La guerra por Acolhuacan culminó en una escena amarga: la muerte de Ixtlilxóchitl y el incendio de los pueblos leales prepararon el ascenso definitivo de Tezozómoc de Azcapotzalco. A partir de esa victoria, se impuso un nuevo orden político: coronación en Texcoco, reparto de feudos y una capital indiscutible—Azcapotzalco—como centro del reino. En medio del ceremonial, una figura en riesgo —el joven príncipe Nezahualcóyotl— halló una inesperada salvaguarda en Itzcóatl, general mexica y hermano de Chimalpopoca. La amenaza pública de Itzcóatl contra cualquier daño al príncipe, recordada por las crónicas, detuvo la persecución y añadió un matiz clave al nuevo equilibrio: la emergente gravitación de México-Tenochtitlan. Todo lo que sigue se atiene estrictamente a la fuente citada por el usuario y se robustece con referencias académicas y de divulgación histórica reconocidas.
Victoria y represión
La “trágica muerte” del rey acolhua Ixtlilxóchitl, ocurrida a los siete años de su entronización, “acabó de dar el triunfo a los rebeldes”. Desde ese momento, Tezozómoc envió fuerzas contra Texcoco, Huexotla, Coatlichan, Iztapallocan y Coatepec con la orden de “entregar a las llamas toda población que hiciese resistencia”. Las familias no combatientes huyeron a los montes y hacia Huexotzinco y Tlaxcala; los “hombres útiles” combatieron “con heróico esfuerzo”, y “murieron casi todos” en defensa de su patria, aunque hicieron “pagar bien cara la victoria” a los tepanecas.
Esta ofensiva tepaneca encaja con la historiografía que destaca a Tezozómoc como artífice del imperio tepaneca: su capacidad de combinar coacción militar, pactos y administración tributaria permitió que Azcapotzalco dominara el valle del Anáhuac a inicios del siglo XV, y que Tenochtitlan fuese, primero, un vasallo útil y luego un socio incómodo.
Coronación y distribución de feudos
Con “el triunfo completo” asegurado, Tezozómoc entró en Texcoco y “se hizo proclamar, con toda pompa, rey de Acolhuacan”. Para pagar la factura de la guerra, distribuyó dignidades y mandos: dio “en feudo la ciudad de Texcoco” a Chimalpopoca (rey de México), “Huexotla” a Tlacateotl (rey de Tlatelolco) y otros gobiernos a magnates aliados. Se declaró, además, que “en lo sucesivo, Azcapozalco sería la capital de todo el reino de Acolhuacan”.
Estas decisiones reflejan un patrón de control territorial que la bibliografía independiente ha identificado: el uso del parentesco político y del vasallaje mexica para consolidar la hegemonía tepaneca. Chimalpopoca, nieto de Tezozómoc por línea materna, encarna esa lógica de feudos y fidelidades cruzadas, según trabajos de Arqueología Mexicana y síntesis enciclopédicas con base en fuentes primarias.
Defensa de Nezahualcóyotl: del disfraz a la protección pública
En la coronación, “varios individuos del partido opuesto” asistieron “disfrazados”. Entre ellos, el propio Nezahualcóyotl —hijo legítimo de Ixtlilxóchitl— “miraba con indignación” el trono ocupado por un “cruel usurpador”. En el ambiente hostil, los adictos al nuevo orden provocaron gritos contra la dinastía caída. Fue entonces cuando Itzcóatl, “hermano del rey Chimalpopoca”, subió al templo y, “con voz clara y enérgica”, pronunció un “breve, pero eficaz discurso”: nadie debía “hacer el más leve daño al bondadoso Nezahualcoyotl” so pena de “rigoroso castigo”.
Este episodio —la salvaguarda pública de Nezahualcóyotl— entronca con lo que sabemos de sus vínculos de sangre: la madre del príncipe fue la princesa mexica Matlalcihuatzin, lo que facilitaba a los tenochcas reconocerlo como aliado potencial. Estudios de José Luis Martínez y repositorios de divulgación científica confirman el linaje mexica del “rey poeta”.
La intervención de Itzcóatl y el peso creciente de México-Tenochtitlan
La fuente remarca la fuerza simbólica de la amenaza de Itzcóatl: “nadie quiso atraerse el enojo de un personaje cuya nación empezaba ya a inspirar respeto”. Ese respeto no era gratuito. En la década siguiente, Itzcóatl se convertiría en tlatoani (1427–1440), y bajo su liderazgo —y el ideario reformador de Tlacaélel— Tenochtitlan pasaría de vasallo a potencia. Aunque esta transformación queda fuera del periodo exacto del relato, la literatura académica sitúa la llegada de Itzcóatl al poder como una anomalía sucesoria reveladora de la realpolitik mexica: reorganización ideológica, guerra y diplomacia.
La presencia de Nezahualcóyotl y su posterior papel también anticipan la reconfiguración regional. Trabajos de UNAM-CEMCA recuerdan que varias tradiciones narran su “rescate” y supervivencia tras la conquista tepaneca de Tezcoco, así como su posterior retorno como artífice de un orden compartido con los mexicas.
El indulto general: pragmatismo del vencedor
Buscando “captarse el aprecio de los vencidos”, Tezozómoc concedió indulto general: autorizó el retorno a sus casas de quienes habían combatido contra él. Los exiliados —nobles y principales— se reunieron en Papalotla y “optaron por aceptar el indulto”, regresaron con sus familias y “prestaron obediencia a los nuevos señores nombrados por el usurpador Tezozomoc”. La clemencia, más táctica que altruista, selló el cierre del ciclo bélico inmediato.
