“Yo iba a la oficina como si fuera una jungla”, recuerda Rodrigo, 31 años, diseñador en una startup tecnológica de CDMX. “Si compartías información, alguien la usaba para lucirse. Los errores se escondían y las juntas eran para culpar, no para resolver”.
Todo cambió cuando la dirección decidió replantear la cultura: se revisaron bonos, se actualizó el código de ética y se implantó una política clara contra el “fuego amigo”. El mensaje fue directo: los resultados ya no se medirían solo por metas individuales, sino por colaboración y cuidado del cliente.
En un mundo hiperconectado, donde los proyectos son cada vez más complejos y multidisciplinarios, la colaboración no es un lujo, es el sistema operativo de las organizaciones. Y la colaboración real solo es posible cuando hay ética y confianza.
La confianza como capital invisible del trabajo en equipo
Equipo sin confianza es grupo de desconocidos. La ética —honestidad, respeto, cumplimiento de compromisos— genera un capital intangible que luego se vuelve muy tangible:
- Estudios sobre trabajo colaborativo muestran que las personas que sienten que trabajan “en equipo” se mantienen en la tarea 64% más de tiempo, reportan más persistencia y mejor desempeño.
- Datos recientes sobre engagement señalan que equipos con alto compromiso logran 21% más rentabilidad y un fuerte impacto positivo en satisfacción del cliente.
Sin ética —sin reglas claras, sin justicia, sin respeto— la colaboración se vuelve simulación: juntas eternas, correos masivos, chats saturados… pero poca confianza para compartir ideas, reconocer errores o pedir ayuda.
La solidaridad y la participación son principios rectores: nadie se salva solo, nadie trabaja aislado. Llevar esos principios al mundo corporativo implica diseñar equipos donde la lealtad al bien común del proyecto pesa más que el lucimiento individual.
Los costos ocultos de la no-colaboración
La falta de ética en el trato cotidiano tiene costos que rara vez se miden en pesos, pero golpean directamente la productividad:
- Pérdida de tiempo por reprocesos, conflictos y malentendidos.
- Desgaste emocional que lleva a ausentismo o “presentismo” (ir a trabajar, pero sin estar mentalmente presente).
- Clientes confundidos porque “nadie se hace cargo” o porque cada área responde otra cosa.
Diversos compilados de estadísticas de colaboración señalan que una mala comunicación y coordinación explica una gran parte de los fracasos de proyectos y que los trabajadores reportan perder hasta varias horas a la semana por fallas de colaboración.
Cuando la ética se diluye, cada área se protege a sí misma, los correos se vuelven herramientas de defensa jurídica y los chats un archivo de culpas. La empresa deja de ser comunidad de trabajo y se convierte en arena de supervivencia.
En una empresa mexicana de servicios financieros, los equipos de ventas, operaciones y cumplimiento vivían enfrentados. Cada quien cuidaba “su” indicador, aunque eso significara afectar al cliente o a otra área.
“Un día nos detonó un caso: por no compartir información a tiempo, una familia perdió la ventana para acceder a un crédito con mejor tasa”, relata Karla, 33 años, ejecutiva comercial. “Fue un golpe fuerte. Nos dimos cuenta de que estábamos traicionando nuestra razón de ser”.
A partir de ese caso, la dirección:
- Revisó el código de ética para incluir deberes específicos de colaboración y transparencia interna.
- Rediseñó los bonos, integrando metas compartidas de satisfacción del cliente.
- Implantó espacios quincenales de “post-mortem ético”: revisar proyectos fallidos no solo por indicadores, sino por fallas de colaboración y valores.
En un año, la empresa reportó:
- Menos conflictos entre áreas.
- Mejores tiempos de respuesta al cliente.
- Más satisfacción interna medida en encuestas.
Karla concluye: “La ética nos obligó a dejar el ego y recordar para qué existe la empresa. Dejó de ser ‘mi cartera’ para volver a ser ‘nuestros clientes’”.
La ética como habilitadora de la seguridad psicológica
La literatura sobre liderazgo colaborativo y clima organizacional insiste en un concepto clave: seguridad psicológica. Es la sensación de poder hablar, preguntar, proponer y admitir errores sin miedo a ser humillado o castigado injustamente
Esta seguridad no se construye con slogans, sino con conductas éticas:
- No ridiculizar al que se equivoca, sino ayudarle a corregir.
- No apropiarse de las ideas de otros.
- No usar la información para chantajear o manipular.
Cuando Millennials y Centennials encuentran equipos con seguridad psicológica, florece lo mejor de su talento: creatividad, pensamiento crítico, capacidad de aprender rápido. Cuando no la encuentran, se desconectan, se protegen o se van.
El trabajo en equipo es una cuestión ética, no solo técnica
Hablar de colaboración sin hablar de ética es como construir un edificio sin cimientos. La serie de datos y testimonios lo confirma:
- La colaboración genuina aumenta persistencia, desempeño y rentabilidad.
- La falta de ética en el trato diario dispara conflictos, pérdidas de tiempo y frustración.
- Una cultura basada en la dignidad, la solidaridad y el bien común, hace posible la seguridad psicológica que exige el trabajo complejo del siglo XXI.
El siguiente artículo de la serie profundizará en un tema crítico para México y para las empresas que quieren trascender: cómo la ética reduce la rotación y se convierte en imán de talento joven que busca trabajar con sentido.
Facebook: Yo Influyo
comentarios@yoinfluyo.com





