Todo régimen sólido necesita tres pilares: dinero, control social y fuerza. En el caso de La Luz del Mundo (LLDM), ese trinomio ha evolucionado hacia una maquinaria coercitiva que araña la frontera entre creencia y dominio. En los últimos meses, el descubrimiento de un campamento paramilitar en la sierra limítrofe entre Michoacán y Jalisco, con 38 detenidos, ha puesto en evidencia el asunto más explosivo hasta ahora: la milicia interna llamada Jahzer.
Pero ese episodio no surge de la nada. Va acompañado de décadas de recolección sistemática de diezmos y donaciones, de aislamiento comunitario y ruptura familiar, y de una estructura de obediencia férrea que ha atrapado a miles de fieles. El presente reportaje desmenuza ese engranaje: sus raíces históricas, las consecuencias humanas, y qué implicaciones legales y morales se desprenden desde la óptica de la Doctrina Social de la Iglesia —que defiende la dignidad humana, la libertad y el sentido comunitario genuino—.
Diezmos, ofrendas y bloqueo financiero: financiamiento con coerción
La práctica del diezmo (donar el 10 % de los ingresos) se encuentra en muchas iglesias, pero en LLDM se ha transformado en un mecanismo de control. En denuncias ante tribunales estadounidenses, se afirma que los líderes de la iglesia exigían regularmente donaciones del diezmo, ofrendas especiales al apóstol, contribuciones para templos locales y adquisiciones de libros, vestimentas y objetos litúrgicos.
La acusación del gobierno de EE. UU. describe cómo esa recolección fue parte de un sistema de explotación, para beneficiar económicamente al apóstol y a la familia Joaquín, disfrazado de obediencia religiosa.
En marzo de 2020, la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) congeló cuentas bancarias de seis personas vinculadas a LLDM, involucrando operaciones por 359 millones de pesos y 1.5 millones de dólares. El titular de la UIF, Santiago Nieto, afirmó que había indicios de pornografía infantil, explotación sexual y que se pedía a los fieles entregar sus bienes a la iglesia.
Este bloqueo reveló cómo la estructura financiera de LLDM había tejido flujos poco transparentes y activos sospechosos bajo el manto de la condición religiosa.
Posteriormente, la UIF presentó hasta cinco denuncias contra la iglesia por movimientos financieros sospechosos, transferencias a paraísos fiscales y adquisiciones de bienes de lujo, argumentando que estas prácticas eran incompatibles con una entidad religiosa sin fines de lucro.
Un reportaje de investigación de MCCI y otros medios documentó cómo los ingresos de LLDM no se limitaban a diezmos: los feligreses eran alentados —y a veces presionados— a donar bienes inmuebles, vehículos, joyas, mobiliario e incluso cuentas bancarias personales.
Estas donaciones frecuentes y cuantiosas se hacían casi siempre en efectivo, para evitar rastros fiscales. La acusación presentada en EE. UU. sostiene que esos recursos se movilizaban entre México y EE. UU. mediante rutas no documentadas, en algunos casos usando a víctimas del abuso para transportar efectivo.
En un caso citado, una ex integrante identificada como Sochil Martin testifica que recibía órdenes de ocultar el dinero dentro de su equipaje y trasladarlo entre fronteras, con instrucciones explícitas del apóstol.
Estas prácticas configuran un uso del diezmo que trasciende lo espiritual y degenera en una ética interna de coerción económica.
Aislamiento comunitario, ruptura familiar y control informativo
La coerción no depende solo del dinero; necesita dominar la mente y el entorno social. LLDM ha articulado para ello mecanismos de aislamiento familiar, censura interna y vigilancia doctrinal que truncan voces disidentes y minan el vínculo social.
Según la acusación judicial presentada en Estados Unidos, la doctrina de LLDM exige obediencia total al apóstol; quien dude de él, desobedezca o abandone la iglesia, es tachado de “gentil” y sometido a ostracismo: perderá contacto con su familia, amigos y comunidad.
Ese fenómeno de ruptura social ha sido relatado por ex miembros como Sharim Guzmán, quien afirma que al buscar liberarse del control interno, fue vigilada por miembros del grupo de seguridad y considerada un riesgo. En sus palabras:
“Desde niña me invitaron a grupos donde enseñaban artes marciales… luego descubrí que esos mismos jóvenes me vigilaban cuando quería alejarme.”
La lógica interna establecía que denunciar o cuestionar era pecado, con sanciones morales y religiosas que equivalían a destierro espiritual.
La disciplina dentro de LLDM también cubre el ámbito comunicativo: se controla qué lectura se permite, qué medios pueden consultarse y qué versión de los hechos puede circular. Las denuncias internas son desalentadas, etiquetadas como herejía o testimonio malicioso. Ex miembros que han hablado públicamente relatan presiones para retractarse, amenazas, incluso agresiones físicas.
Ciertos ex pastores han asegurado que al revelar abusos fueron víctimas de amenazas, agresiones e incluso al menos uno fue apuñalado 68 veces.
Este control informativo —negar verdades incómodas y castigar a quienes hablan— es la segunda columna de la maquinaria coercitiva.
Los Jahzer: origen, función y el campamento descubierto
Hasta hace poco, la existencia concreta de los Jahzer se conocía solo en rumor. Pero en septiembre de 2025, un operativo conjunto localizó un campamento en Vista Hermosa, Michoacán, donde se entrenaba un cuerpo paramilitar vinculado a LLDM.
