Para muchos, México sigue siendo uno de los destinos turísticos más atractivos del mundo: playas, historia, cultura viva, gastronomía y diversidad. El turismo no solo es “la industria sin chimeneas”; es un pilar del desarrollo local y nacional. Sin embargo, cuando el crecimiento no se controla con criterios de justicia, respeto ambiental y equidad social, los abusos emergen como sombras que pueden arruinar la promesa.
Tulum, en Quintana Roo, ha sido uno de los símbolos más visibles de ese desbalance. En sus playas, restaurantes y calles, los turistas han sido objeto de precios injustos, servicios precarios o amenazas. Pero no se trata sólo de un destino; es un aviso: lo que sucede en Tulum puede replicarse en otros rincones del país si no se actúa con responsabilidad.
Este reportaje explora cómo el turismo ha sido un motor poderoso en México, el coste del descuido y los abusos en destinos como Tulum, y hacia dónde podríamos ir si asumimos un turismo con rostro humano.
El turismo en México representa un sector estratégico para la economía nacional. En 2023, el Producto Interno Bruto turístico alcanzó 2 582 001 millones de pesos, lo que representó el 8.6 % del PIB total del país. Además, en términos reales (corregido por inflación), creció 4.4 % respecto al año anterior.
Durante 2024 y proyectándose hacia 2025, varios organismos estiman que la contribución del turismo al PIB seguirá en aumento. Según el WTTC y Oxford Economics, el turismo podría aportar hasta 274.4 mil millones de dólares, correspondientes al 14.9 % del PIB nacional. También se prevé que el sector genere cerca de 8 millones de empleos en México, es decir alrededor del 13.3 % del total de empleos del país.
En cuanto al empleo ya generado, de enero a marzo de 2025 el sector turístico empleó 4 millones 988 mil personas, lo que equivale al 9.2 % del empleo nacional. Esa cifra representa un récord histórico para el sector, pues en ese mismo trimestre se crearon 138 708 nuevos puestos de trabajo en turismo. En comparación con los niveles previos a la pandemia, el empleo turístico creció 10.8 % en cinco años, lo que suma 482 717 empleos adicionales.
No obstante, estos datos esconden un matiz crítico: muchos empleos son informales o precarios. Por ejemplo, en el rubro de agencias de viajes e información turística, casi 46.4 % de los trabajadores se encuentran en la informalidad. En ese mismo sector, los salarios promedio son bajos: se reportan cifras como $8,700 pesos mensuales en el promedio general, aunque hay entidades donde los salarios pueden ser mucho mayores.
Estos contrastes revelan que, aunque el turismo genera oportunidades, también reproduce desigualdades propias de nuestro país si no se acompañan de política pública, capacitación y regulación.
Impacto en cultura y desarrollo local
Más allá del ingreso y empleo, el turismo en México aporta en el plano cultural: permite rescatar tradiciones, revalorizar comunidades indígenas, fomentar el orgullo local y mantener vivo el patrimonio intangible. Cada pueblo mágico, cada zona arqueológica, cada festividad tradicional encuentra público y justificación para conservarse cuando se integran a la oferta turística.
Para muchas comunidades rurales y costeras, el turismo ha sido un puente hacia la modernización de infraestructura: caminos pavimentados, servicios sanitarios, electrificación, conectividad, instalaciones turísticas. Esa mejora de calidad de vida no sería posible solo con agropecuaria o pesca en muchos casos.
Sin embargo, el impacto cultural no es siempre benigno: la llegada masiva de visitantes puede generar gentrificación, desplazamiento del comercio local y erosión de la identidad. La tensión entre modernidad y tradición, entre desarrollo económico y autenticidad, está en el corazón del desafío turístico mexicano.
Tulum como caso representativo: promesa, crisis y denuncia
Aunque México tiene muchos destinos con retos, Tulum se ha convertido en un emblema del desarrollo turístico mal regulado. Lo que alguna vez fue considerado un paraíso casi virgen hoy exhibe síntomas de saturación: precios escandalosos, servicios degradados, agresividad comercial, deterioro ambiental, protestas ciudadanas y caída de afluencia.
Algunos medios han comenzado a hablar de una “crisis en Tulum”. Las calles se ven más vacías, algunos negocios han cerrado y la ocupación hotelera ya muestra signos de baja: del 62.6 % en julio 2025 a 54.2 % entre el 27 de septiembre y el 3 de octubre. De acuerdo con Animal Político, la ocupación hotelera es 17 % inferior respecto al año anterior, debido a factores como precios elevados, abusos de taxistas, inseguridad y restricciones de acceso a las playas.
