Seguridad mejora, retos persisten

La seguridad “no es un tema resuelto, pero hoy el país está mejor que hace unos años” lo que es resultado de la estrategia implementada por esta administración que contrasta con la política de “abrazos no balazos”, aseguró ante Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del gobierno federal durante su comparecencia en el Senado.

Más que un informe técnico, el funcionario presentó una radiografía política del cambio de estrategia en materia de seguridad pública en la que indicó que esta administración apuesta por una ofensiva coordinada, sostenida y medible contra el crimen.

Esta fue una comparecencia diferente a la de otros miembros de gabinete, pues el ambiente en el recinto lucía sereno, lejos del clima crispado ya cotidiano en el que los legisladores oficiales y los de oposición siempre lanzan dardos envenenados.

García Harfuch llevó al Senado su propio estilo, el del policía que habla con datos, pero también el del político que reconoce matices. “Hemos logrado reducir los delitos de alto impacto, pero sabemos que aún falta mucho por hacer”, afirmó ante los legisladores de todas las bancadas.

De principio a fin, su intervención fue una exposición de resultados. Habló de miles de detenidos por delitos graves, decomisos de droga y armas, y desmantelamiento de laboratorios clandestinos en coordinación con la Defensa Nacional, la Marina y las fiscalías estatales. Los senadores escuchaban atentos mientras, en las pantallas del salón, se proyectaban gráficos con caídas en homicidios, secuestros y robo de transporte.

Harfuch no usó frases triunfalistas ni apeló a consignas. Su narrativa fue técnica pues describió operaciones conjuntas, nuevas plataformas de inteligencia y un modelo de mando que busca “cerrar los espacios a la impunidad”. Detalló que los homicidios dolosos han bajado en más de un tercio desde 2018, y que la capacidad de respuesta frente al crimen organizado ha mejorado con la profesionalización de las policías estatales y municipales. “La coordinación institucional y el trabajo diario son nuestra mejor herramienta. No hay improvisación ni descanso en esta tarea”, dijo.

A diferencia de otros funcionarios que evaden el debate, el secretario no esquivó preguntas incómodas. Reconoció que hay regiones donde la violencia persiste, sobre todo en Michoacán, Guerrero, Guanajuato y que la extorsión y el tráfico de fentanilo siguen siendo amenazas crecientes. “El reto es enorme. No estamos satisfechos, pero los resultados son medibles y sostenidos”, subrayó.

Los legisladores permanecieron expectantes, escuchaban el mensaje sin la intención de generar alguna trifulca ni reprocharle como a otros funcionarios que su discurso no coincida con la realidad. El tono técnico de su exposición se quebró sólo en dos momentos: cuando habló de los policías caídos en servicio al señalar que “su sacrificio no será en vano”, y cuando mencionó a las víctimas de la violencia, recordando que la política de seguridad no puede reducirse a estadísticas. “Cada número representa una historia, y esa es la verdadera razón por la que estamos aquí”, expresó.

Las bancadas opositoras aprovecharon su turno para señalar pendientes, pero a pesar de ellos nunca se buscó la confrontación. Desde el PAN, se le reclamó que “la impunidad sigue siendo la regla”, y que las cifras oficiales no siempre reflejan la realidad en las calles. “En muchos estados, la gente sigue viviendo con miedo”, dijo. Del PRI se escucharon críticas similares: que los homicidios han bajado, sí, pero a costa de un repliegue criminal o de subregistros locales.

García Harfuch respondió con calma. Aseguró que los datos provienen de las fiscalías estatales y del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública, y que el nuevo modelo federal prioriza recursos según la incidencia, “sin distinción partidista ni política”. Recordó que el combate al huachicol, la trata y el secuestro ha dejado miles de detenidos y decomisos “sin precedentes”.

Por otra parte, Movimiento Ciudadano pidió detalles sobre la persecución de la extorsión, uno de los delitos más persistentes. García Harfuch anunció que ahora se perseguirá de oficio, con un sistema nacional de denuncias electrónicas y protocolos unificados. “Queremos que denunciar deje de ser un riesgo”, afirmó.

Como era de esperarse, el bloque oficialista cerró filas en su defensa. Morena y el Partido Verde destacaron la reducción de la violencia en la Ciudad de México durante su gestión como jefe de policía, y lo colocaron como ejemplo de los resultados que puede replicar a nivel nacional. “La diferencia es el trabajo de campo y la coordinación, no los discursos”.

Al final, el secretario dejó claro que la estrategia de seguridad del nuevo gobierno no reniega de la política social, pero sí del enfoque pasivo. “Prevenir y atender las causas es importante, pero hoy también actuamos. La seguridad se construye con presencia, inteligencia y Estado”, concluyó, marcando así la distancia con la administración anterior.

Cuando terminó, los aplausos no fueron tímidos. Los senadores se levantaron, algunos para estrecharle la mano, otros para intercambiar palabras breves. Era una escena inusual en un recinto acostumbrado al debate crispado y las recriminaciones.

Cordialidad no confrontación

A diferencia de otras comparecencias recientes, la de García Harfuch tuvo un aire de respeto transversal. No hubo gritos, interrupciones ni desdén; tampoco se asomó el espectáculo político que suele dominar las sesiones. El secretario, acostumbrado al rigor operativo, pareció moverse con naturalidad en el terreno político.

El ambiente se tornó casi amistoso. Varios senadores del PAN, tradicionalmente críticos, reconocieron su profesionalismo. “No compartimos todas las estrategias, pero reconocemos su trayectoria y los resultados en la Ciudad de México”, dijo uno de ellos, arrancando un gesto de agradecimiento del funcionario. Movimiento Ciudadano también le concedió méritos, destacando su disposición al diálogo y su insistencia en medir los avances con datos verificables.

Entre los pasillos, se respiraba cierta empatía que surgió incluso de legisladores que lo cuestionaron en tribuna quienes se acercaron a saludarlo. Algunos, medio en broma, comentaban que “así deberían venir todos los secretarios”. No hubo sarcasmos ni abucheos. El tono institucional se impuso al partidista, y la sesión terminó con un aplauso unánime que pareció más un reconocimiento a su figura que al informe en sí.

En esa atmósfera, García Harfuch se retiró sin escoltas excesivas ni prisa, deteniéndose a agradecer los comentarios. Afuera, los reporteros lo esperaban con micrófonos extendidos, pero él, fiel a su estilo, sólo respondió con una frase breve: “Seguimos trabajando, los resultados hablarán por sí mismos”.

La frase, sencilla, condensó el clima político de la jornada: un secretario que logró desactivar la confrontación y convertir su comparecencia en una escena de tregua en medio del ruido habitual del Senado.

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