Inversión estancada, consumo débil y confianza empresarial en caída

A mitad del segundo semestre de 2025, las cifras hablan con crudeza: la economía mexicana avanza con el freno de mano puesto. Los datos del INEGI, Banxico y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) muestran una desaceleración persistente que combina bajo crecimiento, estancamiento en la inversión, deterioro del empleo formal y una inflación que, aunque controlada, no logra impulsar el poder adquisitivo de los hogares.

Según el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) de julio, la economía cayó 0.9% mensual y 1.2% anual, reflejando retrocesos en todos los sectores: –12.2% en las actividades primarias, –1.2% en las secundarias y –0.4% en las terciarias. Aunque el Indicador Oportuno de Actividad Económica (IOAE) anticipa un ligero repunte de 0.2% anual en agosto, los signos de fragilidad estructural persisten.

El economista Luis Hernández, consultor en desarrollo productivo, lo resume así:

“Estamos frente a una economía que no se desploma, pero tampoco despega. Las cifras de julio y agosto muestran que el país navega sin impulso productivo, con la inversión estancada y la confianza empresarial por debajo del umbral de optimismo”.

Crecimiento mínimo y expectativas en retroceso

Los especialistas consultados por el Banco de México redujeron nuevamente sus expectativas de crecimiento para 2025 a 0.5%, la mitad de lo estimado en enero. Lo mismo proyecta la encuesta de Citi, y aunque la SHCP mantiene un rango optimista entre 0.5% y 1.5%, el consenso apunta a un año prácticamente sin expansión real.

La economía, que creció 3.3% en 2023 y 1.3% en 2024, enfrenta así un tercer año consecutivo de desaceleración, confirmando lo que varios analistas han llamado “la era del crecimiento plano”.

“Las expectativas están más cerca del estancamiento que de la recuperación”, advirtió recientemente Mariana Campos, directora de México Evalúa. “El país necesita políticas contracíclicas que fortalezcan el mercado interno y devuelvan certidumbre a los inversionistas”.

Empleo: más trabajos, menos empleadores

El IMSS reportó en septiembre 116,765 nuevos puestos de trabajo, lo que representa un crecimiento mensual del 0.5%, pero el dato no es tan alentador como parece. El número de patrones registrados —es decir, empleadores— cayó 2.38% anual, acumulando quince meses consecutivos de descensos.

Esto implica que mientras crecen los empleos asalariados, cada vez menos empresas sostienen la base laboral formal. Detrás de estas cifras se encuentra la presión del costo del crédito, la carga fiscal y la incertidumbre regulatoria.

María Fernanda López, dueña de una pequeña empresa textil en Puebla, lo explica con claridad: “He tenido que reducir mi plantilla de 20 a 12 empleados en menos de un año. No porque no haya trabajo, sino porque los costos fijos, los impuestos y la baja en ventas no me permiten sostener lo mismo”.

La tasa de informalidad, que subió a 54.8% en el segundo trimestre de 2025, muestra que más de la mitad de los trabajadores mexicanos siguen fuera del sistema de seguridad social. Una señal de fragilidad estructural que limita el bienestar y la recaudación del Estado.

Inversión: doce meses de caídas consecutivas

La Formación Bruta de Capital Fijo, indicador clave de la inversión, cayó 7.2% anual en julio pese a un ligero aumento mensual de 1.6%. Se trata del doceavo mes consecutivo en negativo, arrastrado sobre todo por la construcción no residencial, que se desplomó 7.5% anual.

El deterioro se refleja también en la confianza empresarial, que en septiembre se situó en 49.4 puntos, por debajo del umbral de los 50 por séptimo mes consecutivo. Esto significa que, en promedio, los empresarios mexicanos ven el futuro con pesimismo.

“Sin inversión, no hay productividad ni empleo sostenible”, señala Sofía Ramírez, economista de México, ¿Cómo Vamos? “El problema es que los proyectos públicos no están detonando inversión privada, y eso nos está dejando sin motores internos de crecimiento”.

Consumo privado: hogares con menos margen

El consumo privado —que representa cerca del 70% del PIB nacional— cayó 0.3% en julio respecto al mes anterior. Los hogares redujeron su gasto en bienes y servicios nacionales –0.5%, mientras que el consumo de bienes importados subió 1.7%.

En términos anuales, el retroceso fue de 0.1%, mostrando que el poder de compra de las familias sigue erosionado. Los incrementos en servicios educativos (5.85%) y otros servicios (6.07%) son reflejo de la presión que enfrentan las clases medias ante la inflación de servicios básicos.

“El dinero ya no rinde igual. Antes podía ahorrar un poco; ahora apenas ajusto para cubrir los gastos de mis hijos”, cuenta Rocío Martínez, madre soltera y empleada administrativa. Su testimonio resume la tensión diaria de millones de hogares.

Inflación, tasas y tipo de cambio: estabilidad sin dinamismo

La inflación general se ubicó en 3.76% en septiembre, con una subyacente de 4.28%, dentro del rango meta del Banco de México. Sin embargo, la estabilidad de precios no se traduce en dinamismo económico: el consumo se debilita y las empresas no reinvierten.

El tipo de cambio se mantiene estable en torno a $19 por dólar, y se prevé cerrar el año sin sobresaltos. La tasa de interés promedio se ubica en 7%, una cifra que, aunque más baja que en 2024, sigue restringiendo el crédito productivo, especialmente para pequeñas y medianas empresas.

Comercio exterior: déficit en aumento

El déficit comercial de agosto fue de –1,943.9 millones de dólares, con exportaciones acumuladas de 369,435.9 mdd (+4.3% anual) y un incremento similar en importaciones.
Aunque el comercio exterior sigue siendo un pilar de estabilidad, el balance negativo evidencia la debilidad de la producción interna, dependiente de insumos y bienes intermedios importados.

Reflexión final: productividad, legalidad y bien común

El 2025 está dejando claro que México enfrenta un ciclo de bajo crecimiento con costos sociales crecientes. La inversión cae, la informalidad aumenta y el empleo formal se sostiene por inercia.

La Doctrina Social de la Iglesia recuerda que el trabajo humano es el centro del desarrollo, y no una variable económica más. Promover un entorno donde las empresas puedan invertir, innovar y generar empleos dignos es una exigencia ética y una tarea común.

El desarrollo económico no puede reducirse al crecimiento del PIB; debe medirse por la dignidad con que viven las personas. Hoy, los datos confirman la urgencia de recuperar la confianza, fortalecer la inversión y apostar por la productividad. Solo así México podrá volver a crecer desde su mayor riqueza: la gente que trabaja.

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