Durante décadas, el acceso a internet fue privilegio de quienes podían costear una computadora, una línea fija y, más tarde, un smartphone con datos móviles. Hoy, el escenario está cambiando radicalmente: el despliegue de redes satelitales de bajo costo, como Starlink de SpaceX, está acercando internet a las comunidades más remotas del planeta. Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), aún existen 2.6 mil millones de personas sin conexión, es decir, un tercio de la población mundial.
Pero no solo se trata de poner antenas y enviar satélites. Lo que hace diferente este momento histórico es que estos nuevos usuarios probablemente conocerán internet no a través de navegadores tradicionales, sino mediante agentes de inteligencia artificial (IA) que hablan su idioma, comprenden su contexto cultural y eliminan las barreras tecnológicas.
Como señaló Doreen Bogdan-Martin, secretaria general de la UIT, en 2024: “La conectividad universal debe ir acompañada de herramientas que hagan de internet un espacio usable, comprensible y seguro para todos”. En esa dirección, la IA se perfila como el gran facilitador.
De Google a los agentes: un salto de interfaz
Mientras los usuarios de países desarrollados aprendieron a usar buscadores, abrir pestañas o descargar aplicaciones, los nuevos conectados podrían saltarse ese proceso. Su primera experiencia será hablarle a un agente digital —un “asistente” que responde en su lengua nativa, incluso si es una lengua indígena o minoritaria— y recibir soluciones inmediatas.
El investigador mexicano Enrique Zuazua, especialista en modelos computacionales, lo explica así: “Estamos ante un cambio de paradigma: las próximas generaciones no necesitarán entender cómo funciona internet para aprovecharlo. La IA será la traductora universal entre sus necesidades y la red”.
Esto significa que para millones de campesinos, artesanas o estudiantes en aldeas rurales de África, Asia y América Latina, la pregunta no será cómo usar Chrome o Facebook, sino cómo pedirle al asistente que les muestre el clima, les traduzca un texto, les recomiende un cultivo o les lea un mensaje en voz alta.
Cuando la IA llega al campo
En la sierra mixe de Oaxaca, María Hernández, maestra de primaria, recibió hace unos meses la primera conexión satelital en su comunidad. Relata su experiencia: “Aquí nunca habíamos tenido internet estable. Ahora los niños se sorprenden porque con solo hablarle al teléfono, una voz les contesta en español y hasta les explica cosas en mixe. No necesitan escribir ni descargar nada. Para ellos, el internet ya habla su idioma”.
Historias como la de María ilustran cómo la IA no solo abre la puerta digital, sino que lo hace con pertinencia cultural. En México, donde existen 68 lenguas indígenas reconocidas, la posibilidad de que un asistente digital aprenda y dialogue en esas lenguas puede significar un rescate cultural sin precedentes.
Impacto económico y social
El acceso a internet es más que una herramienta de entretenimiento: es un motor de desarrollo. El Banco Mundial ha estimado que un aumento del 10% en la penetración de internet de banda ancha puede incrementar hasta en 1.5% el PIB de un país en desarrollo.
En comunidades marginadas, la IA puede ofrecer:
- Educación: contenidos personalizados y traducción automática de materiales escolares.
- Salud: diagnósticos básicos, recordatorios de vacunación o consultas a distancia.
- Comercio: acceso a mercados en línea sin necesidad de intermediarios complejos.
- Gobernanza: información sobre trámites y derechos en un lenguaje accesible.
Para el padre jesuita Raúl Rodríguez, especialista en Doctrina Social de la Iglesia y tecnologías, este fenómeno tiene una dimensión ética: “El principio de la dignidad humana nos llama a garantizar que la tecnología no excluya, sino que integre. La IA debe ser herramienta de justicia social, no de desigualdad”.
Riesgos y desafíos
No obstante, esta revolución digital trae consigo retos importantes:
- Brecha de calidad: tener acceso no significa tener la misma calidad de conexión o velocidad.
- Privacidad: los agentes de IA recopilan datos sensibles de usuarios que quizá no comprenden los riesgos.
- Dependencia tecnológica: comunidades enteras podrían depender de una sola empresa proveedora.
- Contenidos dañinos: sin filtros adecuados, el primer contacto de millones de niños con internet puede exponerlos a violencia o desinformación.
La UNESCO ha advertido que el acceso universal a internet debe ir acompañado de alfabetización digital y protección de derechos humanos. Sin estos elementos, la expansión de la IA puede reproducir viejas desigualdades bajo un disfraz moderno.
México en la encrucijada
En nuestro país, la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH 2023) reportó que el 79.1% de la población es usuaria de internet, pero la brecha rural sigue siendo profunda. Mientras en ciudades como Monterrey o Guadalajara el acceso roza el 90%, en estados como Oaxaca y Chiapas apenas supera el 60%.
El reto es enorme: ¿podrá México garantizar que los 25 millones de personas aún desconectadas tengan acceso digno, seguro y culturalmente pertinente? Programas de conectividad satelital como Internet para Todos apuntan en esa dirección, pero la implementación es lenta y desigual.
Un internet con rostro humano
La llegada de 2.6 mil millones de nuevos usuarios no es un fenómeno técnico, sino humano. Significa que comunidades enteras —hasta hoy invisibles para la economía digital— podrán participar en el diálogo global.
El riesgo es que esta inclusión se convierta en una nueva forma de dependencia, donde quienes controlan la IA controlen también el acceso al conocimiento. La oportunidad, en cambio, es que la IA se convierta en un bien común al servicio de la justicia social, la educación y la dignidad de los pueblos.
La tecnología debe estar al servicio de la persona, y no la persona al servicio de la tecnología. El futuro del internet no será solo más grande: será más humano, más diverso y, si sabemos usarlo, más justo.
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