A los miembros del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) no les ha bastado con hacerse de la mayoría de las Cámaras legislativas federales y locales, las gubernaturas, municipios y alcaldías pues parecieran no tener llenadera y han caído en la trampa de buscar más poder del que ahora tienen. Es así que los distintos grupos que conforman este partido, día a día protagonizan una batalla sin tregua sin buscar al enemigo afuera, sino adentro de sus propias filas, es así que el fuego amigo está minando al partido que parecía invencible.
Lo que empezó como roces discretos por la agenda legislativa y los equilibrios internos se volvió visible con ausencias calculadas, advertencias públicas y episodios de ostentación que chocan con el discurso de austeridad. La fotografía del momento es paradójica pues a pesar de que se niega que exista una fractura, todos están buscando beneficiarse de la elección intermedia de 2027.
El primer frente se abrió en el Congreso. Ricardo Monreal, hoy al frente de la bancada en San Lázaro, advirtió sobre riesgos de división por el paquete de reformas –no reelección, reglas contra nepotismo y la reforma electoral– que reordena incentivos y carreras políticas dentro del movimiento. El mensaje, lejos de quedarse en pasillos, se volvió público y encendió alarmas en aliados tradicionales.
La propuesta de reducir plurinominales y recortar el financiamiento a partidos aterró al PVEM y al PT, socios clave de Morena, que leen la iniciativa como un haraquiri para 2027. Este desencuentro dejó huellas pues mostró que la coalición legislativa ya no marcha en piloto automático y que la disciplina dependerá caso por caso.
El segundo frente está en la ética pública. Los señalamientos por viajes, lujos y conductas contradictorias con la narrativa de austeridad republicana alcanzaron a figuras del partido incluyendo al círculo familiar del expresidente. En un movimiento que convirtió la honestidad en su marca, cada episodio alimenta la percepción de doble discurso.
La crítica ya no viene sólo de la oposición, hoy por hoy se alzan voces morenistas que piden sanciones ejemplares para evitar que el costo político caiga sobre el gobierno.
Otro frente abierto es de conducción política. Desde julio, el partido reconoció “diferencias” y exhortó a tramitarlas con madurez. Sonó a catarsis preventiva tras una reunión del Consejo Nacional a la que no acudieron cuadros de peso como Monreal y Andrés López Beltrán. En paralelo, la dirigencia empuja una gigantesca maquinaria territorial –comités por decenas de miles– para blindar el voto. La apuesta es compensar la fuga de energía en las élites con músculo de base. Pero esa movilización también reacomoda liderazgos locales y reabre disputas por presupuestos, nombramientos y candidaturas en 2027.
Entre quienes más han dañados han resultado figuran Adán Augusto López, quien ha enfrentado semanas complicadas por cuestionamientos a su círculo más cercano y varios tropiezos legislativos; otro personaje, que si bien no pertenece a Morena, si ha sido un importante aliado de dicho partido, Gerardo Fernández Noroña mezcla respaldos al oficialismo con críticas a excesos; y Ricardo Monreal quien públicamente maneja un discurso en el que él mismo se proyecta como articulador de acuerdos, pero sin dejar de marcar distancia.
Se cimbra la estructura
Cabe preguntarse si ¿estas divisiones debilitan a Morena y al gobierno? Sí, uno de ellos es el desprestigio de la autoridad moral que ha manejado la narrativa de la austeridad republicana y el caso de lujos y privilegios es el más corrosivo de todos.
También, entorpecen la gestión legislativa ya que la agenda deja de ser una aplanadora y se vuelve una negociación permanente con aliados y con los propios grupos internos de Morena. Asimismo, distraen capital político en un momento en que el gobierno necesita concentrarse en economía, seguridad, relación con Estados Unidos.
Si los escándalos éticos continúan, si la reforma electoral hiere la alianza con PVEM y PT, o si la relación con Washington obliga a concesiones impopulares, los incentivos para la indisciplina crecerán. Monreal capitaliza los espacios de negociación; Noroña conserva tribuna; y los liderazgos locales miden su poder con la arquitectura de comités. La contienda no es por la jefatura formal del partido que actualmente está alineada al gobierno, sino por la capacidad de vetar, condicionar o encarecer las decisiones clave.
A pesar de las guerras intestinas en Morena, tienen una gran ventaja: la oposición no ha sacado provecho de las divisiones del partido en el poder y siguen dando palos de ciego, sin embargo, estas luchas internas pueden afectar en gran medida en diversos ámbitos al país.
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