Cuando el oro azul se vuelve agua

El agua, sostén de la vida y símbolo de esperanza, se filtra entre las grietas de nuestra infraestructura. En México, un país bendecido por recursos hídricos, las redes de distribución son a menudo frágiles, antiguas y mal planificadas. El resultado: hasta el 40 % del agua potable se pierde antes de llegar a los grifos. Esta cifra, alarmante, no es solo un número: representa sueños frustrados, proyectos detenidos y comunidades que sufren una escasez silenciada.

Para comprender la gravedad, este reportaje explora cómo una infraestructura obsoleta repercute en lo económico, social y ambiental, y propone soluciones humanas, tecnológicas y sustentadas en principios de dignidad y solidaridad, inspirados por la Doctrina Social de la Iglesia.

Descripción general:
La red hídrica de México adolece de diseños superados, tuberías con décadas de vida y una planificación urbana que no se adapta a ciudades en rápido crecimiento. En muchos casos, el agua recorre trayectos demasiado largos o se pierde en segmentos saturados por asentamientos irregulares.

Importancia del agua:
Garantizar que cada gota llegue a destinos fundamentales —como hogares, hospitales o sembradíos— es esencial para la justicia social y el desarrollo sostenible. La eficiencia en su manejo no solo protege un recurso vital, sino que refuerza la dignidad humana y el bien común.

Problemas en las redes de recolección y distribución

  1. Infraestructura obsoleta:
    En la Ciudad de México, por ejemplo, se estima que entre el 42 % y 48.2 % del agua suministrada se pierde por fugas y tomas clandestinas. A nivel nacional, se maneja una pérdida de hasta 40 % del agua potable.
  2. Falta de mantenimiento:
    La carencia de inversión y políticas sostenidas ha provocado que muchas redes fallen antes de tiempo, o simplemente queden fuera de servicio.
  3. Mala planificación urbana:
    El crecimiento desordenado, sin una visión hídrica integral, ha llevado a que zonas nuevas no cuenten con redes adecuadas, lo que aumenta costos y genera fugas.

¿Cuánto estamos desperdiciando?

  • Datos y estadísticas:
    • Pérdidas de 30 % a 40 % del agua potable distribuida en la infraestructura nacional
    • En el Estado de México se estima también una pérdida superior al 40 %
  • Impacto económico y ambiental:
    Estas fugas representan no solo la pérdida de agua, sino también de energía —que bombea y trata ese líquido— y de inversión pública. A nivel ambiental, al extraviarse el agua, los ecosistemas locales carecen del equilibrio natural que necesitan.

Consecuencias y retos

  1. Desabastecimiento:
    En zonas donde hasta el 15 % de la población no recibe agua a diario, las fugas agravan la escasez existente
  2. Impacto social:
    Familias vulnerables, especialmente en comunidades rurales y marginadas, son las primeras en sufrir las consecuencias. La falta de agua afecta la salud, la educación y el tiempo disponible para actividades productivas.

Propuestas y soluciones

  1. Inversión en infraestructura y mantenimiento:
    Modernizar tuberías, redes y plantas potabilizadoras es urgente: como ilustra el caso del Sistema Cutzamala, donde en 2025 se destinó 660 millones de pesos para renovar equipos, aumentando su almacenamiento al 67,86 %
  2. Tecnología y monitoreo:
    La CDMX emprendió una estrategia de sectorización y monitoreo en tiempo real (C5 del agua), con una línea ciudadana para denunciar fugas, lo que ha permitido mejores diagnósticos y respuesta inmediata
  3. Educación y conciencia:
    Programas de captación pluvial en escuelas, como “Escuelas con Agua”, recolectan entre 500,000 y un millón de litros por año, evitando la compra de pipas y protegiendo el derecho al estudio

“Hace años que mi colonia recibe agua solo un día de cada tres; cada vez que llueve, festejamos que algo llegue”, comparte Carmen, habitante del oriente de la Ciudad de México. “Pero cuando hay fugas, esa poca agua desaparece antes de llenar una cubeta.” Este testimonio, común en cientos de comunidades, refleja cómo el desperdicio se siente en cada hogar. No es solo infraestructura: es vida, dignidad, tiempo para trabajar o estudiar, salud para niños y ancianos.

El agua desperdiciada en México no es un recurso barato: es tiempo que no retorna, vidas que se complican y oportunidades que se escapan por tuberías quebradas. Sin embargo, con voluntad política, inversión estratégica, tecnología accesible y compromiso ciudadano, podemos transformar esta realidad.

Se trata de proteger la casa común (nuestra nación) y promover políticas que atiendan a los más vulnerables, respeten la legalidad y reafirmen los valores mexicanos de solidaridad, dignidad y justicia.

Si actuamos unidos —autoridades, comunidad, y sector privado—, podemos cerrar las fugas del presente para abrir las fuentes del futuro. El agua no solo debe llegar, debe fluir con justicia.

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