La migración es una constante en la historia humana, es un movimiento que ha moldeado civilizaciones, economías y culturas desde tiempos remotos. En la actualidad, lejos de ser un proceso aislado, representa uno de los grandes desafíos y oportunidades del siglo XXI.
Ante esta realidad, la Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó en el año 2000 el Día Internacional del Migrante, con el propósito de visibilizar la importancia de proteger los derechos de millones de personas que, por necesidad o elección, deciden cruzar fronteras en busca de un futuro distinto.
De la proclamación a la conmemoración global
El 4 de diciembre del año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante, en respuesta al crecimiento de flujos migratorios alrededor de todo el mundo. La fecha no fue una casualidad – pues una década antes – ese mismo día en 1990, se había adoptado la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares.

6 años después, un Diálogo de Alto Nivel sobre la Migración Internacional y el Desarrollo reunió a 132 Estados Miembros, destacando que la migración es un fenómeno creciente que puede aportar beneficios tanto a países de origen como de destino, siempre que se respete la dignidad y los derechos fundamentales de quienes migran.
Además de esta fecha oficial, distintas naciones han creado celebraciones propias. En Estados Unidos, por ejemplo, se estableció en junio de 2014 el Mes de la Herencia Inmigrante, impulsado por la organización Welcome.us, para resaltar las contribuciones de los migrantes en la historia del país norteamericano. En Argentina, desde 1949, se conmemora el Día Nacional del Inmigrante cada 4 de septiembre, en reconocimiento a quienes conformaron parte de su identidad nacional.
Migraciones que cambiaron el rumbo de la historia
La historia de la humanidad está marcada por procesos migratorios. Desde las primeras salidas de homínidos africanos hace 1,7 millones de años, hasta el poblamiento de América hace 15,000 años a través del estrecho de Bering, el desplazamiento ha sido motor de adaptación y supervivencia en las sociedades.
En tiempos modernos, nuestro país ha sido una nación profundamente atravesada por la migración. Mucho antes de la definición de fronteras en 1848, trabajadores mexicanos ya cruzaban hacia Estados Unidos en busca de empleo. Programas como el Bracero (1942-1964) consolidaron este patrón, que con el tiempo se diversificó hacia flujos irregulares y de tránsito.
El camino migrante en México también ha dejado testimonio de riesgos. Viajes sobre “La Bestia”, extorsiones de grupos criminales y abusos a lo largo del territorio, reafirman este hecho. Según el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía, cerca de 25 millones de personas nacidas en América Latina y el Caribe residen fuera de sus países. Estados Unidos ha sido el principal receptor: desde los años noventa albergaba ya unos 7 millones de migrantes de la región.

La Declaración de Nueva York para los Refugiados y Migrantes, enfatizó la necesidad de salvar vidas y proteger derechos, comprometiendo a los países a garantizar educación para niños migrantes, prevenir la violencia de género y reconocer la contribución económica y social de la migración.
Migración como motor cultural y económico
El fenómeno migratorio no solo responde a la búsqueda de mejores condiciones de vida, también enriquece las sociedades de acogida. Según la Organización Internacional para las Migraciones, en 2019 se contabilizaron cerca de 272 millones de migrantes internacionales, es decir, el 3.5% de la población mundial.
Los aportes son múltiples, pues los migrantes llenan vacíos en los mercados laborales, impulsan la innovación y ayudan a sostener economías con poblaciones envejecidas. Las remesas constituyen otra vía de impacto; pues éstas financian hogares en los países de origen y fomentan el desarrollo local.
La cultura es otro de los factores claves. Migrar significa convivir con lo distinto, aprender nuevas costumbres y enriquecer identidades. La migración permite intercambios que se reflejan en la gastronomía, las artes y la vida cotidiana de las comunidades.
Celebrar para visibilizar
Cada 18 de diciembre, organismos internacionales, gobiernos y asociaciones civiles realizan actividades conmemorativas que incluyen festivales, muestras artísticas y campañas mediáticas. La finalidad es promover valores como inclusión, respeto y diversidad, al tiempo que se contrarrestan estigmas y expresiones de xenofobia.
Ejemplos como el Mes de la Herencia Inmigrante en Estados Unidos, muestran que estas conmemoraciones van más allá de la festividad. Buscan derribar estereotipos y fomentar el entendimiento intercultural.
En diferentes países se organizan ferias gastronómicas, exposiciones y actividades comunitarias en las que los propios migrantes son protagonistas, compartiendo historias y tradiciones que fortalecen los lazos sociales.

La migración en el presente: oportunidades y desafíos
La gestión segura de la migración puede convertirse en una herramienta de desarrollo. Muchas economías avanzadas dependen de trabajadores migrantes para cubrir labores desatendidas por la población local. Sin embargo, la desigualdad estructural y el envejecimiento poblacional son factores que continúan presionando los flujos migratorios.
Ejemplos en América Latina demuestran la magnitud de este impacto. En Chile, la CEPAL reportó que, en 2017, los inmigrantes representaban apenas el 3.5% de la fuerza laboral, pero aportaban un 11.5% al crecimiento económico del país entre 2009 y 2017.
Las remesas, en tanto, se han multiplicado. La OIM señala que entre 2000 y 2022 crecieron más del 650%, convirtiéndose en fuente crucial de ingresos para millones de familias. En regiones como América Latina, donde se proyecta un envejecimiento poblacional significativo para 2050, la llegada de migrantes jóvenes se perfila como un factor que sostendrá los sistemas económicos y sociales.
Políticas y perspectivas hacia la inclusión
En México, instituciones como el Instituto Nacional de Migración y los Grupos Beta de Protección al Migrante trabajan en la atención humanitaria y la defensa de derechos. Sin embargo, persisten retos importantes a nivel estructural, los cuales son: invisibilidad de comunidades migrantes, falta de transversalidad en políticas públicas y desconocimiento de leyes por parte de autoridades locales.
El acceso a la educación es otro desafío. En muchos casos, las personas migrantes encuentran obstáculos para inscribir a sus hijos por falta de documentos de identidad o porque los funcionarios desconocen los marcos legales que garantizan ese derecho.
De cara al futuro, organismos internacionales y gobiernos coinciden en que la educación, la interculturalidad y la protección integral de los derechos humanos deben ser los ejes de una migración más justa e inclusiva.
Migrar, un derecho en construcción
La conmemoración del Día Internacional del Migrante recuerda que este fenómeno no puede reducirse a cifras ni a políticas temporales. Implica vidas, historias y aportaciones que enriquecen a las sociedades. A pesar de los avances en marcos normativos y en la generación de espacios de diálogo, persisten retos estructurales como la discriminación, la falta de acceso a derechos básicos y la invisibilización de comunidades migrantes.
Hoy, cuando la migración se reconoce como un motor económico, cultural y demográfico, la verdadera tarea está en transformar la narrativa que la rodea, basada en un problema a contener, a una oportunidad que demanda inclusión y respeto. Solo bajo ese enfoque será posible que las conmemoraciones trasciendan el simbolismo y se conviertan en acciones que garanticen la dignidad y la justicia para quienes, en movimiento, siguen escribiendo la historia de la humanidad.
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