León XIV, Pontífice de la Paz

Tras una corta espera, los cardenales reunidos en cónclave eligieron al nuevo Papa, a quien la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, así como millones de personas a lo largo y ancho del mundo, esperaban impacientes conocer a través de las redes sociales y las cadenas televisivas.

Las palabras tan esperadas se hicieron escuchar: ¡Habemus Papam!, dijo el cardenal Dominique Mamberti y enseguida desveló el nombre del nuevo Sumo Pontífice: el cardenal estadounidense Robert Prevost, hasta ahora Prefecto del Dicasterio para los Obispos.

Los gritos de júbilo de los peregrinos llegados de todo el mundo a Roma no se hicieron esperar: ¡Viva el Papa! Salía de la garganta de cada uno. Muchos rostros lucían lágrimas de emoción y alegría, y ansiosos esperaban saludar por primera vez a su nuevo pastor.

Robert Prevost, desde ahora León XIV, salió al balcón central de la Plaza de San Pedro revestido con el tradicional traje rojo de Papa para saludar sonriente a su grey, primero en el idioma oficial del Vaticano, el italiano, y después lo hizo, no en inglés, ni francés, ni alemán, sino en español, como signo de su amor a Perú dónde muchos años trabajo.

Y este fue su primer mensaje como Pastor de la Iglesia Católica:

¡La paz sea con todos vosotros!

Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo resucitado, el Buen Pastor, que dio su vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz entrara en vuestro corazón, que llegara a vuestras familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz sea contigo!

Ésta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Viene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente. ¡Aún conservamos en nuestros oídos aquella voz débil pero siempre valiente del Papa Francisco bendiciendo Roma!

El Papa que bendijo Roma dio su bendición al mundo, al mundo entero, aquella mañana de Pascua. Permítanme continuar con esa misma bendición: Dios nos ama, Dios los ama a todos y el mal no prevalecerá. Todos estamos en las manos de Dios. Por eso, sin miedo, unidos de la mano con Dios y unos con otros, sigamos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad necesita de Él como puente para ser alcanzado por Dios y su amor. Ayúdennos también a nosotros, y luego unos a otros, a construir puentes, con el diálogo, con los encuentros, uniéndonos a todos para ser un solo pueblo siempre en paz. ¡Gracias al Papa Francisco!

Quisiera también agradecer a todos los hermanos cardenales que me han elegido para ser Sucesor de Pedro y caminar junto a vosotros, como Iglesia unida buscando siempre la paz, la justicia, tratando siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para anunciar el Evangelio, para ser misioneros.

Soy hijo de San Agustín, agustino, que dijo: “con vosotros soy cristiano y para vosotros obispo”. En este sentido todos podemos caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado.

¡Un saludo especial a la Iglesia de Roma! Debemos buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, dialoga, siempre abierta a recibir como esta plaza con los brazos abiertos. Todos, todos aquellos que necesitan de nuestra caridad, de nuestra presencia, de nuestro diálogo y de nuestro amor.

Y si me permitís también, una palabra, un saludo a todos ellos y de manera particular a mi querida diócesis de Chiclayo, en Perú, donde un pueblo local acompañó a su obispo, compartió su fe y dio tanto, tanto para seguir siendo Iglesia del hijo de Jesucristo.

Y si me permiten una palabra, un saludo a todos y especialmente a mi querida diócesis de Chiclayo, Perú, donde un pueblo fiel acompañó a su obispo, compartió su fe y dio tanto, tanto para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo.

A todos vosotros, hermanos y hermanas de Roma, de Italia, del mundo entero, queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que trata siempre de estar cercana especialmente a los que sufren.

Hoy es el día de la Súplica a Nuestra Señora de Pompeya. Nuestra Madre María quiere siempre caminar con nosotros, estar cerca de nosotros, ayudarnos con su intercesión y su amor.

Entonces me gustaría orar junto contigo. Oremos juntos por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la paz en el mundo y pidamos esta gracia especial a María, nuestra Madre.

Ave María…

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