En un país donde los rezagos educativos afectan a millones, surgen historias que rompen la inercia. Jóvenes que, lejos de conformarse con criticar el sistema, han decidido construir alternativas: tutorías comunitarias, proyectos de innovación social, redes de aprendizaje digital. Son líderes que, como afirma la Doctrina Social de la Iglesia, ponen la dignidad humana en el centro al ofrecer a otros lo que el Estado y las instituciones no siempre logran garantizar: oportunidades reales de aprender y crecer.
“Yo no podía quedarme de brazos cruzados viendo que mis vecinos dejaban la escuela por no entender matemáticas. Si podía ayudar, tenía que hacerlo”, dice con convicción Daniela Flores, estudiante de Ingeniería en Guadalajara y fundadora de un círculo de tutorías en su colonia.
Su testimonio refleja un fenómeno en expansión: jóvenes que se convierten en agentes de cambio educativo, demostrando que la educación no es tarea exclusiva de maestros o autoridades, sino también de comunidades que creen en la corresponsabilidad.
Contexto: juventud y brechas educativas
México enfrenta retos profundos en materia educativa. El rezago escolar afecta a más de 4 millones de niños y adolescentes, según datos del INEGI (2024), mientras que la UNESCO advierte que uno de cada cinco jóvenes latinoamericanos abandona la secundaria.
La pandemia de COVID-19 agravó la situación: el Banco Mundial estima que el 62% de los estudiantes mexicanos no alcanzan competencias básicas en lectura y matemáticas. Frente a estas cifras, los jóvenes decidieron pasar de la queja a la acción.
El Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE) reporta que cerca del 30% de los proyectos registrados por jóvenes en 2023 estuvieron vinculados a la educación, desde plataformas digitales hasta brigadas en comunidades rurales.
En Iztapalapa, Ciudad de México, un grupo de universitarios organiza cada fin de semana talleres gratuitos de regularización para niños de primaria. Se hacen llamar “EducAcción Juvenil” y, con recursos mínimos, logran lo que en palabras de su coordinador, Luis Hernández, “es sembrar esperanza donde la escuela no llega”.
Luis, de 24 años, explica: “No somos maestros titulados, pero sí jóvenes que saben lo que cuesta salir adelante. Queremos que ningún niño piense que estudiar no es para él”. Hoy más de 200 niños han pasado por sus sesiones.
Innovación social en plataformas digitales
Desde Monterrey, Mariana Ortiz, programadora de 22 años, creó una app que conecta estudiantes que dominan ciertas materias con otros que necesitan ayuda. Inspirada en modelos de “economía colaborativa”, la aplicación ya cuenta con 8,000 usuarios activos. “Lo que más me emociona es ver a jóvenes de zonas rurales conectarse con otros en ciudades, compartiendo conocimientos que antes parecían lejanos”, comenta.
Redes juveniles en comunidades rurales
En Chiapas, un grupo vinculado a Ashoka Jóvenes implementa un programa de aprendizaje bilingüe en comunidades tzotziles. No solo enseñan español, sino que revalorizan la lengua indígena como herramienta educativa. “Nos dimos cuenta de que no se trataba de sustituir la lengua materna, sino de usarla como puente para que los niños no abandonen la escuela”, señala Pedro, líder comunitario de 19 años.
Jóvenes como protagonistas de la transformación
Estos proyectos comparten un rasgo: no esperan a que la solución venga de arriba. Como apunta el sociólogo e investigador Carlos Martínez: “La juventud mexicana ha entendido que la educación es demasiado importante como para dejarla solo en manos del Estado. Están construyendo un tejido social de aprendizaje basado en solidaridad y corresponsabilidad”.
La educación es un derecho y un deber compartido: familia, sociedad y Estado deben involucrarse en garantizarla. Los jóvenes encarnan este principio al poner su tiempo y talento al servicio de otros.
Cifras que hablan del movimiento juvenil
- 30% de los proyectos juveniles registrados por IMJUVE en 2023 están vinculados a educación.
- 62% de los estudiantes mexicanos no alcanzan niveles básicos en competencias clave (Banco Mundial).
- 8,000 usuarios activos ya participan en plataformas digitales creadas por jóvenes para tutorías.
- 200 niños atendidos en un solo año por iniciativas comunitarias en Iztapalapa.
- 1 de cada 5 jóvenes latinoamericanos abandona la secundaria (UNESCO).
Estos datos muestran que, frente a un sistema con carencias estructurales, los jóvenes no se resignan.
Valeria, de 15 años, casi abandona la secundaria durante la pandemia. Su madre, empleada doméstica, no podía pagar clases particulares. Fue entonces cuando conoció a los tutores voluntarios de “EducAcción Juvenil”. “Me ayudaron a entender matemáticas, pero también a creer en mí misma. Ahora quiero estudiar medicina”, cuenta emocionada. Su historia pone rostro a los números: sin el esfuerzo juvenil, miles de estudiantes estarían fuera del sistema.
La fuerza de una generación
La participación de los jóvenes en la educación no es moda, es respuesta a un vacío estructural. Su acción refleja valores profundamente mexicanos: solidaridad, compromiso con la comunidad y creatividad para salir adelante.
Pero no basta con aplaudir su esfuerzo. Se requiere que las autoridades reconozcan, impulsen y financien estos proyectos para que sean sostenibles. De lo contrario, como advierte Impact Hub México, “el riesgo es que se pierdan iniciativas valiosas por falta de apoyo”.
La buena noticia es que esta generación no espera permisos. Como resume Daniela, la joven ingeniera de Guadalajara: “Somos la prueba de que los jóvenes no somos el futuro: somos el presente de la educación en México”. Y en ese presente, cada tutoría, cada aplicación y cada red comunitaria significan un paso hacia el bien común, recordando que la educación es un acto de justicia y de amor al prójimo.
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