Uno de los casos más recientes y simbólicos es la decisión de comerciantes de Tulum de pedir disculpas públicas a los turistas por los “malos tratos y precios exorbitantes”. En redes circulan quejas sobre servicios que no coinciden con los costos, cobros excesivos, falta de transparencia, comisiones ocultas y personal agresivo.
Un episodio que también captó atención fue un enfrentamiento entre taxistas tradicionales y un turista en Tulum. Un pasajero defendió al conductor de aplicación cuando un taxista “base” quiso arrebatar el pasaje. Los videos virales revivieron la tensión entre usuarios, taxistas y autoridades locales.
Además, en 2021 se registró un caso doloroso: la detención de una mujer migrante, Victoria Salazar, por policías locales en Tulum que derivó en su muerte. Ese hecho generó indignación internacional y cuestionamientos sobre el manejo de la seguridad y la convivencia social en zonas turísticas. Aunque no es exclusivamente un caso de “turismo”, se ha convertido en símbolo de la vulnerabilidad en destinos saturados.
Por si fuera poco, la contaminación por sargazo y la falta de manejo adecuado del litoral han deteriorado la calidad del paisaje marino, generando olores, aguas turbias y falta de acceso a playas limpias. En muchos casos, el acceso a la costa está permeado por restricciones físicas, concesiones privadas que bloquean paseos públicos o falta de mantenimiento.
¿Cómo afectan estos abusos?
A los turistas: la experiencia se vuelve traumática. Muchos viajan con expectativas de belleza, tranquilidad y cultura, pero se enfrentan a engaños, cobros injustos, servicios deficientes e inseguridad. Cuando regresan a casa, difunden críticas, reseñas negativas o mensajes de advertencia en redes sociales, lo que socava la imagen del destino.
A la comunidad local: los abusos pueden convertir a los habitantes en cómplices o víctimas. Pueden sentirse usurpados por el turismo, desplazados por los precios, perdedores del comercio local frente a grandes cadenas o vendidos al poder económico. Muchos empleos quedan en manos de grandes inversionistas; los pequeños prestadores no pueden competir. Además, la infraestructura —agua, drenaje, residuos, electricidad— queda rebasada por la demanda exagerada.
Al medio ambiente: el crecimiento no regulado genera deterioro ecológico: congestión de residuos, contaminación de aguas, pérdida de vegetación costera, erosión del suelo y destrucción de hábitats. En zonas costeras, el acceso restringido a las playas o su degradación disminuye el valor ecológico, afectando al ecosistema marino y costero.
Para la reputación del destino: el abuso repetido lleva a una imagen desgastada. Un destino pierde su encanto cuando sus visitantes perciben que les están “robando”. En el largo plazo, llegan menos turistas de calidad y crece la sensación de que esa playa “ya no vale lo que cuesta”.
Económicamente: en el corto plazo puede haber ganancias, pero a largo plazo el deterioro social, ambiental y la caída del turismo generan pérdidas. Negocios locales se quiebran, se pierde competencia, y la riqueza se concentra en pocos actores. En el contexto de México, donde la competencia entre destinos es alta, un golpe en la reputación puede ser irreversible.
Para ilustrar esta tensión entre lo prometido y lo vivido, conversé con María González, guía local de tours arqueológicos en la Riviera Maya, originaria de un pueblo cercano a Tulum: “Creí que trabajar en turismo sería una oportunidad; ahora a veces siento que soy la villana. Muchos turistas me preguntan cuánto cuesta ‘meter al cenote’, les respondo el precio justo, pero luego otros locales les cobran tres veces más. El turista se queja a mí, no al abusador. Yo pierdo respeto. Y lo peor: cuando la ocupación baja, me quedo sin ingresos y sin respaldo local. También he visto playas que fueron públicas que ahora tienen accesos controlados, basura flotando, poca limpieza. Me duele ver que vienen turistas de otros países y nos critican cuando no entienden que no todo depende de nosotros. Pero si la autoridad no regula, el exceso gana”.
El testimonio de María refleja la presión moral de quienes viven del turismo pero sienten cómo los abusos desgastan su propio trabajo, su reconocimiento y la relación con la comunidad.
Consecuencias del abuso en destinos turísticos
Pérdida de reputación, Un destino abusado pierde credibilidad. Las plataformas de viajes, blogs, redes sociales reflejan experiencias negativas, reseñas de viajeros molestos o decepcionados y advertencias. Esa mala prensa desincentiva nuevas visitas, especialmente de viajeros que buscan experiencias auténticas y éticas.
