CNDH: de faro de justicia a sombra de la misma

En una nación donde la justicia y la dignidad humana deberían ser principios fundamentales, la existencia de una institución dedicada a la protección de los derechos humanos no es un lujo, sino una necesidad vital. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) surgió con la promesa de ser un guardián de la legalidad, un espacio donde las víctimas pudieran encontrar respaldo frente a abusos de poder, y un contrapeso frente a los excesos del Estado. Su papel, idealmente, es el de ser la voz de los silencios forzados, la estructura que sostiene a quienes, por múltiples razones, no pueden defenderse por sí mismos.

Con buenas intenciones que le valían aciertos y tropiezos, pero enfilándose a profesionalizarse para llevar a cabo su labor de proteger a quienes habían sufrido vejaciones e injusticias, este organismo desconcentrado caminó por años desde su creación, sin embargo, a la llegada de la llamada cuarta transformación se diluyeron todos los esfuerzos hasta ese momento alcanzados, comenzando con la pérdida de su autonomía y de su capacidad crítica.

Bajo la dirección de Rosario Piedra Ibarra, la CNDH lejos de ser un faro de justicia y un referente de imparcialidad, ha sido percibida como un elefante blanco que conserva el nombre y las funciones formales, pero que ha dejado de cumplir con su esencia, relegando la defensa de los derechos humanos a un segundo plano y generando dudas sobre su relevancia en la vida pública del país.

Origen y declive

La CNDH fue creada en 1990 con la misión de proteger y promover los derechos humanos en México. Desde sus inicios, la institución se destacó por su independencia y su capacidad para señalar las violaciones a los derechos humanos, sin importar quién las cometiera. Emitió recomendaciones que llevaron a la reparación de daños a las víctimas, la sanción de responsables y la implementación de políticas públicas para prevenir futuras violaciones. La CNDH se convirtió en un referente en América Latina por su compromiso con la justicia y la defensa de los derechos humanos.

Con la llegada de Morena a la presidencia del país, la CNDH comenzó a experimentar cambios significativos en su funcionamiento y en su relación con el gobierno, el primer de ellos fue la elección de Rosario Piedra Ibarra, cuyo único mérito era el ser hija de la luchadora social de izquierda, Rosario Ibarra de Piedra, pero no tenía ningún perfil que sirviera para dirigir una institución de tan importante envergadura.

A pesar de las críticas de la oposición, sociedad civil y defensores de derechos humanos debido a la impericia de Piedra Ibarra asumió el mando de la CNDH el 16 de noviembre de 2019, no conforme con ello fue reelecta para el periodo 2024-2029.

Como si la consigna hubiera sido desaparecer de la escena a un organismo que incomodaba y estorbaba a personajes acostumbrados al abuso del poder, Piedra Ibarra cumplió a cabalidad, y en el tiempo que se ha mantenido en el cargo la institución ha sido acusada de alinearse con las políticas del gobierno, pues en lugar de señalar las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado, la CNDH ha emitido recomendaciones que, según críticos, parecen más orientadas a proteger al gobierno que a defender a las víctimas.

La propuesta de transformar la CNDH en una “Defensoría Nacional de los Pueblos”, presentada por Rosario Piedra Ibarra, ha generado controversia. Mientras que la presidenta de la CNDH argumenta que esta transformación es necesaria para fortalecer la institución, críticos advierten que podría significar una mayor subordinación al gobierno y una pérdida definitiva de la autonomía de la CNDH.

En la actualidad, la CNDH enfrenta una crisis de credibilidad. Mientras que en el pasado sus recomendaciones eran tomadas en cuenta y llevadas a cabo por las autoridades, hoy en día muchas de ellas caen en el olvido. La falta de seguimiento a las recomendaciones y la percepción de que la institución ha perdido su capacidad crítica han llevado a muchos a cuestionar su relevancia.

Además, la CNDH ha sido acusada de no abordar adecuadamente temas como la desaparición forzada y la tortura. Mientras que organismos internacionales alertan sobre la gravedad de estas violaciones, la CNDH ha sido criticada por minimizar su alcance y no exigir responsabilidades al Estado.

La CNDH tiene una historia de lucha por los derechos humanos en México. Sin embargo, bajo la dirección de Rosario Piedra Ibarra, ha enfrentado desafíos que han puesto en duda su independencia y eficacia. Es imperativo que la CNDH recupere su autonomía, fortalezca su capacidad crítica y vuelva a ser una voz firme en la defensa de los derechos humanos. Solo así podrá cumplir con su misión original y ser un verdadero pilar de justicia en México.

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