La historia del liderazgo femenino en la Iglesia no se mide solo en reformas institucionales, sino en los rostros, voces y vidas concretas de quienes hoy encarnan ese cambio. Religiosas, teólogas, laicas y misioneras hablan desde la fe, el servicio y la sabiduría que solo da la experiencia eclesial vivida desde dentro. Sus testimonios no son gritos de ruptura, sino expresiones de corresponsabilidad, fidelidad y deseo de una Iglesia más plena y fiel al Evangelio.
Sor Nathalie Becquart, religiosa francesa de las Xavière, fue la primera mujer con derecho a voto en un Sínodo de Obispos. Su designación, lejos de entenderla como una ruptura, la definió como “una evolución”, fruto de un camino sinodal en el que muchas mujeres han caminado desde hace tiempo. “Permitir que una mujer vote en el Sínodo es un signo profético y valiente del Papa Francisco”, afirmó en rueda de prensa. Su voz fue recibida con entusiasmo por miles de mujeres católicas e incluso por líderes de otras religiones. Sueña con que en el futuro haya también “madres sinodales” junto a los padres sinodales y ha insistido en que el verdadero empoderamiento no pasa por portar una estola, sino por participar con voz, voto y responsabilidad en los procesos eclesiales.
Sor Raffaella Petrini, franciscana y Secretaria General del Governatorato del Vaticano, la mujer con el cargo más alto en la Curia, ha reflexionado sobre cómo el estilo de liderazgo femenino aporta dones únicos: “el cuidado de los demás”, una “especial capacidad de acogida” y una visión centrada en la dignidad humana. En el Día de la Mujer 2023, señaló que el Papa nos invita a ejercer un liderazgo solidario, “cuidando a los frágiles y poniendo a la persona en el centro”. Ella subraya tres claves en su experiencia: conciencia de la diversidad, complementariedad de competencias y testimonio de vida evangélica.
Francesca Di Giovanni, laica nombrada subsecretaria para asuntos multilaterales en la Secretaría de Estado, asumió el cargo “con humildad, consciente de la responsabilidad”, deseando que más mujeres puedan servir a la Santa Sede. Por su parte, María Lía Zervino, presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), escribió una carta abierta al Papa en 2019 pidiendo pasos más decididos, como incluir mujeres en el Consejo de Cardenales. Francisco le respondió con una llamada telefónica. En 2022 fue nombrada miembro del Dicasterio para los Obispos, participando por primera vez en los procesos de selección episcopal.
Las teólogas también han alzado la voz. Mercedes Navarro, exégeta española, desarrolla una lectura feminista de las Escrituras para visibilizar a las mujeres bíblicas. Dorothea Sattler, teóloga alemana, integró la comisión sobre diaconisas, abogando por una Iglesia “con rostro femenino y masculino”. Sr. Prudence Allen, filósofa irlandesa, insiste en construir una sólida antropología femenina como base doctrinal. “Sin teología, los gestos corren el riesgo de quedar vacíos”, ha dicho.
La misión y la caridad también hablan. Sor Norma Pimentel, religiosa que trabaja con migrantes en la frontera de EE.UU. y México, fue elogiada por el Papa como símbolo de la compasión eclesial. Su liderazgo pastoral muestra que las mujeres son presencia viva de la Iglesia en las periferias. Chiara Amirante, fundadora laica de la comunidad Nuovi Orizzonti, lleva su experiencia a reuniones de dicasterios, encarnando el vínculo entre carisma y gobierno. Y Madre Angélica, fundadora de EWTN, demostró que una mujer podía liderar un proyecto mediático global, incluso enfrentando resistencias desde la Curia.
Sor Verónica Berzosa, abadesa y fundadora de Iesu Communio, ofrece un testimonio profundamente espiritual. En una conferencia compartió: “Llevo desde los 28 años orientando la formación de jóvenes y no tengo ni idea; creo que jamás se aprende a dirigir”. Para ella, cada persona es “tierra sagrada” que se pisa con respeto. Este liderazgo desde la humildad define a muchas de las mujeres en la Iglesia.
Estos testimonios comparten ejes comunes:
- Agradecimiento y lealtad: trabajan en y con la Iglesia, no al margen. Valoran la confianza papal y actúan desde la comunión.
- Deseo de igualdad en la diferencia: no buscan uniformidad, sino oportunidades para aportar desde su especificidad.
- Reivindicación de avanzar más: reconocen lo logrado, pero aspiran a más pasos. Como dijo Sor Carmen Sammut: “Espero ver mujeres ordenadas diáconos algún día”.
- Crítica al clericalismo: tanto masculino como femenino. Lucía Guerra habla del “clericalismo femenino” que reproduce esquemas de poder, y pide una Iglesia sin castas.
- Enfoque en la misión: el objetivo no es una agenda política, sino servir mejor al Evangelio. “Escuchar al Espíritu que habla también a través de las mujeres”, ha dicho Sor Nathalie.
Incluso cardenales se han sumado. Christoph Schönborn declaró en 2019: “Si la mitad de la humanidad son mujeres, también la mitad de los puestos de liderazgo deberían ser suyos, cuando no impliquen ordenación”. Y en el Sínodo de 2023, varios obispos señalaron que para atraer a los jóvenes, la Iglesia debe parecerse más a una comunidad fraterna e inclusiva.
“Yo no pedí esto, pero cuando me llamaron entendí que la Iglesia me necesitaba”, cuenta Chiara Amirante. “No para tener poder, sino para dar un testimonio de esperanza. En la Iglesia todos somos necesarios, y eso hoy comienza a ser visible para las mujeres”.
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