La milicia interna no es una novedad reciente. Tiene raíces en el grupo llamado Jericó, fundado por Samuel Joaquín (padre del actual apóstol). Bajo el liderazgo de Naasón Joaquín, ese cuerpo fue renombrado “Jahzer” alrededor de 2015 para operar como guardia de templos, líderes y eventos masivos.
Los Jahzer reciben entrenamiento en defensa personal, manejo de armas, tácticas de control de multitudes y entrenamiento militar, conducido a veces por instructores externos o miembros con experiencia militar.
Sus atribuciones, según fuentes internas, no solo incluyen protección física, sino vigilancia interna: monitorear fieles que pudieran disidenciar, custodiar templos y ministerios y actuar como brazo disciplinario dentro de la comunidad.
El 22 de septiembre de 2025, autoridades estatales y federales irrumpieron en un terreno cercano a Vista Hermosa, hallando 38 personas vestidas de negro, equipo táctico, armas y réplicas. Entre los detenidos había un ciudadano estadounidense y se identificó un fugitivo colombiano que escapó.
Se aseguraron 19 réplicas de armas, pistolas, 27 cuchillos, radios portátiles, computadoras y materiales para adiestramiento.
Las fuerzas de seguridad reconocieron que nunca habían enfrentado un caso similar: un grupo religioso con elementos tácticos, estructuras paramilitares y una narrativa religiosa compuesta.
El secretario de seguridad de Michoacán, Carlos Oseguera, admitió la peculiaridad del caso, pues confluyen elementos de iglesia y operatividad militar.
El campamento se establece en una zona que colinda con rutas estratégicas del crimen organizado, generando interrogantes sobre colusiones, concesiones territoriales o acuerdos tácitos.
Algunos observadores advierten que disponer de presencia armada en territorios intermedios puede otorgar a LLDM una especie de autonomía geográfica frente a autoridades locales y criminales, favoreciendo su expansión en zonas remotas.
No hay nombres divulgados públicamente de los detenidos. Pero una fuente local consultada por este reportaje —quien pidió anonimato por temor— relató: “Vi cómo llegaban jóvenes cargando mochilas tácticas; los acuartelaban en tiendas, los entrenaban de madrugada. Gritaban consignas religiosas: ‘protección del Apóstol’. Nadie podía caminar cerca sin vigilancia.”
Esa voz encarna el miedo constatable tras el velo doctrinal: un culto armado dentro de un paisaje rural donde las armas pesan tanto como las oraciones.
La lógica doctrinal detrás del control
Para entender por qué una iglesia adopta financiamiento coercitivo, aislamiento y milicia interior, se necesita mirar su doctrina. En el caso de LLDM, ciertos postulados alimentan el autoritarismo:
- Apóstol elegido por Dios: La creencia de que el apóstol es el único representante de Dios en la tierra le asigna autoridad absoluta sobre vidas y decisiones.
- Imposibilidad de pecar: Según la acusación judicial, la iglesia sostiene que el apóstol no puede pecar, lo que bloquea cualquier cuestionamiento ético o moral hacia él.
- Condena al dudar: Dudar del apóstol es considerado pecado grave, con riesgo de condenación eterna. Ello legitima el ostracismo de disidentes.
- Control totalista del creyente: Desde el adoctrinamiento infantil hasta el control de relaciones externas (familiares, otros cristianos), la doctrina busca que la identidad espiritual consuma la totalidad de la identidad individual.
Bajo esa matriz doctrinal, el diezmo no es sólo un acto voluntario de devoción, sino un deber sagrado; la vigilancia interna no es paranoia, sino un mandato de obediencia; y la milicia interna no es anacronismo, sino defensa del “reino celestial” ante amenazas humanas.
Desde una visión humanista, esta configuración viola principios esenciales: la dignidad humana es pisoteada cuando la libertad de conciencia es anulada; la comunidad se destruye cuando se aisla al individuo; y la autoridad divina se traiciona cuando se convierte en instrumento de poder temporal.
Al desplegar la tríada coercitiva —dinero forzado, aislamiento social, milicia interna— La Luz del Mundo ha construido un sistema religioso-autoritario que rebasa los límites de la fe. La operación en Michoacán fue un momento de exposición pública: el velo se rasgó.
Pero la verdadera confrontación no es policial o jurídica únicamente: es cultural, ética y espiritual. ¿Qué implica para los millones de fieles de LLDM este choque entre creencia y coacción? ¿Cuál es la responsabilidad del Estado ante un grupo que opera con símbolos religiosos pero con métodos paramilitares? ¿Cómo proteger a creyentes atrapados sin criminalizar su fe?
Desde la óptica moral cristiana, una comunidad basada en la coacción nunca podrá sostener su verdad en respeto mutuo y libertad. Toda autoridad legítima necesita el consentimiento, no el miedo. Y la misión de una iglesia verdaderamente social no es someter, sino acompañar la transformación del individuo hacia su plenitud.
Este caso es un punto de inflexión: la democracia, la ley y las creencias han chocado. Ahora depende de la vigilancia ciudadana, los medios independientes y los tribunales hacer que prevalezca el derecho sobre la coerción disfrazada de fe.
Si lo deseas, puedo ayudarte a obtener más testimonios específicos o a preparar una versión visual con infografía del caso.
Facebook: Yo Influyo
comentarios@yoinfluyo.com