En México, el suelo, ese recurso natural fundamental para la vida, atraviesa una crisis silenciosa que amenaza no sólo la producción agrícola, sino la biodiversidad, la calidad del agua y la estabilidad de los ecosistemas que sustentan la vida humana y silvestre, de acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) señalan que más del 60 por ciento del territorio nacional presenta algún grado de degradación del suelo, un fenómeno provocado por la erosión, la deforestación, prácticas agrícolas insostenibles, el sobrepastoreo y los efectos crecientes del cambio climático.
Esta degradación tiene impactos directos y profundos: disminuye la fertilidad de la tierra, reduce la capacidad de retención de agua, genera desertificación y pone en riesgo la seguridad alimentaria de millones de mexicanos. Además, afecta hábitats esenciales para la flora y fauna, comprometiendo la diversidad biológica que constituye la base de muchos servicios ambientales imprescindibles para la vida.
La urgencia no es sólo local. Este 7 de julio, el Día Internacional de la Conservación del Suelo se conmemora en un contexto global marcado por la degradación creciente de este recurso vital. La fecha recuerda el legado del científico estadounidense Hugh Hammond Bennett, quien dedicó su vida a alertar sobre la erosión de los suelos agrícolas y la necesidad de políticas públicas que los protegieran. Hoy, sus advertencias resuenan con más fuerza que nunca: según estimaciones de la FAO, cada cinco segundos se erosiona en el mundo el equivalente a un campo de fútbol. Y en México, el 45 por ciento del territorio nacional ya presenta algún grado de degradación.
La erosión hídrica y eólica, impulsada por la deforestación y el uso intensivo del suelo para actividades agrícolas y ganaderas, es la principal causa de la pérdida de suelo fértil. Estudios recientes indican que cada año se pierden cerca de cinco millones de toneladas de suelo agrícola, cifra alarmante que pone en peligro la productividad futura.
El crecimiento desordenado de las ciudades también impacta las áreas de conservación, especialmente en la zona metropolitana de la Ciudad de México y alrededores, donde la presión inmobiliaria ha reducido zonas verdes, afectando la infiltración natural del agua y aumentando riesgos de inundaciones y deslaves.
El deterioro del suelo se traduce en una menor capacidad de los ecosistemas para proveer servicios ambientales. La pérdida de fertilidad afecta la producción de alimentos, elevando costos y vulnerando la alimentación de comunidades rurales y urbanas. La disminución en la capacidad de retener agua incrementa la vulnerabilidad frente a sequías y disminuye la disponibilidad hídrica para uso humano y agrícola.
Asimismo, la biodiversidad enfrenta un severo impacto. Muchas especies dependen de hábitats que son tierra fértil y bosque sano; su degradación conduce a la pérdida de especies y altera cadenas tróficas vitales. La conservación del suelo es, por tanto, un pilar indispensable para la conservación de la vida silvestre y la mitigación de los efectos del cambio climático.
Frente a esta situación, el gobierno federal ha adoptado una serie de medidas y programas que buscan frenar y revertir la degradación del suelo, integrando esfuerzos con organismos internacionales, gobiernos estatales, académicos y productores rurales.
Lanzado en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), este programa promueve la capacitación a agricultores en técnicas de manejo sostenible del suelo. Se enfoca en la adopción de prácticas como la agricultura de conservación, rotación de cultivos, uso de abonos orgánicos y agroforestería, que ayudan a mejorar la estructura y fertilidad del suelo.
Hasta junio de 2025, este programa ha beneficiado a más de 150 mil productores en 20 estados, contribuyendo a la restauración de más de 600 mil hectáreas agrícolas, con resultados visibles en incremento de rendimientos y reducción de erosión.
Esta estrategia integral busca restaurar paisajes forestales degradados y promover sistemas agrícolas tradicionales con alto valor ecológico, como el metepantle en Tlaxcala y la milpa en el sureste. Con recursos asignados por más de dos mil millones de pesos en 2024-2025, la ENASAS también impulsa la creación de redes regionales de laboratorios de análisis de suelo (MEXOLAN), facilitando que productores tomen decisiones informadas sobre el uso eficiente de fertilizantes y prácticas de conservación.
Asimismo, el gobierno federal ha intensificado la protección de zonas prioritarias para la conservación del suelo, como bosques y áreas de recarga hídrica. Proyectos emblemáticos incluyen la protección del Bosque de Agua, zona que abastece a la Ciudad de México y estados circundantes, en donde se realizan operativos contra la tala ilegal y se fomenta la reforestación con especies nativas.
Además, el programa “Sembrando Vida” ha sembrado más de 200 millones de árboles en seis años, contribuyendo a la restauración de suelos degradados y a la mitigación del cambio climático, a la vez que genera ingresos para comunidades rurales.
El Día Internacional de la Conservación del Suelo es un llamado urgente para valorar y proteger este recurso esencial. En México, las acciones emprendidas muestran un compromiso gubernamental sólido, pero la magnitud del reto exige continuar y ampliar esfuerzos.
La colaboración entre gobiernos, academia, productores y sociedad civil será clave para asegurar que la tierra siga siendo fértil, que los ecosistemas recuperen su vitalidad y que las generaciones futuras puedan vivir en un país con seguridad alimentaria, agua suficiente y biodiversidad protegida.
Porque conservar el suelo es conservar la vida misma.
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