Hablar de pobreza en México no es un ejercicio meramente numérico, sino una aproximación a la realidad de millones de personas que viven cada día con carencias que vulneran su dignidad. Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2022 46.8 millones de mexicanos se encontraban en situación de pobreza, es decir, cerca del 36% de la población. De ellos, 9.1 millones vivían en pobreza extrema, con limitaciones que comprometen no solo su presente, sino la posibilidad misma de soñar con un futuro mejor.
En medio de este panorama, la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) ofrece un marco ético para mirar la pobreza no solo como una estadística, sino como una herida en el cuerpo social. Nos invita a reconocer a cada persona como “otro yo” y a responder con solidaridad y subsidiariedad. Este artículo explora cómo, a través de ese lente, México puede pasar de la indiferencia a la acción transformadora.
Rostros detrás de las cifras
María Teresa, madre soltera en Oaxaca, comparte su realidad: “Trabajo limpiando casas tres veces a la semana. Apenas gano 1,200 pesos, y con eso debo mantener a mis dos hijos. A veces me pregunto si algún día ellos tendrán oportunidades que yo no tuve.”
Su historia refleja la precariedad de más de 20 millones de mujeres que forman parte de la economía informal, sin seguridad social ni acceso garantizado a servicios básicos. Como señala la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las mujeres y los pueblos indígenas son quienes enfrentan mayores tasas de exclusión y discriminación.
La pobreza como herida estructural
La pobreza en México no se reduce a la falta de ingreso. Coneval la mide a través de un enfoque multidimensional que incluye seis indicadores: rezago educativo, acceso a salud, seguridad social, calidad y espacios de vivienda, servicios básicos y acceso a la alimentación. Ahora veremos qué sucede con las nuevas mediciones del INEGI.
El informe de 2022 revela avances limitados: mientras se redujo ligeramente el rezago educativo, aumentó el número de personas sin acceso a la seguridad social y a la salud. La pandemia de COVID-19 agudizó las carencias: más de 15 millones de mexicanos perdieron acceso a servicios médicos públicos tras la desaparición del Seguro Popular y la fallida implementación del Insabi.
El economista Gerardo Esquivel ha advertido: “En México no solo enfrentamos pobreza por ingresos, sino un estancamiento en la movilidad social que condena a generaciones enteras a repetir la condición de sus padres.”
DSI: dignidad, solidaridad y subsidiariedad como claves
La Doctrina Social de la Iglesia no propone políticas públicas específicas, pero sí ofrece principios que iluminan el camino.
- Dignidad humana: toda persona merece condiciones para vivir plenamente. En palabras de san Juan Pablo II: “La pobreza atenta contra la dignidad, porque impide desarrollar los talentos dados por Dios.”
- Solidaridad: implica una opción preferencial por los pobres. No es una postura ideológica, sino un mandato ético que exige voltear la mirada hacia los más frágiles. Como recuerda el papa Francisco en Fratelli tutti: “Mientras haya hambre en el mundo, no podemos llamarnos verdaderamente humanos.”
- Subsidiariedad: significa que las soluciones deben construirse desde abajo, fortaleciendo comunidades, familias y organizaciones civiles, complementando la acción del Estado pero sin sustituirla.
Pobreza y valores mexicanos
México se caracteriza por una cultura profundamente comunitaria. La solidaridad no es ajena a nuestras raíces: desde las tequios en Oaxaca hasta las faenas en comunidades rurales, la tradición de ayudarse mutuamente forma parte del ADN nacional. Sin embargo, la modernidad urbana ha debilitado esos vínculos, reemplazándolos con individualismo y competencia.
Rescatar la dignidad del trabajo, la centralidad de la familia y la corresponsabilidad comunitaria puede ser la base para enfrentar la pobreza desde lo que somos como nación.
Carlos, joven de 22 años en Nezahualcóyotl, relata: “Dejé la universidad porque no me alcanzaba para el transporte y los materiales. Ahora trabajo en una pizzería. Sueño con regresar a estudiar, pero siento que cada año se hace más difícil.”
Su voz se suma a la de miles de jóvenes que forman parte de los llamados Ninis. Según el Inegi, en 2023 había más de 4.5 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan. Detrás de cada cifra hay un talento desperdiciado y una oportunidad perdida para el país.
La corresponsabilidad social
Combatir la pobreza no es tarea exclusiva del Estado. Las empresas, las organizaciones de la sociedad civil y las familias tienen un papel fundamental. La iniciativa privada, por ejemplo, puede generar empleos dignos y justos; la sociedad civil puede tender redes de apoyo en comunidades; y las familias, aun en la precariedad, son el primer refugio de cuidado y transmisión de valores. El papa Benedicto XVI lo resumió en Caritas in Veritate: “El desarrollo integral de la persona no puede lograrse sin una mirada de amor y verdad hacia el otro.”
Pistas para un futuro distinto
- Inversión en educación: asegurar permanencia escolar en todos los niveles.
- Acceso universal a salud y seguridad social: condición mínima de dignidad.
- Economía solidaria y local: promover cooperativas y proyectos comunitarios.
- Políticas públicas con enfoque en infancia: la pobreza infantil genera pobreza futura.
- Fomento a la participación ciudadana: sin ciudadanía activa, la pobreza se perpetúa.
La pobreza nos interpela
La pobreza en México no es una estadística distante: es un llamado urgente a construir un país donde la dignidad humana sea el centro. Desde la DSI, la solidaridad y la subsidiariedad no son ideas abstractas, sino exigencias éticas que pueden orientar políticas, empresas y familias hacia un horizonte distinto.
Como dijo recientemente doña Lupita, líder comunitaria en Chiapas: “La pobreza no se vence con discursos, se vence cuando dejamos de ver a los pobres como números y los reconocemos como hermanos.”
México tiene los recursos, la creatividad y los valores necesarios. Lo que falta es la decisión colectiva de colocar la dignidad de cada persona en el corazón de la vida nacional.
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