La pieza encaja con la imagen —documentada en fuentes coloniales procesadas por historiadores modernos— de Tezozómoc como un constructor de centralidad estatal, capaz de alternar dureza militar con cooptación de élites, vía juramentos, matrimonios y redistribución de rentas.
La tragedia previa a la victoria se personifica en el martirio de Cihuacuecuenotzin, joven sobrino de Ixtlilxóchitl. Enviado a Otompan para solicitar víveres que salvaran del hambre a su rey y a los leales refugiados, el príncipe afrontó burlas, “risas y silbidos”; cuando intentó permanecer “quieto en su puesto”, un hombre le arrojó una piedra y desató el linchamiento: “cayó muerto en medio de un diluvio de piedras”. La crónica sentencia: “Digno de imperecedera memoria es el nombre del príncipe Cihuacuecuenotzin, víctima de la lealtad del caballero y del esclarecido patriota.” Es el rostro humano del derrumbe de Acolhuacan y una pieza moral que explica la ferocidad de la resistencia y el duelo posterior.
Ecos y paralelos documentales: de Bernal Díaz a Krauze
Aunque Bernal Díaz del Castillo narra hechos del siglo XVI, su mirada sobre el orden urbano-político mexica ayuda a entender por qué —ya antes de la Conquista— la “nación” tenochca “empezaba a inspirar respeto”. Su célebre descripción del mercado de Tlatelolco como “plaza tan bien compasada y con tanto concierto”, donde el control y el intercambio asombraban a los españoles, da cuenta de una institucionalidad efectiva que había madurado tras la caída de Azcapotzalco.
Desde la divulgación contemporánea, Enrique Krauze recuerda la “noble fama de Nezahualcóyotl, el rey poeta de Texcoco”, consejero respetado por los tlatoanis mexicas. Aun tratándose de un juicio de larga duración, ese prestigio intelectual y normativo de Nezahualcóyotl —legislador, urbanista, símbolo de justicia— coexiste con el instante histórico en que su vida dependió de la voz firme de Itzcóatl.
Contexto mínimo indispensable (anclajes externos)
- Tezozómoc, hegemonía y declive: estudios de Arqueología Mexicana lo identifican como “artífice del imperio tepaneca” entre 1375 y 1428; tras su muerte, las tensiones sucesorias (Maxtla/Tayatzin) precipitaron el fin de la supremacía de Azcapotzalco y la irrupción del orden tripartito con Tenochtitlan a la cabeza.
- Itzcóatl y la anomalía sucesoria: la literatura académica sobre su ascenso y sobre instrumentos de poder (reformas ideológicas, Tlacaélel) ilumina el papel de la élite mexica en esta transición.
- Nezahualcóyotl y su linaje mexica: fuentes de investigación y divulgación confirman la maternidad de Matlalcihuatzin, pieza que explica la defensa de Itzcóatl en el ceremonial de Texcoco.
La victoria de Tezozómoc no fue solo una hazaña militar: fue la instauración de un sistema de poder que combinó castigo ejemplar —incendios y ejecuciones— con integración política —coronación en Texcoco, feudos a aliados, capitalidad de Azcapotzalco—. El indulto general reveló la otra cara del dominio: atraer a los vencidos al nuevo orden, reinsertar nobles y asegurar la estabilidad fiscal y política del territorio. En paralelo, el gesto de Itzcóatl —amenaza pública contra cualquier daño a Nezahualcóyotl— anticipa el desplazamiento del eje de poder hacia Tenochtitlan. A la vuelta de pocos años, ese desplazamiento sería un hecho.
El hilo humano del relato —Cihuacuecuenotzin, apedreado en Otompan; Nezahualcóyotl, disfrazado entre la multitud— recuerda que la geopolítica también se escribe con lealtades, miedos y valentías individuales. Las crónicas que atestiguan estos hechos, sumadas a la mirada de Bernal Díaz sobre la organización mexica y al juicio moderno que reconoce la “noble fama” de Nezahualcóyotl, sugieren un principio coherente con la Doctrina Social de la Iglesia y con los valores mexicanos: la legitimidad política no se sostiene solo en la fuerza, sino en el orden, la justicia y el bien común. Allí donde Tezozómoc ganó por las armas, Itzcóatl y Nezahualcóyotl terminaron de reordenar —con leyes, alianzas y ciudad— el mapa del poder.
Fuentes citadas y de contexto
- Crónica base solicitada por el usuario (cap. V: rebelión tepaneca, muerte de Ixtlilxóchitl, coronación en Texcoco, discurso de Itzcóatl, indulto).
- Arqueología Mexicana (Carlos Santamarina): Tezozómoc, artífice del imperio tepaneca.
- UNAM–CEMCA (OpenEdition / IH-UNAM): tradiciones sobre el “rescate” y supervivencia de Nezahualcóyotl.
- José Luis Martínez, Nezahualcóyotl. Vida y obra: linaje y biografía del príncipe de Texcoco.
- Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera…: orden y magnitud del mercado de Tlatelolco; “plaza tan bien compasada”.
- Enrique Krauze (ensayo): “la noble fama de Nezahualcóyotl, el rey poeta de Texcoco”.
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