Madres contra el silencio de México

“Cada madrugada me levanto con una sola esperanza: encontrar a mi hijo, aunque sea sus huesos, para poder enterrarlo con dignidad”, cuenta María Herrera, madre de cuatro hijos desaparecidos y fundadora de un colectivo de búsqueda en Veracruz. Como ella, miles de mujeres en México han convertido su dolor en motor de acción. Son las Madres Buscadoras, y su existencia revela la dimensión más desgarradora de una crisis nacional: la de los desaparecidos y el abandono del Estado.

Mientras las cifras oficiales acumulan más de 114,000 personas desaparecidas desde 1964, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), el gobierno sigue sin cumplir su deber fundamental: garantizar la vida, la verdad y la justicia. Este artículo explora el surgimiento, lucha y resistencia de estas madres que, en lugar de resignarse, decidieron salir al desierto, a fosas clandestinas y a las calles con palas, fotografías y el corazón desgarrado.

¿Quiénes son las Madres Buscadoras?

Las Madres Buscadoras no son un grupo homogéneo, sino una red de colectivos ciudadanos autoconvocados en diferentes estados del país —Sonora, Veracruz, Jalisco, Guanajuato, Guerrero, entre otros— compuesta principalmente por mujeres, madres y hermanas de personas desaparecidas. Su objetivo es claro: encontrar a sus seres queridos ante la negligencia, desinterés o complicidad de las autoridades.

Algunas de las más reconocidas son el colectivo Madres Buscadoras de Sonora, fundado por Cecilia Flores, y el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México, una articulación nacional con más de 70 colectivos. No tienen entrenamiento forense ni respaldo institucional constante, pero poseen la fuerza más poderosa: la de un amor incondicional que se niega a olvidar.

El abandono sistemático del Estado

La crisis de desapariciones no es nueva, pero se ha agravado en los últimos años con la expansión del crimen organizado, la militarización del país y la corrupción policial. De acuerdo con cifras de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), más de 40,000 personas han desaparecido solo en el último sexenio.

Pese a los discursos oficiales, el avance real en la localización de personas es alarmantemente bajo. Apenas el 2.5% de las personas reportadas como desaparecidas desde 2006 han sido localizadas con vida mediante acciones gubernamentales. La gran mayoría permanece en el limbo de la impunidad o son localizadas por colectivos ciudadanos.

“Ni la Fiscalía me llamó, ni el Ministerio Público me acompañó. Fui yo, con otras madres, quienes encontramos el cuerpo de mi hijo en una fosa en Hermosillo”, narró Cecilia Flores ante la ONU en 2023. Su testimonio expone un patrón de omisión institucional, negligencia forense, reticencia a compartir datos oficiales y una dolorosa revictimización.

Logros obtenidos desde el margen

Aunque no cuentan con presupuesto ni protección, las Madres Buscadoras han logrado hallazgos concretos que las autoridades ni siquiera intentaron. Tan solo el colectivo de Sonora ha localizado más de 1,200 restos humanos desde 2019.

Más allá de las búsquedas físicas, su labor ha influido en la opinión pública, impulsado reformas y visibilizado el problema. En 2021, su presión logró que el Senado aprobara reformas a la Ley General en Materia de Desaparición Forzada para facilitar el acceso a bases de datos forenses. También han participado en espacios internacionales de denuncia, desde la ONU hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

“La búsqueda es con vida, pero también es con dignidad. Si ya no están vivos, merecen ser encontrados, nombrados y enterrados con respeto”, dijo Yesenia Zamudio, madre de María de Jesús y fundadora del colectivo Ni Una Más, que integra a mujeres víctimas de feminicidio y desaparición.

Peligros, amenazas y un sistema que las desprotege

Buscar desaparecidos en México es un acto de valentía… y de altísimo riesgo. Las Madres Buscadoras enfrentan amenazas del crimen organizado, acoso de autoridades y falta total de protección. Al menos cuatro madres han sido asesinadas por su labor de búsqueda en los últimos cinco años. Entre ellas, Aranza Ramos, asesinada en julio de 2021 en Sonora, mientras investigaba una fosa clandestina.

La violencia no es el único obstáculo. El Estado tampoco garantiza condiciones mínimas de seguridad, acceso a herramientas de geolocalización, uso de tecnologías forenses o el cruce de bases de datos. Muchas veces deben trabajar con palas, picos y sin mapas oficiales.

“Nosotras no queremos pelear con el gobierno, pero tampoco vamos a quedarnos de brazos cruzados. Si ellos no buscan, nosotras sí. No pedimos privilegios, pedimos justicia”, denunció Luz María, madre buscadora en Guanajuato.

¿Qué hacer ante esta crisis?

Exigir un compromiso ineludible con la dignidad humana, el bien común y la participación activa de la sociedad. En este contexto, las Madres Buscadoras no solo encarnan estos principios, sino que también interpelan directamente a las autoridades a cumplir con su deber ético y legal.

El derecho a la verdad es un componente esencial de la justicia y de la reconciliación. Por tanto, toda política pública debe orientarse a restaurar la confianza social, no a simular protocolos ineficaces. La indiferencia ante estas madres es una forma de violencia estructural.

Además, la solidaridad, entendida no como un sentimiento superficial sino como una determinación firme de trabajar por el bien de todos, debería traducirse en acciones concretas: más presupuesto, mayor transparencia forense, articulación entre niveles de gobierno y protección inmediata a las buscadoras.

El llamado urgente: transformar la política pública

Es imperativo que el gobierno mexicano deje de ver a las Madres Buscadoras como “incómodas” y comience a tratarlas como lo que son: defensoras de derechos humanos. No basta con reformas jurídicas o discursos conmemorativos. Hace falta:

  • Crear unidades forenses especializadas en identificación de restos con participación ciudadana.
  • Fortalecer la Comisión Nacional de Búsqueda con autonomía presupuestaria y técnica.
  • Garantizar protección integral a las madres en búsqueda.
  • Sancionar penal y administrativamente a funcionarios que obstaculicen procesos.

México no puede sanar sin verdad ni justicia. Cada fosa clandestina, cada madre llorando frente a una pala, es una herida abierta que atraviesa a todo el país.

Cuando el amor es más fuerte que la muerte

Las Madres Buscadoras son, ante todo, un testimonio vivo del amor que no se rinde. En un país donde la impunidad es la regla, ellas nos muestran el rostro de la esperanza, de la dignidad y de la resiliencia. Mientras haya una madre buscando, la sociedad no puede dormir en paz.

El reto es colectivo: o construimos un México donde la vida y la justicia sean sagradas, o seguiremos siendo una nación marcada por la ausencia.

Porque como dicen ellas: “Mientras no te busquen a ti, no sabrás lo que duele. Pero si te duele lo humano, busca con nosotras”.

 

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