En 1410, en el corazón del valle de México, se consumó un magnicidio que redefinió el equilibrio político del Anáhuac: el asesinato por traición del tlatoani acolhua Ixtlilxóchitl a manos de capitanes confabulados con Tezozómoc de Azcapotzalco, y la posterior huida del joven príncipe Nezahualcóyotl. La escena —tropas ocultas en el monte, emisarios “condolidos” que invitan a “pasear” para negociar y el golpe súbito sobre el “rey confiado”— quedó registrada por la historiografía decimonónica y coincide con testimonios indígenas coloniales, a la vez que dialoga con lecturas contemporáneas sobre legitimidad, ley y poder. Este reportaje reconstruye, ateniéndose estrictamente al texto de referencia, el complot, la traición, la defensa y sus secuelas, sumando el contexto de fuentes académicas y voces de historiadores como Enrique Krauze, así como referencias de cronistas clásicos (Bernal Díaz del Castillo) y publicaciones especializadas.
“El plan se arregló y se puso en planta sin pérdida de momento… los dos capitanes se lanzaron de improviso sobre el confiado rey, quitándole la vida a la vista de sus mismas tropas.”
El complot de 1410: Tezozómoc mueve las piezas
Tras la muerte del príncipe Cihuacuecuenotzin —apedreado en Otompan cuando buscaba víveres para el rey depuesto—, Tezozómoc, tlatoani tepaneca de Azcapotzalco, “felicitado” por tal hecho, concertó con los señores de Otompan y Chalco la forma de rematar la empresa: acabar con Ixtlilxóchitl, rey de Acolhuacan (Texcoco), cuyo gobierno había sido hostigado por rebeliones incentivadas desde Azcapotzalco. El complot consistió en colocar tropas emboscadas en un monte vecino al refugio del monarca y enviar dos capitanes con una falsa comisión de arreglo para aislarlo de su guardia.
La lógica tepaneca, basada en redes de vasallaje y coerción, ya había mostrado eficacia al cortar suministros a Ixtlilxóchitl y forzar el hambre entre sus leales. El episodio de Otompan funcionó como señal de debilidad política y oportunidad estratégica para el golpe final. La secuencia —asedio económico, desmoralización, traición— es descrita con detalle por la Historia de Méjico del siglo XIX, que abunda en los pasos del ardid y en el despliegue silencioso de las fuerzas de Chalco y Otompan.
Para dimensionar el tablero de poder, conviene recordar que Azcapotzalco dominaba el centro lacustre gracias a alianzas y clientelas. Estudios de Arqueología Mexicana sobre la sucesión y la política tepaneca documentan cómo estos hilos de control se tensarían años después (1426–1428) —ya con Maxtla—, pero el método de intriga y golpes selectivos era anterior y coherente con lo que vemos en 1410.
La traición en marcha: el “paseo” que terminó en magnicidio
La operación fue quirúrgica. Los capitanes “notables por su arrojo” llegan al campamento de Ixtlilxóchitl, cerca de Tlaxcala, fingiendo una mediación. Tras expresarle condolencia e interés por “terminar diferencias de manera digna”, le proponen salir a la campiña para conversar mejor. El rey, confiado, acepta; los tres se alejan lentamente de las tropas. En el punto convenido, los capitanes se abalanzan de improviso y lo matan, a la vista —aunque a distancia— de sus soldados. La escena sintetiza el patrón de la traición política: simular negociación, aislar, ejecutar.
El texto subraya detalles tácticos (monte vecino, salida nocturna, sigilo, distancia de las tropas) que refuerzan la verosimilitud militar del relato y explican por qué la guardia tardó en reaccionar: cuando los leales corren a capturar a los asesinos, el ejército emboscado cae sobre ellos por todos los flancos, transformando el grito de justicia en batalla desigual.
Defensa y escape: Nezahualcóyotl sobrevive entre matorrales
Indignados por “la infame traición”, los vasallos de Ixtlilxóchitl luchan con denuedo y —pese al cerco— alcanzan a rescatar el cadáver de su soberano. En medio del combate, Nezahualcóyotl, joven príncipe e hijo legítimo de Ixtlilxóchitl y la princesa mexica Matlalcihuatzin, anima a los suyos. Perseguido por numerosos enemigos, se abre paso con las armas y al final se oculta en espesos matorrales para no caer prisionero. La imagen —el heredero escondido en el follaje, respirando bajo los golpes de la historia— es de alto valor simbólico: la semilla de un futuro rey justo salvándose no por fuerza, sino por astucia y paciencia.
Fuentes institucionales refuerzan la filiación y relevancia del príncipe: el Banco de México (por su presencia en billetes) resume que Nezahualcóyotl fue hijo de Ixtlilxóchitl y Matlalcihuatzin y, tras la ruina tepaneca, recuperaría el trono años después y reformaría Texcoco. La cronología puede fluctuar entre repositorios (algunas cédulas sitúan la persecución/despojo en 1418); sin embargo, para este artículo seguimos estrictamente la versión de 1410 que nos ocupa.
Asimismo, la historiografía reciente destaca que la construcción de la figura ejemplar de Nezahualcóyotl —rey poeta, legislador, patrono de artes y saberes— fue robustecida por crónicas novohispanas y códices, lo que explica la densidad moral que adquiere su sobrevivencia en 1410 dentro del imaginario político del valle.
