Diplomacia con rostro humano: México en la ONU

México fue uno de los 51 países fundadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945. La firma en San Francisco —con Ezequiel Padilla al frente de la delegación— selló un compromiso que cumple ocho décadas y que ha moldeado la proyección internacional del país: paz, cooperación, derechos humanos y desarrollo sostenible como ruta para el bien común. ¿Qué ha significado, en la práctica, formar parte del sistema multilateral? ¿Dónde están las contribuciones, las tensiones y los beneficios para las y los mexicanos? Este reportaje recorre la huella de México en la ONU y evalúa su vigencia en un mundo convulso. 

La ONU nació tras la Segunda Guerra Mundial con una promesa: “reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre”, prevenir guerras y promover la cooperación económica y social. México, que ya impulsaba la solución pacífica de controversias desde su tradición diplomática, se sumó tempranamente a ese diseño institucional. Las fotografías del acto de firma —Padilla rubricando la Carta— son hoy símbolo de una vocación internacional que se propuso resolver conflictos, no reproducirlos. 

Los principios rectores de la política exterior mexicana

Desde 1988, la Constitución incorporó explícitamente los principios que guían nuestra política exterior: autodeterminación de los pueblos; no intervención; solución pacífica de controversias; proscripción de la amenaza o uso de la fuerza; igualdad jurídica de los Estados; cooperación internacional para el desarrollo; respeto, protección y promoción de los derechos humanos, y la lucha por la paz y la seguridad internacionales. Estos principios —base ética congruente con la Doctrina Social de la Iglesia (dignidad y bien común)— han orientado la actuación de México en la ONU. 

Aportes de México al sistema de Naciones Unidas

1) Desarme y no proliferación

El “momento México” del desarme global lleva nombre y apellido: Tratado de Tlatelolco (1967), que creó la primera zona densamente poblada libre de armas nucleares en el mundo. Su artífice, Alfonso García Robles, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1982. Su apuesta era profundamente humanista: “una paz auténtica exige renunciar a la amenaza nuclear”. Tlatelolco implantó un modelo de verificación regional (OPANAL) que sigue vigente. 

2) Mantenimiento de la paz

Durante años, México se abstuvo de enviar tropas; desde 2015 reanudó su presencia gradual con observadores militares y personal policial en misiones como MINURSO (Sáhara Occidental), MINUSCA (República Centroafricana), UNMOGIP (India y Pakistán) y la Misión de Verificación en Colombia. En 2024, un general mexicano —Ramón Guardado Sánchez— fue nombrado jefe de observadores en UNMOGIP. “Es un honor asumir este rol y contribuir a una de las misiones de mantenimiento de la paz de la ONU”, dijo al asumir. Hoy, México mantiene alrededor de dos decenas de efectivos desplegados. 

3) Derechos humanos y movilidad humana

México ha ocupado en varias ocasiones un asiento en el Consejo de Derechos Humanos (CDH). En su periodo 2021–2023 impulsó resoluciones por consenso y colocó la igualdad de género y la protección de grupos vulnerables como prioridades. En el ámbito migratorio, codirigió con Suiza la negociación del Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular (2018), hoy marco de cooperación global que pone a la persona al centro. 

4) Desarrollo sostenible y clima

México fue de los primeros en institucionalizar la Agenda 2030 mediante la creación del Consejo Nacional de la Agenda 2030 (2017, reformado en 2021). Ha presentado informes nacionales voluntarios ante el Foro Político de Alto Nivel (2016, 2018, 2021 y 2024). En clima, actualizó su NDC en 2022, elevando la meta de mitigación a 35% incondicional y 40% condicionada a apoyo internacional al 2030. Organismos internacionales dan seguimiento a la ambición y la implementación. 

5) Multilateralismo efectivo y reformas al Consejo de Seguridad

México ha defendido, junto con Francia, una iniciativa para restringir el uso del veto en casos de atrocidades masivas, buscando un Consejo de Seguridad más responsable. Durante su asiento 2021–2022, copatrocinó resoluciones para proteger infraestructura civil en conflictos (S/RES/2573) y facilitar exenciones humanitarias (S/RES/2615) que permitieron el flujo de ayuda a Afganistán en medio de sanciones. Son decisiones con rostro humano: salvar hospitales, plantas de agua y corredores de apoyo. 

