Entre montañas de mercancía, pasillos saturados y bodegas improvisadas, el comercio tradicional en el Centro Histórico de la Ciudad de México ha cedido espacio a un fenómeno que en los últimos años ha transformado por completo la dinámica económica, social y urbana de la zona, se trata de la presencia y expansión del comercio chino.
Lo que hace una década era un crecimiento discreto hoy es una invasión con más de tres mil 500 establecimientos asiáticos, que representan cerca del 20 por ciento del total de comercios en el corazón capitalino. Su presencia se extiende desde la calle de Peña y Peña hasta Manuel Doblado y Bolivia, donde el cambio en la vocación comercial es evidente. Los escaparates tradicionales de vestidos de novia, muebles y telas han sido reemplazados por locales que ofrecen desde ropa de imitación hasta electrónicos a precios que resultan imposibles de igualar para el comercio formal.
De acuerdo con datos de organismos empresariales, el comercio local registró pérdidas de hasta 65 mil millones de pesos, mientras que la falta de control en la entrada y distribución de mercancías provocó una evasión fiscal estimada en 38 mil millones. En negocios familiares con décadas de historia, las ventas cayeron hasta 60 por ciento, una cifra que para muchos pequeños comerciantes es simplemente insostenible.
La Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de la Ciudad de México (CANACO CDMX) realizó un diagnóstico que reveló el crecimiento explosivo de bodegas y plazas comerciales operadas por empresarios chinos. El análisis identificó más de 600 bodegas y plazas funcionando de manera irregular, algunas de ellas en edificios históricos, estacionamientos reconvertidos o incluso en departamentos habitacionales.
Uno de los casos más emblemáticos fue el inmueble de Izazaga 89, clausurado el año pasado por carecer de permisos y representar riesgos estructurales y de protección civil. La sobrecarga de mercancías en edificios no diseñados para ese uso es, además de un problema de legalidad, una bomba de tiempo: los incendios registrados en varias de estas bodegas son prueba de ello.
El impacto del comercio asiático no se limita a las cifras económicas. En las calles más afectadas del Centro Histórico se ha configurado un fenómeno de gentrificación comercial que ha desplazado tanto a comerciantes tradicionales como a vecinos que, ante el alza de rentas y la saturación de bodegas, han tenido que abandonar la zona.
Los nuevos negocios operan con una lógica de mercado agresiva: mercancías descargadas de madrugada por tráileres, redes de distribución informales con cientos de “diableros” movilizando cargamentos y una presencia cada vez más visible en espacios públicos. Incluso, se ha detectado el uso de supuestas organizaciones indígenas como fachada para la comercialización masiva de productos asiáticos.
A este panorama se suma el reetiquetado de productos como “Hecho en México”, una práctica que no sólo engaña al consumidor, sino que mina la reputación de marcas nacionales y evade controles de calidad.
La creciente presión social y las denuncias de comerciantes llevaron a las autoridades a intensificar sus operativos. En noviembre del año pasado, fuerzas federales intervinieron nuevamente Izazaga 89, incautando más de 90 mil productos ilícitos y cerrando temporalmente el inmueble. En paralelo, el gobierno federal implementó la llamada “Operación Limpieza”, con inspecciones en bodegas y plazas comerciales de calles como Nezahualcóyotl y Bolívar.
Sin embargo, comerciantes y analistas coinciden en que los decomisos, aunque llamativos, no atacan el problema de fondo. El flujo de mercancía ilegal continúa, alimentado por redes logísticas bien establecidas y por una débil supervisión en las aduanas.
En el terreno fiscal, el gobierno federal aumentó los aranceles de hasta 35 por ciento a textiles y otros productos provenientes de China y elevó al 33.5 por ciento el impuesto a las importaciones menores a 50 dólares, un mecanismo que había permitido la entrada masiva de pequeños cargamentos sin control. También se obligó a plataformas de comercio electrónico como Shein y Temu a registrarse en el SAT y reportar sus operaciones, en un intento por frenar la evasión de impuestos y generar ingresos adicionales para el fisco.
Pese a estas acciones, la CANACO CDMX insiste en que las medidas son insuficientes y ha planteado propuestas más drásticas, como elevar los aranceles hasta 100 por ciento en algunos rubros y crear polígonos de restricción comercial para preservar la vocación habitacional y cultural del Centro Histórico.
El Centro Histórico de la Ciudad de México enfrenta hoy una transformación que va más allá de lo comercial. La convivencia entre la economía formal y el comercio asiático marcado por prácticas irregulares, evasión fiscal y riesgos estructurales, pone en riesgo no sólo la actividad económica local, sino también el tejido social y cultural de una zona que es patrimonio de todos los capitalinos.
Las pérdidas económicas y el desplazamiento de comercios históricos son el síntoma más visible de un problema estructural que requiere coordinación real entre los distintos niveles de gobierno. Mientras las acciones sigan limitadas a operativos mediáticos y ajustes fiscales parciales, el comercio chino seguirá creciendo, al amparo de vacíos legales y de la falta de supervisión efectiva.
El desafío no es menor: rescatar el equilibrio entre una economía que se moderniza y un comercio local que lucha por sobrevivir en un terreno cada vez más desigual.
Te puede interesar: Primeros pasos del pontificado de León XIV
Facebook: Yo Influyo
comentarios@yoinfluyo.com