La pandemia de COVID-19 no solo desató una emergencia sanitaria sin precedentes: también evidenció las grietas profundas en el sistema de salud mexicano, muchas de las cuales ya existían, pero se agravaron brutalmente entre 2020 y 2022. A ello se sumó una crisis de desabasto de medicamentos que expuso vulnerabilidades estructurales, fallas de gestión y dilemas éticos que marcarán una generación entera.
¿Qué pasa cuando el derecho a la salud se convierte en una promesa rota? ¿Qué ocurre con los más débiles cuando faltan vacunas, antirretrovirales o quimioterapias? Este reportaje aborda no solo los datos, sino también los rostros y valores detrás de una de las etapas más dolorosas para la salud pública en México.
COVID-19 en México: cifras, contexto y decisiones
México registró, al 1 de agosto de 2025, más de 7 millones de casos confirmados de COVID-19 y cerca de 334 mil defunciones oficiales. Sin embargo, estudios de exceso de mortalidad —como los del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME)— estiman que la cifra real supera las 600 mil muertes, colocándonos entre los países con mayor impacto proporcional del mundoIHME, 2023】.
Las razones fueron múltiples: una alta prevalencia de comorbilidades (72% de adultos con sobrepeso u obesidad, 14% con diabetes), urbanización masiva, y una estrategia federal centrada en medidas voluntarias más que coercitivas. “El cubrebocas no sirve para todos”, llegó a decir el presidente López Obrador en abril de 2020, minimizando su uso. Esta postura generó críticas de instituciones como el Instituto Nacional de Salud Pública y la UNAM.
No obstante, sectores amplios de la población optaron por cuidarse: la movilidad urbana disminuyó en momentos críticos y se generalizó el uso del cubrebocas en espacios públicos, según datos de Google Mobility Reports y el Observatorio Ciudadano de la Pandemia.
Héroes en bata blanca y carencias inaceptables
Durante la emergencia, más de 4,000 trabajadores de la salud fallecieron por COVID-19 en el cumplimiento de su deber. Hospitales desbordados, turnos de 24 horas y falta de insumos como cubrebocas N95 marcaron los primeros meses. “Teníamos que improvisar batas con bolsas de basura”, relató la enfermera Lorena Cruz, del Hospital General de Ecatepec.
A pesar de ello, se logró triplicar el número de camas con ventilador y se reconvirtieron espacios como el Autódromo Hermanos Rodríguez. La cooperación internacional también fue clave: llegaron ventiladores de Estados Unidos, vacunas de Rusia y China, y se consolidó una alianza con Argentina para producir AstraZeneca en América Latina.
Vacunas: esperanza logística y solidaridad ciudadana
El despliegue de vacunación en México inició en diciembre de 2020 con personal de salud y adultos mayores. Al cierre de 2021, el 70% de los adultos contaban con al menos una dosis y, al 2025, más del 85% de la población mayor de cinco años tiene esquema completo.
El operativo incluyó a las Fuerzas Armadas y a miles de jóvenes voluntarios en las “Brigadas Correcaminos”. Estas escenas de solidaridad —adultos mayores acompañados por vecinos, jóvenes ayudando a registrar personas sin internet— dieron testimonio de la capacidad de respuesta social ante la adversidad.
“La vacuna me la puso una chavita con toda la paciencia del mundo”, recuerda don Alfredo, jubilado de 74 años en Pachuca. “Ese día sentí que no todo estaba perdido”.
La otra pandemia: el desabasto de medicamentos
Si la COVID-19 fue una ola visible, el desabasto fue una corriente subterránea que arrasó con miles de tratamientos. Según el colectivo Cero Desabasto, 2021 marcó un pico sin precedentes en reportes ciudadanos de falta de medicamentos esenciales: quimioterapias, antiepilépticos, antirretrovirales y vacunas básicas como la BCG para recién nacidos.
Los motivos fueron múltiples:
- Cambios en el esquema de compras públicas (centralización en Hacienda, luego con la UNOPS).
- Rechazo de farmacéuticas a licitaciones por precios bajos o trámites excesivos.
- Disrupciones en cadenas globales de suministro.
- Fallas logísticas: mientras almacenes federales tenían cajas, clínicas rurales estaban vacías.
“Mi hijo tenía cáncer y nos tocó peregrinar por seis hospitales buscando vincristina”, cuenta Leticia R., madre en Guadalajara. “Al final la compramos en Estados Unidos con ayuda de una colecta, pero otras familias no pudieron”.
Reconocer fallas… y maquillar datos
En octubre de 2021, el secretario de Salud, Jorge Alcocer, reconoció públicamente que la distribución de medicamentos era el “talón de Aquiles”. En respuesta, se modificó el indicador de abasto por uno de “recetas surtidas” —lo cual fue señalado por organizaciones como IMCO y México Evalúa como una forma de maquillar la realidad.
El nombramiento del General Jens Lohmann al frente de BIRMEX, apoyado por el Ejército, fue un intento de corregir el rumbo. La compra internacional a países como Argentina, India y Corea alivió temporalmente el problema, pero no lo erradicó.
Consecuencias humanas y éticas del desabasto
Las consecuencias no se miden solo en cifras: pacientes interrumpieron tratamientos, familias vendieron pertenencias para comprar medicinas privadas, y muchos perdieron la esperanza en el sistema público. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos emitió varias recomendaciones urgentes al gobierno, recordando que el desabasto vulnera el derecho constitucional a la salud.
La dignidad humana exige que cada persona tenga acceso a los bienes básicos, como la salud, y que el bien común implica atender primero a los más vulnerables. “Que no se repita nunca más lo que vivieron los niños con cáncer”, dijo el cardenal Carlos Aguiar Retes en una misa por las víctimas del desabasto en 2022.
¿Qué hemos aprendido?
A finales de 2023 y durante 2024, bajo el modelo IMSS-Bienestar, el abasto de medicamentos comenzó a mejorar. El modelo híbrido de compras —combinando licitaciones internacionales y acuerdos directos con farmacéuticas— permitió restablecer parte del suministro.
Sin embargo, la confianza de los usuarios quedó fracturada. Colectivos como Nosotrxs y Cero Desabasto siguen exigiendo:
- Publicación de datos abiertos por hospital.
- Auditorías ciudadanas.
- Transparencia en contratos.
- Participación de pacientes en el diseño de políticas públicas.
Salud, justicia y futuro
La crisis sanitaria por COVID-19 y el desabasto de medicamentos pusieron a prueba no solo al sistema de salud, sino también a los valores éticos de la sociedad mexicana. Hubo errores de gestión, sí, pero también gestos de heroísmo y solidaridad.
La Iglesia Católica, a través del Papa Francisco, nos recordó que “de una crisis no se sale igual: se sale mejor o peor, pero no igual”. El reto de México es claro: que el dolor vivido se convierta en motor de reforma y no en motivo de resignación.
El sistema de salud necesita ser rediseñado con visión de justicia, dignidad y bien común. Porque ningún mexicano —ni hoy ni mañana— debería morir por no haber una medicina disponible.
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