México: el país donde el hambre y la obesidad conviven

En un país reconocido mundialmente por su riqueza gastronómica, la alimentación mexicana enfrenta una crisis silenciosa. La combinación entre pobreza, desigualdad, desinformación y el dominio de la comida ultra procesada ha generado una paradoja nacional: mientras millones de personas padecen hambre o desnutrición, otro sector de la población sufre enfermedades relacionadas con el exceso de consumo calórico.

Este fenómeno, presente también en otras naciones latinoamericanas, refleja un desequilibrio profundo en el sistema alimentario mexicano, donde las tradiciones milenarias de la dieta de la milpa conviven — y muchas veces compiten — con los productos industrializados que dominan el mercado actual.

Un país con hambre y sobrepeso

México enfrenta una paradoja alimentaria: mientras millones de personas padecen inseguridad alimentaria, otro amplio sector de la población sufre enfermedades derivadas del exceso de consumo calórico y la mala nutrición.

Casi un tercio de la población mexicana vive en condiciones de inseguridad alimentaria moderada o severa, lo que equivale a 35 millones de personas que no tienen garantizado su siguiente comida o deben reducir la calidad y cantidad de sus alimentos.

Esta situación está estrechamente ligada al contexto socioeconómico. Los grupos más vulnerables son las personas en situación de pobreza, especialmente en zonas rurales e indígenas, donde el hambre crónica afecta de manera desproporcionada a mujeres y niños. La falta de acceso a una alimentación adecuada provoca malnutrición, anemia, sobrepeso, obesidad y retraso en el crecimiento.

A nivel estructural, los hogares mexicanos reflejan las carencias del sistema alimentario: solo el 24% consume frutas y verduras diariamente; el 75% de los adultos padece sobrepeso u obesidad; y dos de cada diez niños de entre 5 y 11 años enfrentan el mismo problema. Además, el 7% de los hogares carece de agua, el 5% no tiene drenaje, y uno de cada diez no dispone de refrigerador ni energía eléctrica, condiciones que dificultan la conservación de alimentos frescos y saludables.

Los pilares de la dieta mexicana tradicional

La dieta mexicana tradicional, basada en el maíz, los frijoles, el chile, las frutas y las verduras, ha sido reconocida como una de las más nutritivas y equilibradas del mundo. Estos alimentos conforman la llamada “dieta de la milpa”, un modelo sostenible que proporciona proteínas vegetales, fibra, vitaminas y minerales esenciales.

Entre los alimentos más benéficos destacan el maíz, fuente de fibra soluble que ayuda a controlar el colesterol; el nopal, que contribuye a reducir los niveles de azúcar en sangre y tiene propiedades antiinflamatorias; y el chile mexicano, rico en vitaminas A, C y B6, además de capsaicina, un compuesto que mejora la digestión, estimula el metabolismo y refuerza el sistema inmunológico.

Asimismo, productos como el aguacate, la jícama, el mango y el cacao aportan antioxidantes, potasio y grasas saludables. Preparar estos alimentos mediante métodos tradicionales, como asar en comal o hervir, maximiza sus beneficios nutricionales y reduce el consumo de grasas saturadas.

Sin embargo, este legado alimenticio se ha visto desplazado por hábitos modernos centrados en la rapidez y la conveniencia, lo que ha afectado gravemente la calidad de la dieta mexicana.

Los enemigos del bienestar: comida chatarra y ultraprocesados

El cambio en los patrones de consumo alimentario ha traído consecuencias alarmantes para la salud pública. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2025) revela que solo cuatro de cada diez mexicanos cumplen con la ingesta diaria recomendada de frutas y verduras.

El incremento en el consumo de comida rápida, bebidas azucaradas y productos ultraprocesados ha contribuido al crecimiento de enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes tipo 2, hipertensión y males cardiovasculares. El Instituto Nacional de Salud Pública (INSP, 2025) advierte que la mala alimentación está directamente relacionada con un mayor riesgo de cáncer y obesidad.

La publicidad agresiva de la industria de comida chatarra, especialmente dirigida a niños, promueve el consumo de productos con alto contenido de azúcar, sodio y grasas saturadas, desplazando a los alimentos frescos.

La “doble carga de malnutrición” — que combina desnutrición, deficiencia de micronutrientes y obesidad — representa hoy uno de los mayores desafíos sanitarios del país.

Los alimentos más dañinos incluyen refrescos, botanas fritas, carnes procesadas, bollería industrial y cereales azucarados, los cuales, consumidos de forma constante, elevan el riesgo de obesidad, enfermedades cardiovasculares y metabólicas.

Desigualdad y alimentación: el costo de comer bien

La alimentación saludable en México es también un problema de acceso económico y social. Según la Evaluación Integral de la Política de Desarrollo Social vinculada al Derecho a la Alimentación 2023-2024 del CONEVAL, el 18% de la población presenta carencia por acceso a una alimentación nutritiva y de calidad.

Esta cifra aumenta drásticamente en las zonas rurales, donde alcanza el 24%, frente al 16% en áreas urbanas. Los estados más afectados son Tabasco (39%), Guerrero (32%), Oaxaca (29%), Michoacán (23%) y Tlaxcala (23%), reflejando un mapa de desigualdad alimentaria que se superpone con los índices de pobreza.

Además, la brecha de género y etnicidad agrava la situación. En los hogares encabezados por mujeres, la carencia alimentaria asciende al 19%, mientras que en los de jefatura masculina baja al 16%. Entre los hogares indígenas, el 31% enfrenta dificultades para acceder a una alimentación adecuada, casi el doble que los hogares no indígenas (17%).

Estos indicadores revelan que el derecho a una alimentación digna no solo depende de la producción o disponibilidad de alimentos, sino del acceso económico, la infraestructura y las políticas públicas que garanticen condiciones equitativas.

Entre la abundancia y la carencia: el desafío alimentario del futuro

México se encuentra frente a un reto doble: preservar su identidad culinaria y garantizar que su población tenga acceso a una alimentación suficiente y saludable. En un contexto de desigualdad económica, urbanización acelerada y hábitos influenciados por la industria alimentaria global, comer bien se ha convertido en un privilegio más que en un derecho.

Recuperar el valor nutricional y cultural de los alimentos tradicionales, reforzar las políticas públicas y fomentar la educación alimentaria son pasos esenciales para revertir una tendencia que amenaza la salud de millones.

El país que dio al mundo el maíz, el cacao y el chile hoy enfrenta el desafío de no perder su herencia en medio de la modernidad: equilibrar la mesa entre la tradición y la desigualdad será, sin duda, uno de los grandes retos del México contemporáneo.

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