El cáncer del paternalismo de Estado

En medio de las tensiones políticas y sociales que atraviesa México en 2025, resurgen con fuerza las críticas a los enfoques paternalistas de gobierno que, bajo la promesa de proteger a los sectores más vulnerables, acaban por perpetuar desigualdades y dependencia. ¿Hasta cuándo las soluciones temporales seguirán sustituyendo los cambios estructurales?

“Cada vez que recibo el apoyo para adultos mayores, me siento agradecida… pero sé que mis hijos no tendrán futuro si no hay empleo ni escuelas de calidad”, dice doña Teresa Gómez, habitante de un barrio popular en Ecatepec. Su testimonio resume el drama cotidiano de millones: las transferencias económicas alivian el presente, pero no resuelven el mañana.

¿Qué es un gobierno paternalista?

El paternalismo en política se refiere a la tendencia de los gobiernos a tomar decisiones unilaterales que supuestamente “protegen” a la ciudadanía, pero sin fomentar su autonomía ni atacar las causas estructurales de los problemas sociales. Estas medidas se caracterizan por entregar beneficios o subsidios, controlar ciertos aspectos de la vida social y evitar transformaciones profundas.

Según el politólogo Mauricio Merino, “los gobiernos paternalistas construyen legitimidad a través de la dádiva, pero descuidan los cimientos que sostienen el desarrollo a largo plazo: instituciones sólidas, educación y justicia” (El Economista, 2020).

Ejemplos comunes en México incluyen los programas de transferencias directas sin evaluación de impacto, los subsidios indiscriminados a la energía o la permanencia de monopolios estatales ineficientes que no mejoran los servicios.

La trampa de las soluciones superficiales

El caso mexicano es ilustrativo de cómo, desde hace décadas, las políticas públicas han priorizado paliativos sobre transformaciones. El reparto de recursos se convierte en un medio de control político y clientelismo, sin atender los factores que perpetúan la pobreza: falta de acceso a educación de calidad, servicios de salud insuficientes y un mercado laboral informal que afecta al 55% de la población, según datos del INEGI 2025.

Un estudio del Centro de Estudios Espinosa Yglesias advierte que “el asistencialismo sin condiciones ni salidas productivas genera dependencia y desalienta la movilidad social”. Casos como el de Venezuela, donde la distribución indiscriminada de recursos estatales derivó en crisis económica y desintegración institucional, demuestran los peligros de este modelo.

Los costos del paternalismo: desigualdad, corrupción y desconfianza

Cuando un gobierno se limita a repartir sin transformar, las consecuencias son graves. Se crea una ciudadanía pasiva, acostumbrada a esperar soluciones externas, mientras la desigualdad crece y las oportunidades disminuyen.

En México, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) reportó en 2024 que 43.5% de la población vive en situación de pobreza multidimensional. La simple entrega de apoyos no ha sido suficiente para revertir esta realidad.

Además, el manejo opaco de estos recursos abre la puerta a la corrupción. “Los programas asistenciales sin mecanismos de rendición de cuentas se convierten en herramienta política y no en política pública efectiva”, explica el académico Gerardo Esquivel.

La pérdida de confianza en las instituciones es otro efecto pernicioso: cuando la población percibe que los apoyos dependen de lealtades políticas, la legitimidad democrática se erosiona.

Mirando al futuro: ¿Cómo romper el ciclo?

Las soluciones reales exigen políticas estructurales. Invertir en educación, salud, innovación y fortalecimiento institucional genera desarrollo sostenible y reduce la dependencia de subsidios.

El caso de Corea del Sur ilustra cómo un país puede transitar de la ayuda estatal a un desarrollo basado en capital humano. En las décadas de 1960 y 1970, el gobierno coreano impulsó la industrialización, la inversión en educación y la innovación tecnológica, lo que permitió su transformación en una de las economías más competitivas del mundo.

Igualmente, países escandinavos como Dinamarca y Noruega demuestran que un Estado puede ser generoso sin caer en el paternalismo, siempre que los apoyos se combinen con educación de calidad, fomento a la productividad y cultura cívica.

México frente a la encrucijada

México tiene hoy la oportunidad de aprender de estas experiencias. Especialistas del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) señalan que el país necesita una agenda que ataque las causas de la desigualdad: “Mejorar la calidad educativa, garantizar seguridad jurídica, fomentar la inversión y la innovación son los pilares del desarrollo real”.

El abandono de la política pública centrada exclusivamente en transferencias monetarias debe ir acompañado de reformas estructurales en infraestructura, salud pública, justicia y combate a la corrupción. De lo contrario, el riesgo es caer en lo que el economista Amartya Sen llama “libertad truncada”, donde las personas no tienen las capacidades reales para elegir y prosperar.

María Elena Rodríguez, madre soltera de Veracruz, ejemplifica el dilema: “Los apoyos sociales me ayudan a salir del paso, pero sé que mis hijos necesitan más: una buena escuela, un hospital cercano, un trabajo digno cuando crezcan. No quiero que dependan de una tarjeta toda su vida”.

Su voz refleja la de millones de mexicanos que agradecen los apoyos, pero anhelan un cambio de fondo.

Recomendaciones para un México con futuro

  1. Priorizar la educación: Mejorar la calidad educativa desde el nivel básico hasta el superior.
  2. Fortalecer la salud pública: Garantizar acceso y calidad en los servicios médicos.
  3. Impulsar la infraestructura productiva: Crear empleos mediante inversión en obras que transformen comunidades.
  4. Rendir cuentas: Transparencia en el uso de los recursos públicos.
  5. Participación ciudadana: Involucrar a la sociedad en la toma de decisiones.

El paternalismo estatal puede ser un bálsamo momentáneo, pero nunca un camino hacia la justicia social duradera. México necesita construir un modelo donde cada persona, familia y comunidad pueda alcanzar su propio desarrollo, libre de dependencias, con oportunidades reales para todos. La historia enseña que los gobiernos que optan por el asistencialismo perpetuo terminan ahondando las brechas sociales que decían querer cerrar.

 

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