Morena: Siete años de hegemonía

Entender por qué Morena logró convertirse en la primera fuerza política de México durante siete años consecutivos no es un ejercicio menor. En un país marcado históricamente por el dominio de partidos tradicionales, la llegada de un movimiento relativamente joven, con estructura híbrida entre partido y causa social, representa un viraje profundo en la vida pública. Este fenómeno no se explica únicamente por campañas exitosas, slogans efectivos o figuras carismáticas. Implica una revisión seria de las grietas del sistema político mexicano, del cansancio acumulado en la población, de la transformación cultural y de la manera en que los ciudadanos —especialmente los más jóvenes y los más vulnerables— han resignificado la política.

Este reportaje busca ofrecer un análisis integral, fundamentado en datos verificables, tendencias sociales, testimonios reales y declaraciones de especialistas, todo bajo una perspectiva ética inspirada en la Doctrina Social de la Iglesia: dignidad humana, participación, subsidiaridad, justicia y bien común.

El contexto político y social que precedió a la victoria de Morena

Para comprender el ascenso de Morena, es indispensable mirar hacia los años previos. México vivía, hacia finales de la década de 2010, un ambiente de profunda frustración con los partidos tradicionales. Según el Latinobarómetro 2018, México se ubicaba entre los países latinoamericanos con menor confianza en sus instituciones políticas, con apenas 16 % de ciudadanos que confiaban en los partidos.

A esto se sumaban fenómenos como:

  • Aumento en la desigualdad social, documentado por Coneval.
  • Crisis de seguridad, con más de 33,000 homicidios en 2018, según el SESNSP.
  • Escándalos de corrupción —desde la Estafa Maestra hasta Odebrecht— que minaron la credibilidad del sistema.
  • Un sistema de partidos agotado, percibido como distante y ajeno a la gente.

En palabras del politólogo José Antonio Crespo, “el país acumulaba un enojo que ningún partido quiso ver. Morena capitalizó sentimientos, no solo propuestas”. María del Carmen, madre soltera en Neza, resume en una frase lo que muchos vivían: “Sentía que nadie gobernaba para nosotros. Cuando llegó Morena, al menos alguien dijo que hablaba por la gente como yo.”

Estos sentimientos, multiplicados en millones de hogares, prepararon el terreno para un cambio sísmico.

Factores que contribuyeron a la victoria de Morena

a) Cambio de percepción y confianza. Morena logró construir —con aciertos y errores— una narrativa poderosa: la de la “transformación”. Para un país cansado del deterioro institucional, la promesa de un cambio real se volvió irresistible. El INE reportó en 2018 que Morena ganó más de 30 millones de votos, la cifra más alta en la historia electoral del país. Esta votación refleja un fenómeno emocional y cultural más que una simple preferencia política.

b) La figura de Andrés Manuel López Obrador. Es imposible analizar el triunfo de Morena sin considerar el liderazgo de AMLO, quien cultivó durante años una conexión profunda con sectores desilusionados. Su discurso sencillo, su estilo austero y su insistencia en combatir la corrupción consolidaron una base leal.. Para muchos jóvenes, López Obrador se convirtió en un símbolo de rebeldía institucional. Para sectores vulnerables, en un líder cercano. Para otros, en un crítico frontal del status quo. López Obrador supo leer el enojo como nadie. Lo tradujo en un movimiento político con identidad emocional.

c) Respuesta a demandas sociales. Entre 2019 y 2024, Morena capitalizó políticas públicas que respondieron directamente a necesidades ciudadanas:

  • Programas de transferencias directas para adultos mayores, jóvenes y personas con discapacidad.
  • Incremento continuo del salario mínimo, que según la Conasami aumentó más del 80 % en términos reales durante ese periodo.
  • Discursos y acciones orientadas a combatir la corrupción.

Aunque estas políticas han tenido resultados debatidos, lo cierto es que fueron percibidas como respuestas concretas a problemas reales.

Movimiento de base y participación ciudadana. Morena no solo ganó por arriba; ganó por abajo. Construyó una estructura de comités, simpatizantes y militantes que, más que estructuras tradicionales, funcionaban como redes comunitarias. Estas redes movilizaron a millones, especialmente en zonas históricamente olvidadas. Un ejemplo proviene de Chiapas, donde el investigador Gonzalo Sánchez de Tagle documenta cómo la presencia territorial de Morena permitió “un vínculo comunitario permanente”, algo que los partidos tradicionales habían abandonado.

Reconfiguración del sistema político. Por primera vez en décadas, surgió una fuerza con identidad propia, ajena al viejo sistema y con una promesa: “romper con lo de antes”. Morena supo colocarse como alternativa al clientelismo, al pragmatismo y al desgaste del PRI, PAN y PRD.

Factores estructurales y culturales

a) Una tendencia histórica hacia el cambio. México ha vivido ciclos de ruptura aproximadamente cada 20 o 30 años. El agotamiento del régimen priista en 2000, el desgaste del panismo en 2012 y la crisis del sistema en 2018 forman parte de una misma lógica histórica de renovación.

b) Morena como símbolo de “opción distinta”. Para millones de jóvenes, Morena representó —y aún representa— “la posibilidad de algo nuevo”, una narrativa atractiva para generaciones acostumbradas a desconfiar de la política.

c) La influencia de redes sociales. Las redes fueron un terreno fértil para Morena. Diversos estudios del ITESO y la UNAM documentan la enorme capacidad del movimiento para generar comunidad digital, memes, discursos emocionales y mensajes simples. Mientras la oposición apostaba por estrategias tradicionales, Morena utilizó un lenguaje digital accesible, emocional y directo. Un joven tiktoker de Monterrey lo describe así: “No es que todos creamos lo mismo. Es que hablaron como nosotros, no como políticos.”

Análisis crítico: más allá de la campaña, un fenómeno social

La victoria de Morena no puede explicarse únicamente desde la estrategia electoral. Es un movimiento cultural profundo.

  • Expresa el cansancio acumulado de un país desigual y violentado.
  • Refleja la caída de credibilidad del sistema anterior.
  • Muestra la necesidad de símbolos de esperanza, incluso si esos símbolos son imperfectos.
  • Evidencia que México exigía cambios estructurales, no solo alternancia.

El académico Lorenzo Meyer ha señalado que la victoria de Morena fue “un grito colectivo contra un modelo económico y político que dejó a demasiados atrás”.

Este fenómeno puede leerse como un reclamo de participación, justicia y dignidad. El voto masivo por Morena, especialmente en sectores vulnerables, representa la voz de quienes históricamente habían sido excluidos.

El triunfo de Morena es el resultado de una compleja mezcla de factores:

  • Contexto de hartazgo y descrédito institucional
  • Un liderazgo carismático y cercano
  • Respuestas —acertadas o no— a demandas sociales profundas
  • Redes comunitarias reales
  • Movilización emocional y digital
  • Un deseo acumulado de cambio en la población

Más que un triunfo electoral, fue el reflejo de un movimiento social de gran magnitud.

Entender estas causas no solo ayuda a explicar el pasado, sino a visualizar el futuro: México enfrenta el desafío de convertir la esperanza en instituciones sólidas, justicia real, participación ciudadana y bienestar para todos.

Si Morena quiere mantener su lugar, deberá responder al llamado que la ciudadanía expresó en las urnas: un país más justo, más transparente y verdaderamente orientado al bien común. Porque al final la política solo tiene sentido cuando sirve a la persona humana y a su dignidad.

 

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