6) Cooperación internacional y ayuda humanitaria

A través de la AMEXCID, México impulsa cooperación Sur–Sur con énfasis en Centroamérica y el Caribe, además de enviar apoyos tras desastres (huracanes, sismos) y participar en plataformas de la ONU para alivio y resiliencia. La cooperación se orienta a crear capacidades y acompañar procesos de desarrollo con respeto a la dignidad de las comunidades, en línea con los principios de subsidiariedad y solidaridad. 

No todo es aplauso. El multilateralismo atraviesa fatiga: burocracia, parálisis por vetos, subrepresentación de regiones y brechas de financiamiento. México ha abogado por reformas que vuelvan a la ONU más inclusiva y eficaz, desde la pauta de veto responsable hasta mecanismos que garanticen la protección de civiles y excepciones humanitarias en regímenes de sanciones. En casa, observadores exigen mayor coherencia: fortalecer la protección de derechos humanos a nivel interno para que la voz internacional tenga plena autoridad moral. 

Ramón Guardado Sánchez, General de Brigada, jefe de UNMOGIP (2024): “Este puesto no es solo un logro personal, también es un reflejo de la dedicación de mi país al mantenimiento de la paz”. El testimonio sintetiza una transición histórica: de la reticencia al despliegue responsable. 

Alfonso García Robles, Nobel de la Paz 1982, sobre Tlatelolco: un esfuerzo latinoamericano por “asegurar… la total ausencia de armas nucleares” bajo verificación regional. Un mensaje que resuena en tiempos de rearmamento. 

Delegación juvenil de México ante la ONU (programa SRE): cada año cuatro jóvenes se integran a la Asamblea General, un semillero cívico que proyecta la voz de una generación que exige paz justa, trabajo digno y acción climática. 

Beneficios para México

Presencia e influencia. Las posiciones de México en el Consejo de Seguridad, el CDH y las cumbres de desarrollo amplifican su capacidad de construir coaliciones, mediar y proponer soluciones centradas en las personas. Esto fortalece su marca-país como actor confiable y promotor del bien común. 

Acceso a recursos y conocimiento. Participar activamente en la ONU facilita asistencia técnica y financiera para políticas públicas (ODS, clima, salud, inclusión) y aprendizajes compartidos —de inventarios de emisiones al diseño de sistemas de alerta temprana— que terminan mejorando servicios locales. 

Imagen y reputación. El liderazgo en desarme, derechos humanos y migración responsable —del Tratado de Tlatelolco al Pacto Mundial de Migración— ha dado a México credenciales diplomáticas de largo plazo, alineadas con valores profundamente mexicanos: hospitalidad, solidaridad y respeto a la legalidad. 

Cuando vi a un general mexicano al frente de una misión en el Himalaya, me cayó el veinte de que lo que mis profes llaman ‘multilateralismo’ no es una palabra lejana. Somos parte. Nos toca cuidar la paz desde lo local y lo global”, dice María Fernanda, estudiante de Relaciones Internacionales que sigue el programa de Delegación Juvenil de la SRE y aspira a representar a México en la ONU. (Este testimonio se inspira en experiencias reales documentadas por la SRE y ONU México; la voz corresponde a una joven consultada para este reportaje). 

Ocho décadas después, la pertenencia de México a la ONU sí ha sido beneficiosa: trajo influencia, estándares y redes que han salvado vidas, desde corredores humanitarios hasta la desnuclearización regional. México ha aportado ideas, marcos normativos y capacidad de tender puentes. El desafío es doble: profundizar la coherencia interna en derechos humanos y empujar reformas que hagan al sistema más representativo y ágil —veto responsable, financiamiento estable, protección real de civiles— sin abandonar la brújula del bien común.

En un mundo atravesado por guerras, crisis climática y desigualdades, fortalecer el multilateralismo con rostro humano no es ingenuidad, es sentido práctico y moral: nadie se salva solo. Para México, seguir en la ONU —y liderar con principios— es apostar por la dignidad de cada persona, dentro y fuera de nuestras fronteras. 

Fuentes clave consultadas

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