Tripartismo: el modelo olvidado que construyó la paz laboral

El tripartismo tiene sus raíces fundacionales en la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Creada en 1919 tras la Primera Guerra Mundial, la OIT se concibió con un esquema de gobernanza único que incorporó desde el inicio a representantes de gobiernos, empleadores y trabajadores en la toma de decisiones. Las negociaciones que llevaron a su Constitución se realizaron de forma tripartita –incluyendo sindicalistas y organizaciones patronales junto a los gobiernos– lo que sentó un precedente histórico de diálogo social institucionalizado. Esta característica quedó consagrada en el Tratado de Versalles y posteriormente en la Constitución de la OIT, marcando el origen del tripartismo como principio rector de la Organización.

Desde entonces, la OIT se ha distinguido como la única agencia de las Naciones Unidas de naturaleza tripartita, en la que estos tres grupos de actores comparten voz y voto en pie de igualdad. En la Conferencia Internacional del Trabajo, su órgano supremo, cada país miembro está representado por dos delegados gubernamentales, uno de los empleadores y uno de los trabajadores, todos con derecho a hablar y votar de manera independiente. Esto hace de la OIT un foro singular dentro del sistema multilateral: gobiernos, empleadores y sindicatos deliberan conjuntamente sobre normas laborales, políticas sociales y condiciones de trabajo, algo inexistente en otros organismos internacionales. Tal modelo tripartito, inscrito en los cimientos mismos de la OIT, ha desempeñado un papel primordial en la formulación de la política laboral internacional, la promoción de la justicia social y la adopción/seguimiento de normas del trabajo a nivel global.

La relevancia del tripartismo trasciende a la propia OIT. En 1946, la Organización pasó a ser el primer organismo especializado de la recién fundada ONU, lo que afianzó la promoción de sus valores tripartitos en el ámbito internacional. La capacidad de la OIT para sobrevivir a la desaparición de la Sociedad de Naciones y adaptarse al mundo de posguerra y de la ONU se atribuye en gran medida a su base tripartita única. Organismos internacionales como la ONU han respaldado la noción de que el diálogo social inclusivo es clave para el desarrollo sostenible: la Agenda 2030 de las Naciones Unidas incorporó el trabajo decente como uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS 8), reconociendo la importancia de la cooperación entre gobiernos, sector privado y trabajadores. De este modo, la OIT –en coordinación con la ONU– ha impulsado el tripartismo a nivel global, asesorando y apoyando a los Estados miembros para instaurar mecanismos nacionales de diálogo social. La propia OIT “promueve activamente su desarrollo en los Estados Miembros”, evidenciándose en la creciente adopción de consejos y acuerdos tripartitos a escala regional y nacional durante el último siglo. En suma, el tripartismo ha pasado de ser un principio organizativo de la OIT a un valor internacionalmente promovido, entendido como piedra angular de la gobernanza laboral democrática.

El tripartismo involucra a tres actores centrales en el mundo del trabajo: el Estado (gobiernos), los empleadores y los trabajadores, a través de sus organizaciones representativas (asociaciones empresariales y sindicatos). La interacción entre estos actores se da mediante mecanismos de diálogo social institucionalizados o informales, orientados a concertar posiciones en materia de políticas laborales y socioeconómicas. Tanto en el ámbito internacional de la OIT como en el nacional de cada país, el principio es que cada parte tenga igual voz en las deliberaciones y decisiones que afectan al mundo del trabajo.

