Cuando el río habló: la catástrofe que ahogó a Poza Rica

Las lluvias torrenciales registradas en Veracruz durante octubre de 2025 provocaron una de las peores catástrofes naturales en la historia reciente del país. El desbordamiento del río Cazones y las intensas precipitaciones derivadas de una vaguada y la depresión tropical 90E dejaron a miles de personas sin hogar, comunidades incomunicadas y una cifra creciente de víctimas mortales.

Con un saldo preliminar de más de 60 fallecidos, decenas de desaparecidos y decenas de miles de damnificados, la emergencia reavivó el debate sobre la preparación ante desastres naturales en México, así como los desafíos que enfrenta el país frente al cambio climático y la vulnerabilidad de sus regiones costeras.

Un desastre sin precedentes en el norte del estado

Veracruz se ha convertido en el epicentro de una de las peores tragedias naturales registradas en México durante 2025. Las intensas lluvias provocadas por una vaguada sobre el Golfo de México y la depresión tropical 90E ocasionaron severas inundaciones en los municipios del norte del estado, principalmente en Poza Rica, Tihuatlán y Papantla.

La emergencia comenzó el miércoles 9 de octubre, cuando los sistemas meteorológicos mencionados generaron precipitaciones persistentes en la región. Sin embargo, fue durante la madrugada del viernes 10 de octubre cuando el nivel de lluvia alcanzó su punto crítico, provocando el desbordamiento del río Cazones en varios tramos de su cauce.

De acuerdo con testimonios de habitantes, el agua comenzó a ingresar a las colonias desde las 5:30 horas, dejando a cientos de familias atrapadas dentro de sus viviendas sin posibilidad de evacuar. Los reportes de Protección Civil confirmaron que el río Cazones superó los siete metros de altura, alcanzando niveles históricos de desbordamiento.

Para el amanecer, gran parte de Poza Rica se encontraba bajo el agua, lo que llevó a las autoridades a declarar estado de emergencia en la región. Las imágenes compartidas por la población mostraron calles convertidas en ríos, automóviles arrastrados por la corriente y viviendas completamente sumergidas.

Cifras de la catástrofe: pérdidas humanas y daños materiales

El Gobierno de México informó el lunes 13 de octubre que las lluvias e inundaciones de la última semana dejaron un saldo devastador: 64 personas fallecidas y 65 desaparecidas en cinco estados del país — Veracruz, Hidalgo, Puebla, Querétaro y Oaxaca —.

En Veracruz, la Fiscalía General del Estado confirmó 29 decesos, lo que posiciona a la entidad como la más afectada. A su vez, 18 personas permanecen desaparecidas, mientras que miles de familias fueron desplazadas por la creciente del río Cazones.

La Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC) precisó que el registro máximo de lluvias alcanzó los 280 milímetros en Veracruz y 286 mm en Puebla el 8 de octubre, equivalente a la mitad del promedio anual de precipitaciones en solo cuatro días. Este fenómeno fue potenciado por la interacción de los huracanes Raymond y Priscilla en el Pacífico mexicano y otros sistemas en el Golfo de México.

El balance estatal en Veracruz es alarmante:

  • 69 municipios afectados
  • 18 muertes confirmadas en la zona norte
  • 16 mil viviendas dañadas
  • 42 comunidades con acceso limitado
  • 25 vías de comunicación afectadas
  • 51 derrumbes registrados

Los equipos de emergencia reportaron el rescate de 220 personas, mientras que 42 refugios temporales permanecen activos, brindando apoyo a más de 3,100 damnificados con alimentos, albergue y atención médica.

La Comisión Federal de Electricidad (CFE) informó que 249,883 usuarios resultaron afectados por cortes eléctricos, aunque se ha logrado un avance del 78% en el restablecimiento del servicio.

Acciones del gobierno: apoyo, censos y reconstrucción

Ante la magnitud del desastre, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo visitó la zona siniestrada el 12 de octubre, asegurando que “a nadie se le va a dejar desamparado”. Durante su recorrido, confirmó el inicio del censo de viviendas afectadas a cargo de la Secretaría de Bienestar, con el fin de otorgar apoyos directos a las familias damnificadas.

Tres refugios temporales fueron habilitados en Poza Rica: Casa del Migrante, colonia Jardines de Poza Rica; Centro Recreativo del SUTERM, colonia Ampliación Salvador Allende; y la Casa de la Cultura de Poza Rica.

