México ante el reto de erradicar la pobreza extrema

México, la segunda economía más grande de América Latina, enfrenta un dilema persistente: crecer sin dejar atrás a los más pobres. De acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 2022 el 36.3% de la población mexicana vivía en situación de pobreza, lo que equivale a más de 46 millones de personas. Aunque el país ha mostrado avances en la reducción de la pobreza extrema en décadas recientes, aún se mantiene la desigualdad estructural.

El Banco Mundial sostiene que erradicar la pobreza extrema en México no solo es un objetivo deseable, sino alcanzable, siempre que se logren cambios profundos en tres frentes: crecimiento inclusivo, políticas sociales más eficientes e inversión sostenida en infraestructura. Este artículo explora estas recomendaciones, sus implicaciones y las voces de especialistas y ciudadanos que enfrentan la desigualdad en su vida diaria.

Crecimiento inclusivo: la clave de la participación equitativa

El Banco Mundial señala que el crecimiento económico por sí solo no garantiza una mejora en el bienestar de la población. En México, los beneficios del crecimiento han sido históricamente desiguales. La integración de más mujeres al mercado laboral, la mejora de las condiciones en los hogares rurales y la formalización del empleo son ejes esenciales.

Actualmente, la participación laboral femenina en México es de apenas 45%, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), muy por debajo del promedio de la OCDE, que supera el 60%. “El país está desaprovechando el potencial productivo de la mitad de su población”, afirmó recientemente Gabriela Ramos, subsecretaria general de la UNESCO, en un foro de políticas públicas en Ciudad de México.

En las comunidades rurales, los desafíos son aún más profundos. Juan Hernández, campesino en Oaxaca, relata: “Trabajo desde los 10 años en el campo y nunca he tenido seguridad social. Mis hijos migraron porque aquí no había oportunidades. Si hubiera apoyos reales para el campo, otro sería nuestro destino”.

La informalidad laboral, que afecta a más del 55% de los trabajadores, representa otra trampa estructural. Sin acceso a seguridad social ni estabilidad, millones de mexicanos permanecen atrapados en un ciclo de precariedad.

Políticas sociales más eficientes: rediseñar para incluir

México cuenta con programas sociales de amplio alcance, como la Pensión para el Bienestar de los Adultos Mayores y las becas Benito Juárez. Sin embargo, expertos señalan que su diseño y focalización aún dejan huecos.

En palabras de Gonzalo Hernández Licona, exsecretario ejecutivo del CONEVAL: “Los programas sociales han logrado reducir la pobreza extrema en ciertas zonas, pero no atacan las causas estructurales. Necesitamos políticas progresivas que fortalezcan capacidades productivas, no solo transferencias”.

El Banco Mundial recomienda ampliar la cobertura y hacer más eficientes estos programas. El reto es evitar duplicidades y garantizar que los recursos lleguen a quienes realmente los necesitan. Además, sugiere que los programas se integren con políticas de empleo, educación y salud para que las transferencias se traduzcan en movilidad social real.

María López, madre soltera de tres hijos en el Estado de México, comparte su experiencia: “Las becas ayudan, pero no alcanzan. Si mis hijos no tuvieran que viajar dos horas para llegar a la escuela y si hubiera médicos cerca, la vida sería distinta”. Su testimonio refleja la necesidad de complementar la ayuda económica con servicios públicos básicos.

Inversión en infraestructura: cerrar las brechas estructurales

El tercer eje identificado por el Banco Mundial es la inversión sostenida en infraestructura. En un país donde aún persisten grandes carencias en salud, educación y seguridad social, estas inversiones son fundamentales para romper el círculo de la pobreza.

La pandemia de COVID-19 evidenció la fragilidad del sistema de salud mexicano. Según la Secretaría de Salud, el país tiene apenas 2.4 médicos por cada mil habitantes, cuando la recomendación de la Organización Mundial de la Salud es de 4. Además, hay regiones completas donde los hospitales más cercanos se encuentran a más de 50 kilómetros.

En educación, aunque la cobertura ha mejorado, la calidad sigue rezagada. La prueba PISA 2022 mostró que los estudiantes mexicanos se encuentran 2 años escolares por detrás de sus pares de la OCDE en matemáticas y comprensión lectora. Sin infraestructura educativa adecuada, los jóvenes enfrentan barreras insalvables para competir en un mundo globalizado.

En seguridad social, la falta de cobertura afecta al menos a 30 millones de trabajadores. Esto significa que, en caso de enfermedad o desempleo, dependen únicamente de sus ahorros o de redes familiares, profundizando la desigualdad.

El desarrollo no es únicamente económico, sino humano e integral. San Juan Pablo II señalaba en Centesimus Annus que el progreso debe poner a la persona en el centro, garantizando condiciones dignas de trabajo, educación y salud. En la misma línea, el Papa Francisco ha insistido en que “el crecimiento económico debe ser inclusivo, para que todos los hombres y mujeres tengan la posibilidad de desarrollar sus capacidades”.

Este enfoque humanista coincide con el llamado del Banco Mundial: la necesidad de que los frutos del crecimiento lleguen a todos, especialmente a los más vulnerables.

Erradicar la pobreza extrema en México es un reto mayúsculo, pero posible. El Banco Mundial ofrece un diagnóstico claro: crecimiento inclusivo, políticas sociales eficientes e inversión en infraestructura.

No obstante, la responsabilidad final recae en el Estado mexicano, en sus ciudadanos y en las empresas, que deben asumir la corresponsabilidad social. Apostar por la inclusión de las mujeres, la dignificación del trabajo rural, la formalización laboral y la mejora de los servicios básicos son tareas urgentes para avanzar hacia un México más justo.

Como expresa Rosa Martínez, joven trabajadora de una maquila en Ciudad Juárez: “Lo único que pedimos es igualdad de oportunidades. Queremos demostrar que podemos salir adelante, pero necesitamos que el país también crea en nosotros”.

La voz de Rosa resume la aspiración de millones: un México donde el crecimiento no sea privilegio de unos pocos, sino un bien compartido por todos.

 

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