México es un mosaico cultural donde la religión ha desempeñado un papel central en la vida social, política y cultural del país. Aunque el catolicismo sigue siendo la fe mayoritaria, la presencia de comunidades evangélicas, cristianas, judías, islámicas y de creencias ancestrales ha transformado el panorama religioso en las últimas décadas.
Las cifras más recientes revelan no sólo la diversidad de credos, sino también cómo las creencias moldean costumbres, generan tensiones y dialogan con los cambios sociales contemporáneos.
Panorama de las religiones en México
Según el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), México es un país diverso en tradiciones, costumbres y creencias. Desde 1895, los censos nacionales han incorporado datos sobre las diversas religiones que se practican en el país, mostrando una evolución significativa en la composición religiosa.
En 2020, el catolicismo permanecía como la religión predominante con 97.8 millones de personas – equivalente a 78 de cada 100 mexicanos –. La segunda posición la ocupó el cristianismo en sus distintas denominaciones, con cerca de 6.7 millones de fieles, seguido de las comunidades evangélicas (2.3 millones) y los Testigos de Jehová (1.5 millones).
Otras religiones con menor número de practicantes en México incluyen la judía (58,876 personas), las de raíces afro (40,799), raíces étnicas (33,372) e islámica (7,982). Además, 3.1 millones de personas se identificaron como creyentes sin pertenecer a una religión en particular.
En términos de género – de los más de 115 millones de mexicanos que profesan una religión o se consideran creyentes – 59.8 millones son mujeres y 55.5 millones hombres. La religión católica es la más practicada por ambos géneros, mientras que los cultos populares registran la menor adhesión.
Diversidad religiosa en México
La proporción de católicos varía de forma significativa según la región. Zacatecas lidera con un 92 % de población católica, seguido de Guanajuato con 91 %. En contraste, Chiapas presenta la menor proporción con 54 %.
Los estados de Chiapas y Tabasco destacan por concentrar más del 35 % de población evangélica, mientras que el Estado de México y Veracruz albergan una notable presencia de Testigos de Jehová.
La comunidad judía se concentra principalmente en el Estado de México y la Ciudad de México, aunque también hay presencia en Puebla, Veracruz, Jalisco, Baja California y Nuevo León.
Influencia social y cultural dentro del país
La religión en México no solo se vive en los templos sagrados de cada religión, sino que se manifiesta en el día a día, influyendo en prácticas culturales, costumbres familiares y en la vida comunitaria. El catolicismo, al ser la fe mayoritaria, ha moldeado durante siglos las tradiciones nacionales. Festividades como la Navidad y la Semana Santa, no solo representan fechas litúrgicas, sino también momentos de convivencia social, turismo y derrama económica. El Día de la Virgen de Guadalupe, celebrado cada 12 de diciembre, congrega a millones de peregrinos en la Basílica de la Ciudad de México y en santuarios locales, generando una de las movilizaciones religiosas más grandes a nivel internacional.
En contraste, los Testigos de Jehová mantienen un calendario de actividades diferente, caracterizado por la ausencia de celebraciones religiosas tradicionales y de participación en festividades nacionales. Esta postura se basa en su interpretación literal de las escrituras, lo que marca una diferencia significativa con respecto a la mayoría de creyentes.
La comunidad judía, aunque minoritaria en nuestro país, conserva prácticas ancestrales que fortalecen su cohesión interna. El Shabbat, celebrado cada viernes por la tarde hasta el anochecer del sábado, es un momento de descanso y reflexión. El Rosh Hashaná y el Yom Kipur representan fechas de introspección y renovación espiritual, mientras que la Pascua judía rememora la liberación del pueblo hebreo. Estas prácticas se complementan con costumbres como el uso de la kipá o las bodas bajo la jupá.
¿Va de la mano la religión y la política en México?
Desde la promulgación de las Leyes de Reforma en el siglo XIX, México se denominó como Estado laico, separando las funciones de la Iglesia y del gobierno. Sin embargo, la relación entre religión y política ha sido históricamente compleja. Conflictos como la Guerra de Reforma, la Segunda Intervención Francesa y la Guerra Cristera evidencian la tensión que existió entre ambos poderes.
En la actualidad, aunque la Constitución prohíbe la participación política directa de ministros de culto, la influencia de las iglesias persiste en el debate público. Temas como el matrimonio igualitario, la despenalización del aborto y la educación sexual han generado pronunciamientos de líderes religiosos que buscan influir en la opinión pública. Estas posturas, aunque no determinan de forma contundente el voto electoral, sí tienen impacto en comunidades con fuerte arraigo religioso.
Asimismo, en ciertos contextos locales, las creencias religiosas han influido en políticas públicas, ya sea limitando la implementación de programas de salud reproductiva o condicionando eventos cívicos. Esta interacción constante entre creencias y gobernanza refleja que, pese al marco laico, la religión continúa siendo un factor relevante en la esfera política mexicana.
Conflicto y tensiones
La Guerra Cristera – desarrollada del periodo de 1926 a 1929 – dejó una marca profunda en la historia del país, con un saldo estimado de más de 250,000 muertos. Este conflicto armado, derivado de la aplicación estricta de las leyes laicas, generó rupturas sociales que, en algunos casos, aún se sienten. La Iglesia católica ha canonizado a varios participantes del movimiento, lo que mantiene viva su memoria dentro de ciertos sectores de la población.
En tiempos recientes, aunque no se han registrado enfrentamientos armados de esa magnitud, persisten episodios de intolerancia. En comunidades rurales de Chiapas y Oaxaca, se han documentado casos en los que familias evangélicas han sido desplazadas de sus localidades por no participar en festividades católicas o por rechazar el pago de cuotas para celebraciones religiosas. Estos actos incluyen amenazas, destrucción de viviendas y agresiones físicas, lo que ha derivado en desplazamientos internos forzados.
Además, algunas comunidades indígenas han experimentado tensiones cuando la adopción de nuevas religiones rompe con la organización comunitaria tradicional. En ciertos casos, esto ha provocado divisiones en el uso de espacios públicos, en la participación en cargos comunales o en el acceso a recursos comunitarios, mostrando que la pluralidad religiosa, aunque protegida por la ley, puede generar fricciones cuando se enfrenta a prácticas culturales arraigadas.
El futuro religioso dentro del país
En México, 10.2 millones de personas se declaran sin religión, lo que equivale a 8 de cada 100 habitantes. El ateísmo y el agnosticismo crecen especialmente entre jóvenes, reflejando un cambio en las creencias tradicionales.
El ateísmo implica la ausencia de creencia en dioses, mientras que el agnosticismo sostiene que no existe evidencia suficiente para afirmar o negar su existencia. Ambos movimientos se expanden en paralelo al surgimiento de nuevas corrientes espirituales y filosóficas.
El crecimiento del ateísmo, el agnosticismo y nuevas corrientes espirituales refleja un viraje generacional hacia creencias más individuales y menos institucionales. No obstante, las religiones tradicionales continúan influyendo en la vida pública y en la cohesión de comunidades enteras.
El reto para las próximas décadas será construir un espacio de respeto y diálogo, donde la pluralidad religiosa conviva con la laicidad del Estado y con una sociedad cada vez más diversa en sus formas de vivir la espiritualidad.
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