La Ciudad de México ha sido escenario de un crimen que, más que ofrecer respuestas, deja un abanico de preguntas abiertas, hipótesis en tensión y una atmósfera de incertidumbre política y social. El asesinato de Jimena y José, funcionarios cercanos a la ciudadanía, ejecutado con una precisión quirúrgica y sin amenazas previas, parece diseñado para dejar huella… pero no rastro.
Un ataque directo, profesional y sin móviles concluyentes
De acuerdo con el reporte oficial conjunto de la Fiscalía General de Justicia de la CDMX y la Secretaría de Seguridad Ciudadana, el doble asesinato fue “directo, con un grado importante de planeación y ejecutado por personas con experiencia previa”. No fue un acto impulsivo ni improvisado: los agresores invirtieron recursos, estudiaron la rutina de las víctimas y utilizaron tres vehículos para huir, uno de ellos una motocicleta abandonada a corta distancia del ataque.
“El crimen no fue un error ni una confusión. Fue una ejecución”, confirma un funcionario de la Fiscalía que solicitó el anonimato. “No hay pruebas de amenazas, pero sí una vigilancia previa que apunta a una inteligencia operativa que no se improvisa”.
¿Quién mandó matar? Todas las puertas abiertas
Pese al avance en la identificación de autores materiales y de los vehículos utilizados, no existe una hipótesis concluyente sobre el móvil, ni sobre los autores intelectuales. La Fiscalía insiste en que se mantienen abiertas todas las líneas de investigación: profesional, personal, política e incluso de género. Pero este abanico, lejos de tranquilizar, genera una sensación de vacío.
“Lo que más desconcierta es que no hay una narrativa clara que explique por qué mataron a Jimena y José. Eso hace pensar que el mensaje está dirigido a alguien más”, reflexiona María Torres, activista por la seguridad urbana. “Y cuando un crimen no tiene destinatario visible, todos nos sentimos aludidos”.
La ausencia de amenazas, el hecho de que no contaban con escoltas, y que su trabajo era de “diálogo y cercanía ciudadana”, según el propio reporte, solo profundiza el desconcierto.
Crimen organizado, ¿presente pero no responsable?
El informe oficial descarta, hasta el momento, que el ataque sea una represalia directa del Cártel Jalisco Nueva Generación, pese a las recientes detenciones de líderes en zonas cercanas como Iztapalapa. No obstante, se admite que el operativo tuvo una logística que recuerda a la del crimen organizado.
“El patrón es idéntico al que usan células criminales para ajusticiar a alguien en plena vía pública y luego diluirse entre los límites estatales”, afirma Andrés Zermeño, consultor en seguridad metropolitana. “La huida hacia el Estado de México refuerza esa hipótesis. Pero el mensaje no es evidente, y eso puede implicar una operación más sofisticada, con móviles que aún no entendemos”.
Sin cámara ciega ni errores técnicos
Contrario a teorías de encubrimiento, el informe subraya que las cámaras del C5 funcionaron correctamente, y que su seguimiento fue clave para trazar la ruta de escape. También se usaron grabaciones ciudadanas, lo que demuestra una participación social activa. No obstante, la vigilancia previa a las víctimas no fue detectada a tiempo, lo cual abre cuestionamientos sobre las capacidades preventivas de los sistemas de inteligencia.
Una ciudad que teme, una ciudadanía que pregunta
“¿Cómo es posible que personas con formación en autocuidado, visibles y con trayectoria pública puedan ser asesinadas así, en plena calle y sin consecuencias inmediatas?”, pregunta con angustia Eduardo Galván, vecino de la colonia donde ocurrieron los hechos. “Si a ellos, que son visibles, les pasa esto, ¿qué esperanza tenemos los demás?”
La percepción de inseguridad no es nueva en la capital, pero este caso tiene una dimensión política ineludible. No solo por la cercanía de las víctimas con el gobierno local, sino por la omisión explícita en el informe de cualquier vínculo con la agenda de la Jefa de Gobierno. Si bien se descarta que los agresores tuvieran acceso a información confidencial, el crimen ocurre en un contexto político de alta sensibilidad, a semanas de las elecciones federales.
Feminicidio, ¿otra arista sin explorar?
La Fiscalía anunció que el caso está siendo investigado también bajo el Protocolo de Feminicidio, aplicando perspectiva de género. Aunque no se han detectado razones específicas que configuren el delito, se abre la posibilidad de que, en el caso de Jimena, se trate no solo de un asesinato, sino de un crimen con motivaciones misóginas o ejemplarizantes.
La violencia letal contra mujeres en funciones públicas se ha incrementado. Investigar esto solo como homicidio común sería ignorar los patrones que ya hemos documentado.
Interpretaciones múltiples, riesgo de impunidad
El asesinato de Jimena y José se convierte así en un espejo de todas las fisuras del sistema: una violencia planificada que cruza la impunidad, la política, la inseguridad ciudadana y la debilidad de los protocolos preventivos. Cada hipótesis abierta parece más una señal de incapacidad que de transparencia, y la falta de una motivación clara agrava el impacto social del crimen.
“El problema no es solo que no haya detenidos aún”, concluye un ciudadano que pidió no ser identificado, “sino que tampoco hay un sentido que le dé forma al miedo. Y cuando el miedo es abstracto, es mucho más difícil de contener”.
Conclusiones
- El asesinato fue planeado con precisión profesional y sin señales de advertencia.
- No hay móvil claro ni autores intelectuales identificados.
- El ataque tiene rasgos del crimen organizado, pero no se confirma su autoría.
- El caso abre líneas de investigación personales, políticas, de género y criminales.
- La ciudadanía teme que este crimen sea el signo de una violencia que puede tocar a cualquiera.
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