La muerte de Cihuacuecuenotzin: preludio moral del crimen
El complot no puede entenderse sin el martirio de Cihuacuecuenotzin, sobrino del rey. Enviado a Otompan como embajador por víveres para no dejar morir de hambre a los leales refugiados en la sierra, el príncipe habla con firmeza ante el pueblo congregado, pidiendo volver a la obediencia del soberano. Primero se burlan, después lo insultan, y finalmente un gesto rompe el dique: un sujeto le arroja una piedra y desata el linchamiento. El príncipe cae apedreado “en medio de un diluvio de piedras”. La historia lo proclama “digno de imperecedera memoria”. Este asesinato —a la vista de los tepanecas— es informado a Acolman, hijo de Tezozómoc, que felicita a su padre y precipita la decisión: liquidar al rey.
La contradicción moral es palmaria: frente a la diplomacia leal, la violencia plebeya excitada por intereses tepanecas; frente al diálogo, la piedra. El relato funciona como prólogo ético de la traición mayor.
Secuelas: azote sobre ciudades leales y ascenso de Tezozómoc
Consumado el asesinato, Tezozómoc envía fuerzas considerables contra Texcoco, Huexotla, Coatlichan, Iztapallocan y Coatepec, con órdenes de incendiar toda población que resistiera. Hombres útiles mueren combatiendo; mujeres, niños y ancianos huyen a Huexotzinco y Tlaxcala. Vencidos los leales, Tezozómoc entra en Texcoco y se hace proclamar rey de Acolhuacan, repartiendo dignidades y feudos —Texcoco para Chimalpopoca (México), Huexotla para Tlacateotl (Tlatelolco)—, y declara a Azcapotzalco capital del reino.
En la ceremonia —narra la fuente— Nezahualcóyotl, disfrazado, presencia con indignación la usurpación. Sólo la intervención de Itzcóatl (general mexica y hermano de Chimalpopoca) evita su persecución inmediata, al advertir en público que nadie ose dañar al príncipe so pena de severo castigo. El gesto de Itzcóatl no es menor: salva la vida del futuro artífice de la alianza que acabará con Maxtla y Azcapotzalco en 1428.
Un eco largo: ley, legitimidad y memoria
La tragedia de 1410 se lee hoy también como un laboratorio de legitimidad. Para Enrique Krauze, el Estado de derecho representa ese dique moral que preserva a la comunidad de la arbitrariedad; perderlo equivale a “enterrar una noción de justicia” frente a la dádiva y el abuso del poder. La historia del valle, con sus traiciones y usurpaciones, muestra por contraste por qué las leyes y la institucionalidad importan para pueblos y príncipes.
En la conquista del siglo XVI, Bernal Díaz del Castillo consignó la gravitación política de los señores de Texcoco —Cacamatzin, Ixtlilxóchitl (el de la era de Cortés), aliados y rivales— en la macroescena imperial mexica; su crónica, aunque posterior a los hechos aquí narrados, recuerda la centralidad acolhua en el tejido de poder.
El INEHRM y el Banco de México mantienen viva la memoria pública de Nezahualcóyotl como “rey poeta y legislador”, anclando su figura en el imaginario cívico contemporáneo (biografías, billetes, exposiciones). Ese arco —del matorral de 1410 al símbolo de la ley— explica por qué la muerte de Ixtlilxóchitl sigue conmoviendo a “los hombres rectos” y por qué el duelo por el rey traicionado terminó proyectándose como promesa de reforma en su heredero.
María X., maestra de secundaria en Texcoco, comparte en visitas escolares un aprendizaje que ha transmitido a generaciones: “Cuando les cuento que el joven Nezahualcóyotl sobrevivió escondido tras ver caer a su padre por una traición, los chicos siempre preguntan ¿y qué hizo después?. Les digo: volvió con leyes, obras y cultura. Que lo recuerden así les cambia el sentido de lo que creen que es la fuerza: no sólo es pelear; también es reconstruir”. (Relato recogido en actividades cívicas locales, 2023).
Conclusiones
- El asesinato de Ixtlilxóchitl en 1410 fue una traición calculada que combinó engaño diplomático y emboscada, y que selló el ascenso tepaneca bajo Tezozómoc, con devastación sobre las ciudades leales.
- La huida y supervivencia de Nezahualcóyotl no sólo garantizó la continuidad dinástica: sembró las condiciones para la reforma política y legal que, años después, haría de Texcoco un paradigma de justicia y cultura.
- El linchamiento de Cihuacuecuenotzin exhibe el papel de la violencia social azuzada por intereses hegemónicos, preludio del magnicidio y parte integral del método de control tepaneca.
- La lectura contemporánea (Krauze) revaloriza la ley como antídoto a la arbitrariedad: la memoria de 1410, lejos de ser anécdota, ilustra por qué las instituciones son el resguardo de los pueblos frente a las pasiones del poder.
Fuentes citadas y de contexto (selección)
- Niceto de Zamacois, Historia de Méjico (t. I y vols. digitales consultados). Narrativa base del complot, asesinato y secuelas (1410), incluida la emboscada, fuga de Nezahualcóyotl y repartos de Tezozómoc.
- Arqueología Mexicana: análisis sobre Azcapotzalco y sucesiones tepanecas, para contextualizar el modus operandi político.
- Banco de México (biografía cívica de Nezahualcóyotl): filiación, trayectoria y proyección institucional contemporánea.
- Arqueología Mexicana: construcción historiográfica de la figura de Nezahualcóyotl como paradigma de justicia y rectitud.
- Enrique Krauze, “País sin ley”: reflexión sobre ley y arbitrariedad útil para leer en clave cívica los episodios prehispánicos.
- Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (ediciones críticas y difusión académica), y síntesis UNAM/Noticonquista sobre Texcoco en la conquista, para situar la centralidad acolhua en la gran política del valle.
Facebook: Yo Influyo
comentarios@yoinfluyo.com