Un dolor con rostro y nombre

En México, hablar de pobreza es enfrentar una de las paradojas más dolorosas: un país con riqueza cultural, recursos naturales y talento humano que convive con niveles estructurales de marginación. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 2022 más de 46.8 millones de personas vivían en situación de pobreza, lo que equivale al 36.3% de la población. Detrás de estas cifras hay vidas concretas, familias rotas y sueños suspendidos.

El papa Francisco ha recordado en múltiples ocasiones que “los pobres son el centro del Evangelio”, y que no se les puede tratar como cifras de política pública, sino como hermanos con dignidad. Esa perspectiva es clave para comprender que el verdadero objetivo de toda política social no es la reducción de un indicador, sino el florecimiento de la persona humana.

Claudia: maternidad sin asistencia médica

El caso de Claudia Catzín Aké, mujer maya de 66 años originaria de Yucatán, retrata la precariedad en el acceso a la salud. Claudia tuvo ocho hijos, todos sin asistencia médica, y superó enfermedades como el chikungunya sin haber visto nunca a un doctor. Su testimonio no es aislado. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2022), el 32% de las personas en comunidades rurales carece de acceso efectivo a servicios médicos.

Claudia explica: “Cuando mis hijos nacieron, lo único que tenía eran mis manos y la ayuda de vecinas. Nadie vino a atenderme. Para el gobierno no existíamos”. Su voz revela cómo la exclusión social se encarna en lo más íntimo: la vida y la muerte.

Esperanza: hijos lejos de casa

Otro rostro de la pobreza es el de la migración forzada. Esperanza Bolaños, viuda de 54 años, vive en Puebla. Sus tres hijos dejaron México rumbo a Estados Unidos porque en su tierra no encontraron empleo digno. La historia de Esperanza refleja lo que el Banco de México reconoce: en 2023 las remesas alcanzaron un récord de más de 63 mil millones de dólares, un indicador que, lejos de ser un logro, evidencia la incapacidad del Estado para garantizar oportunidades internas.

Esperanza comparte con resignación: “Mis hijos me mandan dinero, pero yo quisiera tenerlos aquí. El dinero no abraza, no acompaña en la mesa, no cría nietos”. En su voz hay dolor, pero también la claridad de que la pobreza no solo vacía bolsillos, también vacía hogares.

Ramiro: del ring a la calle

La pobreza también es visible en quienes migraron con esperanza y quedaron atrapados en el fracaso del “sueño americano”. Ramiro Rivas Cova, exboxeador mexicano, terminó viviendo en las calles de Los Ángeles. Su testimonio desnuda una realidad ignorada: más de 170 mil personas en situación de calle en California, de las cuales una parte significativa son migrantes latinos.

Ramiro lo expresa con crudeza: “Ya no es vida. Perdí familia, amigos y ahora solo me queda aguantar en la calle”. Su voz rompe el mito de que migrar siempre es la salida. Muchas veces significa caer en un abismo distinto, donde la pobreza se combina con soledad y desarraigo.

Las cifras detrás de los rostros

Estos testimonios se inscriben en una realidad estructural. La pobreza en México tiene múltiples dimensiones:

  • Salud: Más de 30 millones de personas carecen de acceso efectivo a servicios médicos, de acuerdo con CONEVAL.
  • Educación: El INEGI reporta que más de 4 millones de jóvenes entre 15 y 29 años no estudian ni trabajan, atrapados en la categoría de “ninis”.
  • Vivienda: 14 millones de mexicanos habitan viviendas con carencias en materiales, servicios básicos o hacinamiento.
  • Empleo: La informalidad afecta al 54.5% de la población ocupada, lo que impide seguridad social y prestaciones.

Cada una de estas carencias, cuando se junta, multiplica el dolor humano.

Voces expertas

El economista Gerardo Esquivel, exsubgobernador de Banxico, ha señalado que “la pobreza en México no es producto de la fatalidad, sino de políticas públicas insuficientes y una desigualdad histórica que concentra la riqueza en pocas manos”.

Por su parte, la socióloga Julieta Torres advierte que “la pobreza no puede ser entendida solo como falta de ingresos, sino como negación de derechos. Es un fracaso de la cohesión social”.

Ambos coinciden en que el problema requiere no solo programas asistenciales, sino una reestructuración del modelo económico y social.

La dignidad humana es inviolable y debe ser el centro de toda política. San Juan Pablo II, en su encíclica Centesimus Annus, afirmó: “El hombre es el camino de la Iglesia”. Esto implica que los pobres no deben ser vistos como objetos de caridad, sino como sujetos de derechos.

El papa Francisco lo ha reiterado: “No se trata de dar limosna, sino de cambiar estructuras injustas que generan pobreza”. Para los jóvenes creyentes y no creyentes, esta mirada significa un reto ético: comprometerse con la justicia social como condición para una sociedad verdaderamente humana.

Lo que une a Claudia, Esperanza y Ramiro es la vulneración de su dignidad. No pidieron vivir en la precariedad; fueron empujados a ella por la falta de servicios, de empleos y de oportunidades. Sus historias hacen visible lo que muchas veces se esconde detrás de las estadísticas: la pobreza no es un fenómeno lejano, sino cotidiano, que afecta a millones de familias mexicanas.

Propuestas y caminos posibles

La superación de la pobreza requiere medidas integrales:

  • Acceso universal a la salud y educación de calidad, especialmente en comunidades rurales.
  • Políticas laborales que reduzcan la informalidad y promuevan salarios justos.
  • Fortalecimiento del campo mexicano, para que la migración no sea la única salida.
  • Programas de vivienda digna que garanticen espacios seguros y adecuados.
  • Participación activa de la sociedad civil y las empresas, reconociendo que el bienestar social es corresponsabilidad.

De las cifras a las personas

La pobreza en México no puede seguir tratándose como un número en un informe. Es una experiencia que se vive, se sufre y se hereda. Claudia, Esperanza y Ramiro ponen rostro a una herida que interpela a todos. La verdadera transformación llegará cuando las políticas públicas y la acción ciudadana pongan en el centro la dignidad de la persona.

En palabras de Esperanza: “Yo no quiero que mis nietos vivan lo mismo que nosotros. Quiero que se queden aquí, que tengan futuro en México”. Su deseo resume el anhelo de millones: que la pobreza deje de ser destino y se convierta en memoria.

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