Cada noche del 15 de septiembre, millones de mexicanos se congregan en plazas públicas, casas y bares para celebrar “la independencia de México”. El grito de “¡Viva México!” se repite en eco desde los balcones presidenciales hasta las reuniones familiares. Sin embargo, la historia revela que lo que celebramos esa noche no coincide exactamente con los hechos que marcaron el inicio ni la consumación de la independencia.
El peso de personajes como Miguel Hidalgo, José María Morelos, Agustín de Iturbide y el propio Porfirio Díaz ha moldeado un relato cargado de simbolismo, orgullo y también de manipulación política. Como bien lo expresó Enrique Krauze, “la historia patria ha sido muchas veces una invención necesaria para cimentar identidades” (Siglo de caudillos, 1994).
En tiempos de Hidalgo y Morelos
El famoso “Grito de Dolores” ocurrió en la madrugada del 16 de septiembre de 1810. Hidalgo no clamó directamente por la independencia de México, sino por la defensa del rey Fernando VII, depuesto por Napoleón en España. Según documentos recogidos por Lucas Alamán, Hidalgo gritó: “¡Viva Fernando VII! ¡Muera el mal gobierno! ¡Muera el gachupín!”.
En aquel momento, España estaba bajo ocupación francesa tras la abdicación de Carlos IV y Fernando VII en Bayona (1808). Napoleón había colocado a su hermano José Bonaparte en el trono, lo que abrió un conflicto entre los leales al rey legítimo y los nuevos afrancesados. México, como virreinato, se encontraba en una tensión entre fidelidad a la corona y los anhelos de autonomía.
En tiempos de Iturbide
La consumación de la independencia ocurrió 11 años después, el 27 de septiembre de 1821, cuando el Ejército Trigarante encabezado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero entró triunfante a la Ciudad de México. Ese fue el verdadero día de independencia, y el 28 de septiembre se firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano.
Iturbide, figura polémica, pasó de ser realista a artífice del triunfo insurgente. Según el historiador Brian Hamnett, “la independencia mexicana fue menos resultado del radicalismo insurgente y más de una negociación pragmática entre élites criollas” (La política en un mundo dividido, 1999).
En tiempos de Porfirio Díaz
La celebración del 15 de septiembre se debe, en gran medida, a Porfirio Díaz, quien trasladó la conmemoración para hacerla coincidir con su cumpleaños (15 de septiembre de 1830). Durante su régimen, las fiestas patrias adquirieron un carácter espectacular: desfiles militares, iluminación de edificios y ceremonias oficiales que fortalecían su figura como “padre protector de la nación”.
Como señala Krauze, “Díaz supo convertir la memoria histórica en una herramienta de legitimidad personal” (Porfirio Díaz, místico de la autoridad, 1987). Desde entonces, la tradición del “Grito” la noche del 15 quedó arraigada en el calendario oficial y popular.
Qué pasó realmente el 15 de septiembre
Históricamente, nada decisivo ocurrió el 15 de septiembre de 1810. La insurrección comenzó en la madrugada del 16 en Dolores, Guanajuato, cuando Hidalgo convocó al pueblo a levantarse contra las autoridades virreinales.
Lo que hoy conocemos como el “Grito de Dolores” fue en realidad un llamado de fidelidad a España contra la invasión francesa. El propio historiador Ernesto de la Torre Villar subrayó: “Hidalgo no pretendía la independencia inmediata; buscaba primero restaurar el orden legítimo en España” (Documentos de la Independencia de México, UNAM, 1969).
De hecho, los verdaderos pasos hacia la independencia se consolidaron con Morelos, quien en los Sentimientos de la Nación (1813) proclamó: “Que la América es libre e independiente de España y de toda otra nación”.
¿Por qué celebramos el 15 de septiembre?
El desfase entre la historia y la tradición responde a motivos políticos y simbólicos:
- Legitimidad porfirista: Díaz impuso la fecha del 15 para que coincidiera con su cumpleaños, dotando a la celebración de un tono personalista.
- Conveniencia práctica: celebrar de noche permite iniciar con fiestas y ceremonias que se extienden hasta el 16, día oficial del inicio de la independencia.
- Construcción de identidad: el mito del 15 se arraigó en la cultura popular, fusionando símbolos y olvidando fechas exactas.
Como concluye Krauze: “Los mexicanos no celebramos tanto el inicio o la consumación de la independencia, sino un rito de unidad nacional que mezcla verdad y ficción”.
Los personajes: de Hidalgo a Porfirio Díaz
- Miguel Hidalgo y Costilla: sacerdote criollo, considerado el “Padre de la Patria”, aunque su movimiento inicial era más bien lealista a Fernando VII.
- José María Morelos y Pavón: discípulo de Hidalgo, radicalizó el movimiento con un proyecto soberano y social, plasmado en los Sentimientos de la Nación.
- Agustín de Iturbide: general realista convertido en independentista, logró la consumación de la independencia con el Plan de Iguala (1821).
- Porfirio Díaz: presidente que institucionalizó la fiesta patria la noche del 15 de septiembre, consolidando el mito y su propio culto personal.
Escenas clave
- El grito real de Hidalgo (1810): lejos del “¡Viva México!”, clamó por Fernando VII y contra los gachupines.
- La consumación (1821): la entrada triunfal del Ejército Trigarante a la capital marcó la verdadera independencia.
- El cumpleaños de Porfirio Díaz (1876–1910): el traslado oficial del festejo al 15 de septiembre convirtió una efeméride en ritual político.
María de los Ángeles López, maestra de secundaria en Puebla, lo explica así: “Cada año explico a mis alumnos que en realidad el 16 fue el inicio, pero ellos me responden: ‘Profe, lo importante es estar juntos y gritar viva México’. Creo que ahí está la clave: más allá de la exactitud histórica, lo que celebramos es la unión y la identidad”.
El 15 de septiembre es más mito que fecha histórica. La independencia comenzó el 16 de 1810 y se consumó en 1821. Sin embargo, la política y la tradición fijaron el festejo en la noche del 15, por obra de Porfirio Díaz.
Hoy, lo esencial no es corregir el calendario, sino comprender que la independencia es un proceso continuo de dignidad, legalidad y unidad. La historia no debe usarse para manipular, sino para fortalecer la verdad y la comunidad.
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