La Generación Z y la nueva forma de ser familia

La Generación Z creció en un momento de enorme transformación social:
padres que trabajan más horas que nunca, ciudades más violentas, pantallas omnipresentes, crisis económicas constantes y una cultura que se mueve a la velocidad de un “scroll”.

A diferencia de sus padres o abuelos, la Gen Z no vivió familias estables, con roles rígidos y tiempos largos de convivencia. Vivió:

  • hogares cansados,
  • adultos ausentes,
  • madres multitarea,
  • padres estresados,
  • abuelos que vuelven a ser figura central,
  • cuidadores compartidos,
  • pantallas como niñeras emocionales,
  • y una vida social híbrida: mitad real, mitad digital.

Esto moldeó una generación con relaciones más horizontales, más emocionales, más frágiles, más sensibles y más conscientes de sus heridas.

A la luz de la Doctrina Social de la Iglesia —que define a la familia como “célula básica de la sociedad” y “escuela de humanidad”—, comprender estas dinámicas es clave para entender las fortalezas, vulnerabilidades y aspiraciones de la Gen Z.

La familia Gen Z: menos tiempo, más diálogo, más cansancio

a) Padres más presentes emocionalmente… pero con menos horas disponibles

Los padres de la Gen Z pertenecen principalmente a la Generación X y a los millennials tempranos. Estas generaciones rompieron con modelos autoritarios, promoviendo:

  • diálogo,
  • cercanía emocional,
  • horizontalidad,
  • permiso para hablar de sentimientos,
  • apertura en temas antes tabú (salud mental, sexualidad, identidad).

Pero simultáneamente enfrentaron:

  • mercados laborales hostiles,
  • jornadas largas,
  • estrés económico,
  • inestabilidad laboral,
  • hogares monoparentales más frecuentes,
  • y la presión por “conciliar” trabajo y familia sin apoyo estatal.

Resultado: padres presentes en intención, ausentes en tiempo. Testimonio de un joven de 18 años (Jalisco): “Mi mamá quiere estar, pero trabaja de 7 a 7. Entonces hablamos por WhatsApp. No es lo mismo, pero sé que hace lo que puede.”

b) Las pantallas suplen lo que la agenda adulta no alcanza

Para muchos jóvenes Gen Z, las pantallas fueron:

  • entretenimiento,
  • compañía,
  • tutor,
  • espacio de socialización,
  • refugio emocional.

Esto permitió aprendizajes rápidos, pero también generó problemas: dependencia digital, aislamiento, comparaciones sociales y menor convivencia familiar profunda.

Abuelos: la figura silenciosa que sostiene hogares

Miles de hogares mexicanos funcionan gracias a abuelos que cuidan, educan, acompañan, alimentan y protegen

La Gen Z creció con abuelos que no solo cuentan historias, sino que sostienen la vida cotidiana: llevan a la escuela, alimentan, escuchan, resguardan.

El INEGI calcula que más del 25% de los hogares en México funciona con apoyo cotidiano de abuelos. Esto tiene impacto profundo en la visión familiar de la Gen Z: más respeto intergeneracional, más arraigo cultural, más conciencia de cuidado.

Hermanos mayores: los “co-padres” de la Gen Z

En muchos hogares, especialmente los afectados por la economía informal, la violencia o la migración interna, los hermanos mayores asumieron el rol de cuidadores. Para la Gen Z, no es extraño escuchar:

“Mi hermana me enseñó todo”;
“Mi hermano era el que estaba cuando mis papás no podían”.

Esto genera vínculos fuertes, pero también desigualdad emocional: los mayores cargan responsabilidades de adultos cuando apenas son jóvenes.


Amistades Gen Z: menos cercanas en cantidad, más profundas en calidad

A diferencia de lo que se cree, la Gen Z no tiene miles de amigos. Tiene miles de contactos, seguidores o perfiles conectados. Pero los amigos reales son pocos, íntimos y esenciales.

Características:

  • prefieren vínculos intensos,
  • buscan conversaciones emocionales,
  • son leales,
  • se acompañan en crisis,
  • se sienten más seguros entre pares que entre adultos.

