México atraviesa un momento paradójico: mientras se destina una cifra histórica a programas sociales, la economía muestra un ritmo de crecimiento estancado, con una productividad deprimida y una base fiscal cada vez más presionada. ¿Es viable continuar con esta estrategia sin fortalecer al mismo tiempo la producción nacional?
Según el Presupuesto de Egresos de la Federación 2025, más de 1.4 billones de pesos —casi una quinta parte del gasto total— se destinan a transferencias directas, pensiones y programas sociales, una cifra récord. “Nunca antes habíamos transferido tanto dinero en efectivo a la población sin exigir nada a cambio. Y el problema es que el país no está generando más riqueza para respaldarlo”, afirma el economista Raymundo Tenorio.
La pregunta de fondo es clara: ¿puede un país financiar bienestar si no produce lo suficiente?
Estado actual de los programas sociales
Los programas sociales se han convertido en el pilar de la política pública mexicana. Entre los más emblemáticos destacan:
- Pensión para Adultos Mayores: Más de 12 millones de beneficiarios reciben 6,000 pesos bimestrales, con un presupuesto de más de 465 mil millones de pesos en 2025.
- Jóvenes Construyendo el Futuro y Becas Benito Juárez: Con más de 5 millones de jóvenes como beneficiarios.
- Sembrando Vida: Cerca de 450 mil campesinos reciben apoyo mensual para reforestar o cultivar.
Estos programas, en su conjunto, representan más del 80% del presupuesto de la Secretaría del Bienestar y han sido defendidos como una vía para “distribuir la riqueza”. Sin embargo, como señala el investigador Rogelio Gómez Hermosillo, “más que redistribuir riqueza, estamos redistribuyendo deuda”.
El problema de la insostenibilidad
La estructura fiscal mexicana está en tensión. En 2024, la recaudación tributaria apenas alcanzó el 16.9% del PIB, una de las más bajas de América Latina, comparada con el 26% promedio de la OCDE. Mientras tanto, el crecimiento económico real ronda el 1.5%, con sectores clave como la manufactura y el agroindustria enfrentando estancamiento o retroceso.
Se está construyendo un sistema de asistencia sin un respaldo económico real ha alertado Mariana Campos, directora de México Evalúa. Los ingresos no crecen al ritmo del gasto, y eso nos está llevando a un mayor endeudamiento y vulnerabilidad.
En efecto, el endeudamiento público aprobado para 2025 supera los 2 billones de pesos, con un déficit presupuestario del 4.9% del PIB, el más alto desde 1988.
Producción y recaudación: el círculo virtuoso olvidado
Históricamente, los países que logran sostener programas sociales robustos lo hacen sobre la base de una economía productiva: altos niveles de empleo formal, exportaciones con valor agregado y crecimiento constante del PIB.
En México, sin embargo, el 56% de la población activa sigue en la informalidad, lo que limita la recaudación. “No hay impuestos sin empleo formal. Y no hay programas sociales sostenibles sin impuestos”, resume el exsecretario de Hacienda José Antonio Meade.
Además, la dependencia de exportaciones de bajo valor agregado y la importación de bienes industriales y tecnológicos limitan la generación de riqueza interna.
Las consecuencias de no producir
Cuando un país basa su modelo de bienestar en transferencias sin producción, el resultado es doblemente peligroso: por un lado, se crea una ciudadanía dependiente; por el otro, se debilita la soberanía económica.
María Teresa, madre soltera beneficiaria de una beca para su hija y de Sembrando Vida, lo explica así: “Sí me ayudan, pero no me alcanza. Y no hay trabajo. Si no llega el depósito, no sé qué haría”. El riesgo es que el día que falten recursos, millones quedarán sin red de protección.
La consecuencia: una crisis social latente, estallidos de descontento y un empobrecimiento estructural si no se toman medidas para revertir esta tendencia.
Hacia la sostenibilidad: producir para sostener
No se trata de eliminar los programas sociales, sino de financiarlos de manera responsable. Para ello, se requiere:
- Inversión en infraestructura productiva: caminos rurales, centros logísticos, conectividad digital.
- Fomento a la agroindustria y la manufactura con valor agregado.
- Apoyo al emprendimiento formal con acceso a financiamiento, capacitación y tecnología.
- Reducción de la informalidad laboral mediante incentivos fiscales.
“Se debe pasar del asistencialismo a la inclusión productiva”, propone el analista económico Fausto Hernández Trillo. “Dar dinero debe ir acompañado de condiciones para que ese dinero se traduzca en actividad económica y empleo”.
México enfrenta una encrucijada. O transforma su modelo económico hacia una base productiva que sustente sus políticas sociales, o enfrentará un escenario de crisis fiscal y social en los próximos años.
La fórmula es conocida: crecimiento económico con inclusión. No basta con transferencias. Se requiere trabajo digno, inversión y producción nacional. De lo contrario, los programas sociales terminarán siendo víctimas de su propia popularidad.
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