Este 1° de agosto, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer su estimación oportuna del Producto Interno Bruto (PIB) correspondiente al segundo trimestre de 2025. La cifra —un crecimiento anual de 1.2%— fue suficiente para disipar el fantasma de una recesión técnica, pero insuficiente para generar optimismo generalizado. En contraste, la Oficina de Análisis Económico (BEA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos reportó un crecimiento de 3% para su economía en el mismo periodo.
En un entorno global marcado por tensiones geopolíticas, inflación persistente y desafíos estructurales, los datos de ambos países encienden preguntas de fondo: ¿estamos creciendo lo suficiente? ¿Qué explica la disparidad con nuestro principal socio comercial? Y más importante: ¿qué efectos tiene este escenario para los mexicanos comunes?
Contexto: de dónde venimos
Durante el primer trimestre de 2025, México ya había mostrado señales de desaceleración. Según datos del INEGI, el crecimiento anual fue de apenas 1.6%, con sectores clave como la industria manufacturera y la construcción mostrando caídas o estancamientos. En contraste, el sector servicios —particularmente comercio y turismo— mantenía cierto dinamismo.
Las previsiones para el segundo trimestre eran modestas: Banxico y diversos grupos financieros estimaban un crecimiento cercano al 1%. La confirmación de una tasa anual de 1.2% representa una desaceleración frente a los trimestres anteriores (en 2023, el crecimiento promedio anual fue de 2.5%) y pone en evidencia las limitaciones estructurales de la economía mexicana.
Radiografía del 1.2%
La cifra del 1.2% es resultado de una combinación desigual de comportamientos sectoriales:
- Sector primario (agricultura, pesca y ganadería): crecimiento de 1.5%.
- Sector secundario (industria, minería, construcción): prácticamente estancado, con variaciones menores al 0.5%.
- Sector terciario (servicios y comercio): el motor del crecimiento, con una expansión de 1.8%.
Carlos Serrano, economista en jefe de BBVA México, señaló en entrevista con El Financiero que “el crecimiento observado es más resultado del consumo interno —impulsado por remesas y transferencias sociales— que de inversión productiva o exportaciones. Es un crecimiento frágil.”
¿Por qué Estados Unidos crece más rápido?
La economía estadounidense sorprendió con una expansión del 3% anual en el segundo trimestre. Este crecimiento se explica, en parte, por una combinación de factores:
- Estímulo fiscal sostenido por parte del gobierno federal, orientado a inversión en infraestructura.
- Resiliencia del mercado laboral, con niveles de desempleo cercanos al 3.5%.
- Mayor confianza empresarial, que se traduce en inversión de capital, particularmente en tecnología, energía e industria avanzada.
Analistas del Peterson Institute señalan que “aunque la inflación sigue siendo un reto, EE. UU. ha encontrado una combinación relativamente efectiva de política monetaria restrictiva y gasto público estratégico”.
La brecha estructural
Para México, el contraste con EE. UU. no es solo numérico. Es estructural. En palabras de Mariana Campos, directora general de México Evalúa, “mientras nuestro vecino invierte en capital humano e innovación, nosotros seguimos gastando en programas sociales sin reglas de operación y megaproyectos con escasa rentabilidad social”.
Un estudio del IMCO (julio 2025) subraya que el 74% de las inversiones del gobierno federal en este sexenio se ha concentrado en cinco megaproyectos, lo que deja sin recursos suficientes a sectores como salud, educación y ciencia. La inversión pública como porcentaje del PIB se encuentra en su nivel más bajo desde 1995.
Para muchos mexicanos, el 1.2% no se siente en el bolsillo. Adriana Sánchez, comerciante de Iztapalapa, cuenta que “las ventas están igual o peor que el año pasado. Suben los precios, pero no las ventas. Yo no sé de economía, pero sé que no me alcanza”.
Carlos Jiménez, recién egresado de ingeniería industrial, señala: “llevo cuatro meses buscando trabajo en mi área, pero la mayoría de ofertas que hay son de call centers o ventas. No veo reflejado el crecimiento en oportunidades reales”.
Estos testimonios dan rostro humano a una economía que, si bien no está en recesión, tampoco ofrece certidumbre ni movilidad social efectiva.
El crecimiento económico debe estar al servicio de la persona humana, y no al revés. Como afirma Caritas in Veritate de Benedicto XVI, “la economía necesita de la ética para su correcto funcionamiento”.
Una economía que crece al 1.2% mientras la pobreza y la desigualdad persisten, requiere un examen de conciencia estructural. La legalidad, el bien común y la dignidad del trabajo deben ser los criterios rectores, no solo el aumento del PIB.
¿Qué se puede hacer?
- Diversificar la inversión pública: Redistribuir el presupuesto hacia educación, salud e innovación tecnológica.
- Impulsar la formalización del empleo: Más del 55% de los trabajadores mexicanos están en la informalidad.
- Aumentar la productividad: Vincular la educación con las necesidades del sector productivo y las tecnologías emergentes.
- Fortalecer las instituciones: Seguridad jurídica y certidumbre fiscal son claves para atraer inversión extranjera.
México no está en recesión. Pero crecer al 1.2% mientras nuestro principal socio avanza al 3% deja claro que algo no está funcionando bien. Más allá de los indicadores macroeconómicos, lo que está en juego es el futuro de millones de jóvenes que quieren trabajar, emprender, estudiar y vivir con dignidad.
El crecimiento sin justicia es solo acumulación. Y el estancamiento prolongado, aunque no sea recesión, puede convertirse en desesperanza social. Urge reordenar prioridades, escuchar a los ciudadanos y orientar la economía hacia el desarrollo integral de las personas.
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