Asimismo, se suspendieron las clases en los 38 municipios más afectados, mientras que la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) reportó 73 interrupciones carreteras, la mayoría ya atendidas para permitir el acceso de ayuda humanitaria.

La presidenta anunció el establecimiento de puentes aéreos para trasladar alimentos, agua y suministros, además del inicio de labores de limpieza intensiva en Poza Rica y Álamo.

El gobierno federal reiteró su compromiso de permanecer en campo hasta que todos los damnificados reciban apoyo. “Ninguna familia quedará sin censar ni sin ayuda”, aseguró la Secretaría de Bienestar.

Riesgos a futuro: contaminación, enfermedades y erosión del suelo

Más allá de los daños inmediatos, las autoridades y especialistas advierten sobre los riesgos sanitarios y ambientales que dejan las inundaciones.

El contacto del agua con residuos, químicos y aguas negras representa una amenaza directa a la salud, pues puede provocar enfermedades gastrointestinales, infecciones cutáneas y leptospirosis. La humedad prolongada también favorece la aparición de moho y hongos, factores que incrementan los casos de asma y alergias respiratorias.

Las condiciones post-inundación facilitan la reproducción de mosquitos transmisores de dengue y malaria, lo que podría derivar en brotes epidémicos en los próximos meses.

Además, la erosión de riberas y suelos agrícolas amenaza la fertilidad de la tierra, mientras que los contaminantes arrastrados por la corriente alteran la calidad del agua de ríos y pozos, afectando a comunidades que dependen de ellos para consumo y riego.

El crecimiento urbano desordenado y la construcción de viviendas en zonas inundables agravan los riesgos futuros. Los expertos señalan que la modificación de las cuencas naturales ha aumentado la frecuencia e intensidad de los eventos de inundación en la región.

Indignación y desconfianza ciudadana

En medio de la tragedia, se ha hecho visible el descontento de la población hacia las autoridades locales. Muchos habitantes de Poza Rica denunciaron la ausencia de apoyo durante las primeras horas de la emergencia, afirmando que las fuerzas de seguridad y rescate tardaron en llegar.

El presidente municipal Fernando Luis Remes Garza fue recibido con protestas durante su recorrido por las zonas afectadas. Vecinos lo increparon por la falta de alertas preventivas y la ausencia de un sistema de evacuación previo al desbordamiento del río Cazones.

El alcalde atribuyó las inundaciones a la acumulación de basura en las calles y drenajes, lo que generó mayor inconformidad entre los damnificados, quienes consideraron insensible responsabilizar a la ciudadanía en plena crisis.

La situación refleja un quiebre en la confianza social, donde la población, ante la lentitud de la respuesta institucional, ha tenido que organizar sus propios esfuerzos de rescate y asistencia con recursos limitados.

Las inundaciones no solo dejaron un saldo de pérdidas humanas y materiales, sino también una profunda fractura entre autoridades y comunidad, que ahora exige respuestas y medidas preventivas para evitar que tragedias como esta se repitan.

Entre el agua y la resiliencia: una lección que no debe olvidarse

Las inundaciones en el norte de Veracruz dejaron mucho más que destrucción visible. Dejaron también el testimonio de una sociedad que, ante la adversidad, respondió con solidaridad y valentía, muchas veces sin la inmediatez del respaldo institucional. Las imágenes de vecinos rescatando a otros entre el lodo y el agua se convirtieron en el reflejo de un país donde la empatía sigue siendo la primera línea de defensa ante el desastre.

Sin embargo, cada tragedia climática expone fallas estructurales que no pueden seguir ignorándose: la falta de planeación urbana, el deterioro ambiental y la ausencia de políticas preventivas de largo alcance. Los fenómenos naturales no pueden evitarse, pero sí pueden preverse. 

Lo que Veracruz ha vivido en estos días es un recordatorio de que la prevención, la educación ambiental y la infraestructura resiliente son tan urgentes como el auxilio inmediato.

A medida que las aguas retroceden, queda la responsabilidad colectiva de no olvidar. Porque detrás de cada cifra hay una historia, y detrás de cada historia, una oportunidad de construir un país menos vulnerable y más humano frente a los desastres naturales.

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