El Pew Research Center subraya que la Gen Z es la generación que más habla de emociones con sus amigos y la que más utiliza redes para pedir apoyo emocional. Testimonio de Ana, 22 años: “Mis amigas saben cuando estoy mal antes que mis papás. No porque ellos no me quieran, sino porque mis amigas me entienden.”

Redes sociales: puente, refugio y riesgo

La vida social de la Gen Z está atravesada por redes como TikTok, Instagram, WhatsApp, Discord, Twitch, son espacios donde se conectan, se expresan, encuentran tribus, hacen activismo, buscan consejos, se informan, encuentran identidad.

Pero también son espacios donde se comparan, se exponen, se desvelan, sufren bullying, reciben odio. La vida social digital no es accesorio: es parte estructural de su identidad. Y, desde un enfoque ético, exige acompañamiento adulto sin control autoritario, promoviendo libertad, responsabilidad y sentido crítico.

Relaciones amorosas: entre la libertad y el miedo

La Gen Z se enamora distinto, menos noviazgos largos, más “situationships”, más libertad sexual, más conversaciones digitales, más miedo a comprometerse.

Tres factores influyen:

  1. La incertidumbre emocional: temen decepcionar o ser lastimados.
  2. La inseguridad física: miedo a salir, a caminar de noche, a enfrentarse a violencia de género.
  3. La presión social: ansiedad por cumplir estándares de belleza.

Aun así, la Gen Z busca amor auténtico. Pero desea relaciones donde exista: respeto, consentimiento, salud emocional, cero violencia, igualdad.

Es importante resaltar la importancia del amor como don y compromiso. La Gen Z anhela ese sentido, pero creció en un mundo donde el amor duele más de lo que sana.

Relación con los adultos: admiración selectiva y poca confianza institucional

Los Gen Z confían en adultos concretos, no en instituciones abstractas. Confían en:

  • profesores empáticos,
  • líderes coherentes,
  • familiares que escuchan,
  • influencers que hablan sin filtros.

Desconfían de políticos, gobiernos, autoridades escolares rígidas, instituciones religiosas desconectadas de su realidad.

Quieren acompañamiento, pero no imposición. Quieren guía, pero no moralismo. Quieren claridad, pero no autoritarismo.

La pregunta clave para los adultos es: ¿Estamos disponibles emocionalmente para ellos?

Seguridad: el vínculo más roto de su vida social

La Gen Z mexicana aprendió a relacionarse bajo amenaza. La violencia afecta: cómo se mueven, con quién salen, a qué hora regresan, qué barrios evitan, cuánto confían en extraños.

Testimonio de Diego, 17 años: “Si mis amigos salen tarde, todos nos escribimos hasta llegar a casa. No es exageración: es sobrevivir.” Su vida social está limitada por la inseguridad estructural. Esto erosiona su libertad, su espontaneidad y su capacidad de explorar el mundo.

Sin seguridad no hay comunidad. Para la Gen Z, la inseguridad es la ruptura más profunda de sus relaciones sociales. “Mi familia me ama, pero siempre está cansada. Mis amigos me aman, pero siempre están ansiosos. Y yo estoy en medio, tratando de no perderme.”
Marifer, 20 años, Estado de México. Este testimonio revela la clave: la Gen Z no carece de vínculos; carece de la estabilidad emocional y social que esos vínculos deberían darles.

La Generación Z vive relaciones familiares y sociales que combinan:

  • amor profundo,
  • cansancio adulto,
  • pantallas omnipresentes,
  • amistades emocionales,
  • inseguridad constante,
  • vulnerabilidad psicológica,
  • y un deseo sincero de vínculos auténticos.

No son solitarios digitales. Son jóvenes que crecieron sin tiempo familiar, sin espacios seguros y sin certezas, pero con una enorme capacidad de amar, construir comunidad y sanar sus heridas.

La familia es el primer lugar donde se aprende a ser humano. La Gen Z lo sabe, lo anhela y lo reclama: quiere familias presentes, amistades sanas, comunidades reales y adultos que acompañen. Si queremos que esta generación sane, debemos ser la presencia que ellos no siempre tuvieron.

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