Un aniversario que vuelve a poner a prueba la participación ciudadana

Cada 20 de noviembre, México vuelve la mirada a uno de los episodios más transformadores de su historia: el estallido de la Revolución Mexicana. Más de un siglo después, la conmemoración no sólo recuerda el levantamiento contra el régimen porfirista, sino que permite reconstruir la compleja red de causas, liderazgos, rupturas políticas y aspiraciones sociales que dieron origen al México moderno.

El significado histórico del 20 de noviembre

Cada 20 de noviembre México recuerda el inicio de la Revolución Mexicana, un movimiento que transformó para siempre la vida política, social y electoral del país. El levantamiento comenzó tras el llamado de Francisco I. Madero a desconocer el régimen de Porfirio Díaz, quien llevaba más de tres décadas en el poder y se mantenía mediante elecciones manipuladas, represión y control de la vida pública. La falsificación de los comicios de 1910, que supuestamente favorecieron a Madero, detonó el estallido armado.

Al movimiento inicial se sumaron figuras como Francisco Villa y Venustiano Carranza, así como sectores de mexicanos acaudalados afectados por las políticas económicas del porfirismo. El levantamiento obligó a Díaz a renunciar en 1911, pero la pacificación del país tardó una década más en concretarse, consolidándose apenas con la llegada de Carranza a la presidencia en 1917.

La Revolución dejó una cifra superior al millón de muertos, pero al mismo tiempo definió a personajes centrales de la historia nacional, como Emiliano Zapata, Pascual Orozco y el propio Carranza. Sin embargo, también abrió la puerta a episodios oscuros, como la Decena Trágica de 1913, en la que Manuel Mondragón, Félix Díaz y Bernardo Reyes protagonizaron una insurrección que culminó con el asesinato de Francisco I. Madero, su hermano Gustavo y el vicepresidente José María Pino Suárez. El golpe permitió el ascenso de Victoriano Huerta, cuya administración quedó marcada por la ilegitimidad y concluyó con su exilio.

Transformaciones políticas: el legado electoral de la Revolución

Uno de los cambios más significativos derivados del proceso revolucionario fue la transformación del sistema electoral. En noviembre de 1911, durante la presidencia de Madero, se promulgó una nueva ley electoral que introdujo por primera vez el voto directo para la elección de diputados y senadores federales. Aunque algunos estados del Porfiriato ya lo aplicaban en el ámbito local, el cambio supuso una reorganización profunda de la participación ciudadana.

Esa legislación también reguló la formación y actuación de los partidos políticos como intermediarios en los procesos electorales, sentando las bases de la vida democrática contemporánea. A partir de ahí se establecieron los requisitos de elegibilidad, las normas para ejercer el voto activo y pasivo y las reglas básicas que siguieron vigentes durante décadas.

En 1918 se emitió una nueva ley electoral, cuya duración — al igual que la legislación de 1857 — alcanzó varios decenios: 28 y 46 años, respectivamente. Su permanencia refleja la estabilidad jurídica lograda una vez restablecida la recentralización política. 

No obstante, la Constitución de 1917 dejó fuera a las mujeres de todo derecho político. No sería sino hasta la década de los cincuenta cuando las mexicanas pudieron ejercer su ciudadanía plenamente y participar en elecciones federales.

Educación en tiempos de reconstrucción: la apuesta posrevolucionaria

En el ámbito educativo, el período posterior a la Revolución también significó una reorganización estructural. Venustiano Carranza impulsó uno de los primeros proyectos renovadores al desaparecer la Secretaría de Instrucción Pública — creada en 1905 por Justo Sierra — para fomentar la autonomía municipal en materia educativa. 

Aunque aún faltaban años para construir un sistema nacional completo, la etapa posrevolucionaria marcó el inicio de una política comprometida con la expansión del acceso escolar y la modernización de la enseñanza.

Conmemoración actual: un desfile marcado por la tradición y la vigilancia social

Este 20 de noviembre, con motivo del 115 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, la Ciudad de México realizó una edición más del desfile conmemorativo que recorre las calles del Centro Histórico. El evento se desarrolló con normalidad a pesar de la expectativa generada por la manifestación convocada por el movimiento “Generación Z”, que reunió apenas a 150 personas, de las cuales seis fueron detenidas — cinco por riña y una por posesión de narcóticos —.

El desfile comenzó alrededor de las 10:00 horas, encabezado por el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional y la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, quienes ofrecieron discursos inaugurales. Contingentes montados, vehículos históricos y representaciones escénicas avanzaron hacia el Monumento a la Revolución, recreando episodios clave como el Plan de San Luis y la Marcha de la Lealtad.

En paralelo, una manifestación reducida salió del Ángel de la Independencia cerca de las 11:00 horas. Integrada por unas decenas de jóvenes — algunos portando banderas de la UNAM, símbolos culturales como la bandera pirata de One Piece o distintivos del denominado “movimiento del sombrero” — la marcha denunció lo que consideran represión estatal durante un enfrentamiento previo entre el “bloque negro” y elementos de la policía capitalina.

La Revolución en la memoria colectiva: símbolos, identidad y participación popular

A lo largo del desfile, destacó la presencia de vehículos pertenecientes a la época revolucionaria y una amplia muestra de bailables folklóricos que incluyeron piezas emblemáticas como Adelita, Juana Gallo y Jesusita en Chihuahua. Estas representaciones resaltaron el papel de las mujeres durante la lucha armada, una contribución histórica que ha ganado reconocimiento público en las últimas décadas.

Más adelante, el general Juan José Gómez Ruiz solicitó a la presidenta autorización para que los contingentes comenzaran a desalojar el Zócalo, dando paso a la conclusión del acto con diversas presentaciones culturales.

Durante su participación, Sheinbaum advirtió que “se equivocan aquellos que solicitan intervención extranjera o alianzas contra el gobierno”, señalando que los discursos de odio no coinciden con la postura de la mayoría de la población, a la que ubicó alineada con el proyecto de transformación nacional.

Memoria, participación y los ecos de la Revolución en la actualidad

La conmemoración del inicio de la Revolución Mexicana no sólo revive los hechos fundadores del México contemporáneo; también funciona como un espejo que refleja las desigualdades, aspiraciones, tensiones políticas y demandas ciudadanas del siglo XXI. 

Las transformaciones impulsadas por la lucha armada — como el voto directo, la consolidación de partidos políticos, la educación pública y la discusión sobre derechos políticos de grupos históricamente excluidos — se proyectan hoy en debates sobre representación, legitimidad y justicia social.

El contraste entre el desfile oficial y la movilización de “Generación Z” evidencia que la participación política en México sigue en evolución. Mientras el Estado reafirma una narrativa histórica de unidad nacional, sectores juveniles expresan inconformidades que abren nuevas discusiones sobre libertad de manifestación, seguridad y formas emergentes de organización.

A 115 años del levantamiento maderista, la Revolución continúa siendo un referente social y político. No solo por lo que significó, sino por lo que aún inspira: la búsqueda constante de un país más justo, participativo y consciente de su propia historia

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