La intersección entre música y crimen organizado en México ha alcanzado un nuevo punto crítico. El pasado 1 de agosto, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos anunció sanciones económicas contra cuatro individuos vinculados al Cártel del Noreste, entre ellos un nombre que ha resonado con fuerza en plataformas como YouTube y Spotify: el rapero Erick Aragón, mejor conocido como El Makabelico. Según la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés), el artista habría usado su carrera musical para lavar dinero procedente del narcotráfico, llegando a canalizar hasta el 50 % de sus ingresos hacia operaciones delictivas.
Estas sanciones, emitidas bajo la Ley de Designación de Cabecillas del Narcotráfico (Kingpin Act), congelan cualquier activo en territorio estadounidense que los sancionados posean y prohíben a ciudadanos o empresas de EE.UU. realizar transacciones con ellos. Pero más allá de lo financiero, el golpe abre una discusión necesaria: ¿dónde termina la expresión artística y dónde comienza la apología y colaboración con el crimen?
Narcomúsica 2.0: de los corridos tumbados al trap criminal
La narcomúsica ha existido desde hace décadas, con exponentes que glorifican la figura del sicario, el jefe del cartel o la vida ostentosa ligada al narco. Sin embargo, en los últimos años ha evolucionado: del corrido tradicional al trap, el drill y el rap, géneros con fuerte arraigo urbano que ahora también son instrumentos para operaciones criminales.
“El caso de El Makabelico representa una nueva etapa, en la que no solo se idealiza la figura del narcotraficante, sino que el propio producto musical se convierte en mecanismo de lavado”, explicó en entrevista para YoInfluyo la doctora Leticia Calderón, investigadora del Instituto Mora especializada en violencia y juventud. “Hay una estetización del crimen, pero también una estructura económica detrás que se beneficia de los likes, los conciertos, las regalías y el flujo de efectivo sin control”, añadió.
Según el comunicado oficial de la OFAC, El Makabelico habría utilizado sus ganancias para adquirir bienes, pagar servicios del cartel y canalizar dinero ilícito a través de giras y eventos, principalmente en el norte del país. Junto a él fueron sancionados otros tres operadores financieros del Cártel del Noreste: Luis Gerardo Flores Meza, Gerardo Meza Ramos y Carlos Raúl Ríos González, quienes facilitaban estas operaciones.
¿Quién es El Makabelico?
Erick Aragón, originario de Tamaulipas, se hizo popular en el norte de México por su estilo crudo, directo y abiertamente agresivo, con letras que hacen referencia explícita al poder de los carteles, armas de alto calibre y enfrentamientos. Su canal oficial en YouTube acumula millones de reproducciones, y hasta antes de las sanciones, su música estaba disponible en todas las plataformas digitales.
En temas como “Comandante Makabelico”, “Cero Sentimientos” o “Controlamos el terreno”, el artista no solo narraba escenas del mundo criminal: se autodescribía como parte de ese entramado. Para muchos jóvenes, sus videos eran una ventana al “poder real”, al margen de la ley.
“Yo lo escuchaba porque decía las cosas como son, no como los políticos”, confiesa Fernando López, un joven de 22 años originario de Monterrey. “Pero después de ver lo que salió en las noticias, sí me hizo pensar que quizás no era solo música. Tal vez sí estaba metido”.
El Cártel del Noreste: expansión y propaganda
El Cártel del Noreste (CDN), una escisión del sanguinario grupo de Los Zetas, opera principalmente en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, y ha sido señalado por autoridades de ambos países como uno de los más violentos. Sus operaciones incluyen narcotráfico, secuestro, extorsión y control territorial. Pero su novedad ha sido la construcción de una narrativa digital: presencia en redes sociales, música propia y hasta distribución de propaganda mediante plataformas tecnológicas.
“La música, en estos casos, no solo representa una estética cultural, sino una herramienta de poder. Es una forma de afirmar presencia, intimidar a rivales y cooptar a jóvenes”, señala el periodista Ioan Grillo, autor del libro El narco: dentro de la insurgencia criminal mexicana.
No es casualidad, entonces, que El Makabelico se haya convertido en una especie de portavoz musical del CDN. Su influencia en barrios marginados y zonas controladas por el cartel ha sido descrita como una mezcla de arte y adoctrinamiento.
Lavado de dinero: la otra cara del espectáculo
El lavado de dinero a través de la música no es un fenómeno nuevo, pero las cifras reveladas en este caso preocupan por su magnitud: según estimaciones del Departamento del Tesoro, hasta la mitad de los ingresos generados por el rapero provenían de actividades ilícitas o eran reutilizados para fortalecer las finanzas del cartel.
“El circuito funciona así: se organizan conciertos o eventos donde se pagan boletos en efectivo, sin factura; se venden mercancías sin control fiscal; se generan regalías desde plataformas internacionales que luego se reinvierten en servicios del cartel”, explica Luis Arturo Bárcena, consultor en seguridad y exoficial del SAT.
De acuerdo con la DEA, se han detectado esquemas similares en otros géneros, incluidos los corridos tumbados y el regional urbano. Pero este caso, al involucrar sanciones internacionales, marca un precedente inédito.
¿Arte criminal o libertad de expresión?
El caso también reaviva el debate sobre los límites de la libertad artística. ¿Debe sancionarse penalmente una canción? ¿O solo cuando se demuestra que detrás de la música hay estructuras criminales activas?
El arte es un medio legítimo de expresión humana, pero debe estar al servicio de la verdad, la dignidad humana y el bien común. Cuando la música se convierte en vehículo de violencia, odio o manipulación, deja de ser arte para transformarse en propaganda del mal.
“El desafío está en construir una cultura donde la legalidad, la justicia y la belleza vayan de la mano”, reflexiona el sacerdote jesuita José Juan Cervantes, quien trabaja con jóvenes en situación de riesgo. “No podemos normalizar la violencia porque tiene ritmo. Necesitamos ofrecer modelos alternativos que canten vida, no muerte”.
Más allá de las sanciones
La decisión del gobierno de EE.UU. de sancionar a El Makabelico y sus colaboradores marca un punto de inflexión en la lucha contra el narcotráfico. No se trata solo de decomisar cuentas o bloquear conciertos: es una señal de que la cultura también puede ser campo de batalla, y que los flujos financieros del crimen deben cortarse desde todos sus frentes, incluidos los más inusuales.
Para México, esto representa un reto doble: por un lado, fortalecer la fiscalización y monitoreo de actividades culturales que podrían estar infiltradas por el narco; y por otro, invertir en proyectos artísticos auténticos que promuevan valores, identidad y resiliencia social.
“Yo sigo rapeando”, dice Víctor “El Norteño” Ruiz, un artista independiente que también canta sobre la vida en el barrio. “Pero lo hago para contar historias reales, no para alabar a los que matan a nuestros vecinos. La música puede cambiar vidas, si la usamos bien”.
Porque en tiempos oscuros, no todo lo que suena fuerte es arte. Y no todo lo que rima… es poesía.
Facebook: Yo Influyo
comentarios@yoinfluyo.com