Colapso económico local a mediano plazo, cuando los abusos se acumulan y la afluencia baja, los ingresos se desploman. Los negocios pequeños que han sobrevivido al boom se enfrentan a deudas o cierres. Las ganancias dejan de fluir hacia la comunidad local y se concentran en grandes inversionistas, generando fuga de capital.
Deterioro social, la desigualdad crece, se generan tensiones entre habitantes y turistas, aumenta la precariedad laboral y la informalidad. El sentido comunitario puede erosionarse ante la lógica del “vale más quien paga más”. Además, la seguridad se vuelve un problema cuando los servicios públicos no acompañan el desarrollo turístico.
Daño ambiental
Sin regulación ni conciencia, los ecosistemas costeros y terrestres sufren: flora costera desaparece, playas se saturan de residuos, aguas residuales se descargan sin tratamiento, la fauna marina se ve afectada y la calidad del entorno decae. Eso es una de las peores pérdidas, pues el atractivo natural es la base del turismo.
Posibles soluciones y recomendaciones
Para evitar que más Tulum existan en México, se requiere un enfoque integral que combine regulación, participación ciudadana, ética comercial, capacitación y vigilancia permanente. Algunas propuestas:
1. Regulación efectiva con criterios de justicia social y ambiental
- Establecer tarifas máximas oficiales para servicios turísticos en destinos saturados, con transparencia y sanciones reales.
- Limitar el número de concesiones privadas que bloquean el acceso público a playas, asegurar que el litoral siga siendo espacio común.
- Crear zonas con capacidad turística máxima (cupo diario), regulando la llegada de visitantes.
- Regular los precios de transporte local (taxis, transporte de cercanía) para evitar abusos con tarifa discrecional.
2. Fomento de turismo responsable y sustentable
- Certificaciones de turismo responsable para prestadores que respeten criterios sociales, ambientales y económicos locales.
- Promover rutas alternativas (destinos menos saturados) para repartir la presión turística.
- Incentivar la introspección del turista: campañas de sensibilización sobre respeto local, cultura, residuos y uso de recursos.
3. Fortalecimiento institucional y vigilancia continua
- Aumentar la fiscalización local (inspectores, denuncias ciudadanas, multas) con transparencia pública.
- Involucrar a comunidades locales en la supervisión de los servicios turísticos, con mecanismos participativos.
- Establecer observatorios locales de turismo (datos abiertos, seguimiento, retroalimentación).
- Coordinar entre autoridades municipales, estatales y federales para políticas coherentes.
4. Capacitación, profesionalización y empoderamiento comunitario
- Cursos y talleres para prestadores —guías, hoteleros, transportistas— con énfasis en ética, calidad, hospitalidad y ecología.
- Fomentar cooperativas locales, redes comunitarias de turismo donde los beneficios se distribuyan cuidadosamente.
- Incentivos fiscales o apoyos a emprendedores que respeten estándares éticos.
5. Responsabilidad del turista
- Exigir transparencia en precios, preguntar, comparar, denunciar abusos.
- Preferir prestadores locales que cumplan criterios de sostenibilidad.
- Informarse antes de viajar (reglas locales, cultura, límites de servicios).
- Consumir con conciencia: menos souvenirs producidos masivamente, más experiencias auténticas, menos consumo desmedido.
El turismo en México es una gran oportunidad: motor de empleo, de ingreso, de reconocimiento cultural, de desarrollo territorial. Pero esa promesa solo será sostenible si lo entendemos como un bien común y no como una explotación sin límites.
Tulum no debe ser el paradigma de lo que puede suceder cuando se rompe el equilibrio. Sus abusos —turistas con precios inflados, servicios degradados, ambientalismo ausente— son avisos que el resto del país debe escuchar. Como sociedad, tenemos que reclamar destinos con rostro humano, equilibrar el impulso económico con el respeto a la comunidad y al entorno.
Desde una visión humanista, este desafío se vuelve moral: la economía al servicio del bien común, la dignidad humana como centro, la subsidiariedad y la opción preferencial por los más vulnerables. No basta que lleguen turistas; debe importarnos cómo llegan, cómo se tratan y cómo se queda la comunidad.
Llamado a la acción: que cada prestador, autoridad y turista reconozca su responsabilidad. Que en cada trayecto se cuide el barrio, que en cada playa se preserve la arena, que en cada servicio se respete al otro. Si tú vas, pregúntate: “¿Estoy abonando al abuso o al equilibrio? ¿Estoy apoyando un destino vivo o uno que se consume a sí mismo?” México puede tener un turismo sustentable, justo y humano —pero solo si nosotros lo exigimos. #YoSiInfluyo
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