24 de octubre: el día que nos recuerda que no hay planeta B

Cada 24 de octubre, el mundo detiene su rutina para reflexionar sobre una realidad que ya no es pronóstico, sino presente: el cambio climático. Esta fecha, designada como el Día Internacional contra el Cambio Climático, busca crear conciencia sobre los impactos devastadores que enfrenta el planeta debido al calentamiento global, la deforestación y la contaminación atmosférica.

En un contexto donde las temperaturas récord, los incendios forestales y los fenómenos meteorológicos extremos se multiplican, la comunidad internacional se enfrenta al reto de pasar del discurso a la acción.

Un problema que avanza más rápido que las soluciones

El cambio climático representa una de las mayores amenazas para la humanidad y para la estabilidad del planeta. Definido como la variación global del clima y de la temperatura terrestre, este fenómeno — que antes ocurría de forma natural y paulatina — se ha visto acelerado de manera alarmante por la contaminación derivada de las actividades humanas.

En el último siglo, la emisión de gases de efecto invernadero, producto de la quema de combustibles fósiles, la deforestación, el uso indiscriminado de la energía y el crecimiento industrial, ha modificado el equilibrio climático del planeta. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, en su informe Cambio Climático 2021: bases físicas, el calentamiento global se intensifica con rapidez, y solo una reducción sustancial e inmediata de emisiones podría evitar consecuencias irreversibles.

El 24 de octubre, el mundo conmemora el Día Internacional contra el Cambio Climático, con el propósito de concientizar sobre los impactos que este fenómeno tiene en la vida humana y los ecosistemas. La fecha, promovida por el movimiento 350.org en 2009, surgió como respuesta a la Cumbre del Clima COP15 en Copenhague, buscando presionar a los líderes mundiales a tomar medidas concretas frente al aumento de las emisiones contaminantes. 

Hoy, este día representa un llamado global a fortalecer los compromisos internacionales, como el Acuerdo de París, y a movilizar a la sociedad en su conjunto.

Las causas de un fenómeno global

El efecto invernadero es el principal factor responsable del cambio climático actual. Si bien es un proceso natural necesario para mantener la temperatura adecuada del planeta, las actividades humanas han incrementado de forma desmedida la concentración de gases que lo producen, como el dióxido de carbono (CO₂), el metano (CH₄) y el óxido nitroso (N₂O).

Desde la Revolución Industrial, los niveles de CO₂ en la atmósfera han alcanzado cifras sin precedentes en tres millones de años. Los combustibles fósiles —carbón, petróleo y gas natural— son responsables de más del 75 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y del 90 % del CO₂ emitido.

Al acumularse en la atmósfera, estos gases atrapan el calor solar, intensificando el calentamiento global y alterando patrones naturales del clima. Esta situación desencadena consecuencias directas como sequías, huracanes, incendios forestales y pérdida de biodiversidad.

Históricamente, la Tierra ha experimentado variaciones climáticas debidas a factores astronómicos o geológicos, como cambios en la órbita o la inclinación del planeta. Sin embargo, en la actualidad, el calentamiento se debe casi exclusivamente a la acción humana, poniendo en riesgo la estabilidad que permitió el desarrollo de la civilización moderna.

Cumbres climáticas: acuerdos y desafíos internacionales

Las Conferencias de las Partes (COP) representan el principal espacio global para debatir y coordinar acciones contra el cambio climático. En los últimos años, estos encuentros han evidenciado tanto los avances como las limitaciones de la diplomacia ambiental.

COP25 – Madrid, 2019:

Tras su traslado de Chile a España, esta cumbre se centró en la implementación del Acuerdo de París, especialmente en los mecanismos de mercado de carbono. Sin embargo, los resultados fueron modestos y las tensiones políticas impidieron progresos significativos.

COP26 – Glasgow, 2021:

Realizada tras la pandemia, marcó un momento clave. Se reafirmó la meta de limitar el aumento de temperatura global a 1.5 °C y se acordaron nuevos planes nacionales de reducción de emisiones. También se alcanzó un compromiso histórico para disminuir el uso del carbón y se ratificó la promesa de 100 mil millones de dólares anuales para apoyar a países en desarrollo.

COP27 – Sharm el-Sheij, 2022:

Centrada en la “justicia climática”, esta cumbre aprobó la creación del fondo de pérdidas y daños para compensar a las naciones más afectadas por el cambio climático. Aunque fue considerada un logro simbólico, las críticas apuntaron a la falta de avances en reducción de emisiones.

COP28 – Dubái, 2023:

Con un enfoque en la transición energética y la revisión de los compromisos globales, la COP28 enfrentó la paradoja de celebrarse en un país petrolero. Pese a ello, destacó la necesidad de impulsar la colaboración público-privada y la innovación tecnológica para acelerar la adopción de energías limpias.

Un desafío que compromete el futuro

El cambio climático no es solo un fenómeno ambiental: también es económico, social y sanitario. Sus efectos impactan directamente en la seguridad alimentaria, el acceso al agua, la salud pública, la migración forzada y la estabilidad económica mundial.

A nivel internacional, instrumentos como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (1992), el Protocolo de Kioto (1995) y el Acuerdo de París (2015) representan los pilares de la cooperación global frente a esta crisis. Los tres comparten un mismo objetivo: reducir las emisiones, promover la adaptación y mantener la temperatura global por debajo de los 2 °C respecto a los niveles preindustriales.

Sin embargo, la brecha entre los compromisos y las acciones sigue siendo amplia. Los fenómenos meteorológicos extremos se intensifican cada año, mientras los esfuerzos para reducir las emisiones aún no son suficientes para revertir la tendencia actual.

Acciones cotidianas que pueden marcar la diferencia

Si bien los gobiernos y las empresas tienen una gran responsabilidad, el cambio climático también requiere de la acción individual. Cada persona puede contribuir adoptando hábitos sostenibles:

  • Utilizar energías renovables como la solar o la eólica.
  • Reducir el consumo energético, utilizando transporte público, bicicleta o caminando.
  • Evitar el desperdicio, reciclando, reutilizando y reparando.
  • Apoyar el comercio local y los productos biodegradables.
  • Adquirir electrodomésticos de bajo consumo y cuidar los recursos naturales como el agua y los bosques.

Estos esfuerzos, aunque parezcan pequeños, son esenciales en la construcción de un cambio colectivo. La lucha contra el cambio climático requiere conciencia, cooperación y compromiso, desde las grandes políticas globales hasta las acciones cotidianas de cada ciudadano.

Un llamado urgente desde la evidencia climática

El cambio climático no distingue fronteras ni economías: es un desafío común que exige soluciones colectivas. Pese a las múltiples cumbres y acuerdos internacionales, los resultados aún se quedan cortos frente a la velocidad con la que el planeta se calienta. La ciencia ha hablado con claridad: el margen de maniobra se estrecha y la ventana de oportunidad se reduce cada año.

Sin embargo, también crece la conciencia ciudadana y la innovación tecnológica en torno a la sostenibilidad. La transición hacia energías limpias, la reforestación, la movilidad verde y el consumo responsable son pilares de un cambio que depende tanto de las decisiones políticas como de las acciones cotidianas.

En el Día Internacional contra el Cambio Climático, más que celebrar, toca asumir una responsabilidad compartida: proteger el único hogar que tenemos. El futuro aún puede escribirse, pero solo si el presente actúa.

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