementan la vulnerabilidad a padecer problemas de salud mental. A nivel global, se estima que uno de cada siete adolescentes de entre 10 y 19 años presenta algún trastorno mental, lo que equivale al 14.3 % de esta población.
Pese a su alta prevalencia, muchas de estas afecciones no reciben el reconocimiento ni el tratamiento adecuado. La falta de atención oportuna puede derivar en consecuencias graves, como dificultades educativas, deterioro de la salud física, discriminación, estigmatización y violaciones a los derechos humanos. Además, los adolescentes con trastornos mentales enfrentan mayor riesgo de incurrir en conductas peligrosas.
Entre los padecimientos más frecuentes se encuentran los trastornos de ansiedad, que afectan al 4.1 % de los adolescentes de 10 a 14 años y al 5.3 % de quienes tienen entre 15 y 19 años. La depresión también se presenta de manera significativa, con una prevalencia de 1.3 % en el grupo menor y 3.4 % en el grupo mayor. Ambas condiciones comparten síntomas como cambios abruptos del estado de ánimo, lo que puede dificultar su detección temprana.
Otros trastornos, como el déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y el trastorno disocial, son más comunes en adolescentes jóvenes. El primero afecta al 2.7 % de los adolescentes de 10 a 14 años y al 2.2 % de los de 15 a 19, mientras que el segundo se presenta en el 3.3 % y 1.8 %, respectivamente. A este panorama se suma el suicidio, que constituye la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años, asociado a factores como el consumo de alcohol, el maltrato infantil, el estigma y las barreras para acceder a atención médica.
Actividad física: una vía directa hacia el bienestar psicológico
La actividad física se ha consolidado como un elemento clave en la promoción del bienestar psicológico. El ejercicio regular permite liberar la tensión acumulada y actúa directamente sobre el sistema nervioso al disminuir los niveles de cortisol, hormona relacionada con el estrés, y favorecer un estado de calma mental.
Durante la práctica deportiva, el organismo libera endorfinas, neurotransmisores que funcionan como analgésicos naturales y generan sensaciones de bienestar y euforia. Este proceso contribuye a mejorar el estado de ánimo y a reducir síntomas de ansiedad y tristeza. Paralelamente, el ejercicio estimula la producción de serotonina y dopamina, sustancias fundamentales para la regulación emocional, la motivación y la energía.
Diversos estudios han demostrado que la actividad física regular puede tener una efectividad comparable a la de los antidepresivos en casos de depresión leve y moderada. Además, el ejercicio mejora la calidad del sueño, reduce la inflamación y favorece la neurogénesis, fortaleciendo la salud mental de manera integral.
A nivel cognitivo, el aumento del flujo sanguíneo al cerebro mejora la oxigenación, lo que se traduce en mayor capacidad de concentración, memoria y aprendizaje. Más allá del beneficio individual, el deporte también funciona como un espacio de interacción social, ya sea mediante actividades grupales, equipos deportivos o rutinas compartidas, fortaleciendo vínculos y generando experiencias positivas.
Neurotransmisores y ejercicio: el impacto biológico del deporte
El cerebro humano funciona a partir de complejas conexiones neuronales que se comunican mediante neurotransmisores, biomoléculas encargadas de transportar información. Cuando estos sistemas operan de manera equilibrada, el cuerpo y la mente mantienen un estado funcional óptimo.
La dopamina, asociada al placer y la relajación, cumple un papel esencial en el aprendizaje, la memoria y la toma de decisiones. La serotonina, conocida como la hormona de la felicidad, regula el apetito, el sueño y el estado de ánimo, generando sensaciones de bienestar. La acetilcolina contribuye a la activación muscular y a la preservación de las funciones cognitivas, mientras que las endorfinas regulan la ansiedad y producen satisfacción emocional.
La actividad física estimula la liberación de estos neurotransmisores, lo que explica fenómenos como la llamada “euforia del corredor”, una sensación de bienestar que motiva a repetir la práctica deportiva. Investigaciones realizadas con amplias muestras poblacionales confirman que estos efectos biológicos son comparables a los de tratamientos farmacológicos en cuadros depresivos leves y moderados.
El deporte como herramienta de prevención en salud mental
El ejercicio físico no solo actúa como tratamiento complementario, sino también como un factor preventivo. De acuerdo con especialistas en neuropsicología, la conexión entre cuerpo y mente es fundamental para el bienestar emocional. La práctica deportiva regular produce cambios estructurales en el cerebro, especialmente en áreas relacionadas con la memoria, el aprendizaje y la regulación emocional.
Estos cambios contribuyen a reducir el riesgo de desarrollar trastornos como ansiedad y depresión a largo plazo. Además, el deporte fortalece la resiliencia, entendida como la capacidad para afrontar adversidades. Otro beneficio relevante es la mejora en la calidad del sueño, un componente esencial para la estabilidad emocional y el manejo del estrés.
El ejercicio también fomenta habilidades sociales y emocionales, como la tolerancia a la frustración, la cooperación, la toma de decisiones y el trabajo en equipo, particularmente cuando se practica en contextos colectivos.
Disciplina deportiva y atención a necesidades específicas
Diversas disciplinas deportivas se han identificado como útiles para atender necesidades específicas de salud mental. Para cuadros de ansiedad, el yoga destaca por su enfoque en la respiración, la conciencia corporal y la gestión emocional. En casos de depresión, el boxeo ha mostrado beneficios al favorecer la liberación de endorfinas y fortalecer la autoestima.
El pilates se recomienda para personas con ataques de pánico, al promover el control corporal y la concentración. Para el insomnio, actividades aeróbicas como el running ayudan a regular el ritmo cardiaco y facilitan un descanso más profundo. Los deportes de equipo, como fútbol, baloncesto o voleibol, contribuyen al desarrollo de habilidades sociales y comunicativas.
La natación, al practicarse de forma individual, puede ser útil para quienes enfrentan dificultades con la soledad, mientras que disciplinas como el karate favorecen la canalización emocional en procesos de duelo. En el caso del trastorno por déficit de atención e hiperactividad, el taichi ofrece beneficios al exigir altos niveles de concentración, coordinación y control corporal.
Deporte: una intervención accesible con impacto integral
La evidencia muestra que el deporte no solo contribuye a la salud física, sino que cumple un papel relevante en la prevención y atención de los problemas de salud mental. La práctica regular de actividad física estimula la producción de neurotransmisores asociados al bienestar, mejora la calidad del sueño, fortalece la capacidad cognitiva y promueve habilidades sociales fundamentales, especialmente en etapas de alta vulnerabilidad como la adolescencia.
Si bien el ejercicio no sustituye la atención médica especializada en casos graves, su incorporación sistemática como complemento terapéutico y preventivo ofrece una alternativa de bajo costo, amplia cobertura y efectos sostenidos en el tiempo. En un contexto donde los trastornos mentales continúan en aumento y el acceso a servicios especializados sigue siendo limitado, el deporte se posiciona como una herramienta estratégica para fortalecer la salud mental individual y colectiva.
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