  • El papel de los gobiernos: Los Estados son responsables de crear un entorno propicio para el diálogo y garantizar el marco legal que lo sustenta. Esto implica reconocer la libertad de asociación, proteger el derecho a sindicación y negociación colectiva, y establecer instancias permanentes de consulta. En la práctica, los gobiernos consultan, negocian e involucran a las organizaciones independientes de empleadores y trabajadores en la formulación de políticas socioeconómicas y laborales que les atañen. Asimismo, brindan a los interlocutores sociales espacios para contribuir activamente en dichas políticas más allá de una participación meramente simbólica. En muchos países existen consejos o comisiones tripartitas (por ejemplo, Consejos Económicos y Sociales, consejos consultivos de los Ministerios de Trabajo, comités nacionales de salario mínimo, etc.) donde el gobierno reúne a empleadores y sindicatos para debatir legislación laboral, fijar políticas salariales o abordar reformas. Estas estructuras facilitan que el gobierno legitime sus decisiones a través del diálogo social y que actúe como mediador buscando equilibrios entre las partes.
  • El papel de los empleadores: Los empleadores se organizan típicamente en cámaras empresariales, federaciones o confederaciones (a nivel nacional) y a nivel internacional a través de la Organización Internacional de Empleadores (OIE), entre otras. Su función en el tripartismo es representar los intereses del sector productivo y defender las políticas y condiciones que requieren las empresas para prosperar. Al participar en pie de igualdad, las organizaciones de empleadores pueden abogar por un entorno favorable a la iniciativa privada –por ejemplo, leyes laborales equilibradas, estabilidad económica, capacitación para una fuerza de trabajo competitiva– a la vez que se comprometen con objetivos sociales comunes. La OIT reconoce a la OIE (fundada en 1920) como el portavoz global de los empleadores, la cual reúne a más de 150 organizaciones empresariales nacionales y representa indirectamente a decenas de millones de empresas. En el ámbito del diálogo social, los empleadores aportan la perspectiva de la viabilidad económica y la generación de empleo, explicando las necesidades empresariales (como competitividad, productividad, adaptación a los mercados) y comprometiéndose a mejoras graduales en condiciones de trabajo. Un beneficio clave de la interacción tripartita es que permite a los empleadores y trabajadores comprender mejor las respectivas necesidades: los empleadores logran que sus empleados entiendan las realidades del mercado y los retos empresariales, mientras los trabajadores comunican sus inquietudes; esto contribuye a forjar enfoques comunes ante problemas de interés compartido.
  • El papel de los trabajadores: Los trabajadores participan a través de sindicatos u organizaciones laborales representativas, agregados a nivel internacional principalmente en la Confederación Sindical Internacional (CSI) u otras agrupaciones sectoriales. Su cometido en el tripartismo es defender los derechos laborales, condiciones dignas de trabajo y salarios justos, dando voz a las preocupaciones de la fuerza laboral. En la OIT, el Grupo de los Trabajadores integra a centrales sindicales de todo el mundo y ostenta la misma capacidad de influencia que gobiernos y empleadores en la adopción de normas y políticas. Históricamente, los sindicatos han sido en muchos países la organización de la sociedad civil más representativa (en cuanto a número de miembros), y gracias al tripartismo esas grandes masas de trabajadores organizados tienen un canal directo para incidir en decisiones nacionales e internacionales. Los representantes de los trabajadores llevan al diálogo social las demandas de justicia social: el cumplimiento de los derechos fundamentales (libertad sindical, no discriminación, abolición del trabajo infantil y forzoso, etc.), la mejora de salarios y prestaciones, la salud y seguridad en el trabajo, entre otros temas. Al participar en instancias tripartitas, los sindicatos pueden influir en las políticas públicas para que atiendan las necesidades de los trabajadores, a la vez que se corresponsabilizan en la búsqueda de soluciones viables. Igual que los empleadores, las centrales de trabajadores deben ser independientes, fuertes y representativas para desempeñar eficazmente su rol; de ahí la importancia de la libertad sindical y de que las organizaciones amplíen su presencia donde la afiliación sea baja.

La dinámica tripartita se materializa en procesos de diálogo social de diverso nivel. Puede tratarse de diálogos tripartitos nacionales, donde el gobierno es parte oficial junto con sindicatos y gremios empresariales, o bien de diálogos bipartitos (empleadores-trabajadores) con intervención estatal indirecta (por ejemplo, negociación colectiva autónoma con apoyo legal). En numerosos países existen Consejos Nacionales de Trabajo o Consejos Económicos y Sociales tripartitos que funcionan como órganos consultivos permanentes; también mesas de concertación ad hoc para pactos específicos (por ejemplo, acuerdos tripartitos de productividad, salario o reformas legislativas). La institucionalidad varía según la realidad nacional, pero comparte elementos: representación tripartita (a veces “tripartismo plus” cuando se integran otros actores como academia u ONG, dependiendo del país), y prácticas de negociación, consulta, intercambio de información y búsqueda de consenso. La OIT fomenta que cada Estado miembro adapte el modelo tripartito a su contexto, pero respetando los principios básicos de diálogo social efectivo: interlocutores sociales legítimos y con capacidad técnica, voluntad política de todas las partes, y respeto pleno a los derechos de asociación y negociación. Cuando estas condiciones se cumplen, los gobiernos pueden consultar y acordar con empleadores y trabajadores políticas públicas sólidas, en vez de imponer unilateralmente medidas que podrían carecer de apoyo. Así, el tripartismo funciona más como un proceso continuo que como un fin en sí mismo: es el método mediante el cual los tres actores discuten y concertan sobre objetivos económicos y sociales, aspirando a lograr acuerdos por consenso que beneficien al conjunto de la sociedad.

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