Dados mágicos entre Pekín y CDMX

Imagina que tienes dos dados “mágicos”: uno en China y otro en México. Cada vez que el dado chino marca un 4, el dado mexicano muestra el mismo número al instante: sin cables, sin Wi-Fi, sin satélites “normales”, sin retrasos. No es truco de TikTok ni CGI: es la base de lo que la física llama entrelazamiento cuántico.

Eso —llevado a un nivel de ingeniería espacial— es lo que China ha logrado con su satélite Micius, al distribuir pares de fotones entrelazados y transmitir información cuántica entre estaciones terrestres separadas por más de 1,200 kilómetros. 

La hazaña marca un salto histórico hacia algo que hasta hace poco sonaba a ciencia ficción: un internet cuántico global, con comunicaciones prácticamente imposibles de hackear. Pero también abre preguntas de fondo: ¿quién va a controlar esa tecnología?, ¿con qué propósito?, ¿y cómo aseguramos que sirva al bien común y no solo al poder de unos cuantos?

¿Qué hizo exactamente China? Del laboratorio al satélite Micius

En 2016, China lanzó el satélite Micius como parte del proyecto Quantum Experiments at Space Scale (QUESS), el primer satélite del mundo dedicado exclusivamente a experimentos cuánticos. 

A partir de 2017, el equipo liderado por el físico Jian-Wei Pan empezó a publicar resultados que rompieron récords:

  • Distribución de fotones entrelazados desde el satélite a dos estaciones terrestres en Delingha y Lijiang, separadas por 1,203 km, demostrando que el entrelazamiento puede sobrevivir a distancias diez veces mayores que las alcanzadas en fibra óptica. 
  • Distribución de claves cuánticas (QKD) satélite-tierra a distancias de hasta 1,200 km, logrando tasas de generación de llave del orden de kilohertz, unas 20 órdenes de magnitud por encima de lo que permitiría una fibra óptica convencional en esa misma distancia. 
  • Teletransportación cuántica de estados de un fotón entre la Tierra y el satélite a más de 1,400 km, demostrando que es posible “mover” el estado cuántico sin mover la partícula. 

Estos experimentos no son show mediático: están publicados en revistas como Science y Nature y han sido reconocidos con premios como el Newcomb Cleveland Prize de la AAAS por sentar bases reales para redes cuánticas seguras a escala global. 

En 2018, Micius permitió incluso la primera videollamada cuánticamente segura entre China y Austria, usando distribución de clave cuántica entre continentes para cifrar la comunicación. 

Entrelazamiento cuántico: el “hilo invisible” que une los dados

Volvamos a la imagen de los dos dados. En el mundo clásico, sería imposible que dos dados tan alejados se coordinaran sin algún tipo de señal que viaje entre ellos. Pero en mecánica cuántica pasa algo distinto:

  • Ciertas partículas, como fotones, pueden generarse en un estado entrelazado.
  • Eso significa que las propiedades de ambas forman un solo sistema, aunque estén físicamente separadas.
  • Cuando se mide una, el resultado está correlacionado con el de la otra de forma que no puede explicarse solo con variables “ocultas” predefinidas, como demuestran las violaciones de las desigualdades de Bell

Einstein lo llamó “acción fantasmal a distancia” (spooky action at a distance), porque parece violar el límite de la velocidad de la luz. Pero aquí hay un punto clave para no caer en sensacionalismos:

Las correlaciones cuánticas son instantáneas, pero no permiten enviar información clásica más rápido que la luz.

Es decir: no podemos usar dos dados cuánticos para pasarnos un mensaje de WhatsApp superlumínico. Lo que sí podemos hacer es algo igual de poderoso: garantizar que cualquier intento de espionaje se delate a sí mismo, porque medir un sistema cuántico lo altera.

China aprovechó esa propiedad para:

  • Enviar pares de fotones entrelazados desde el satélite a dos estaciones muy lejanas.
  • Verificar que las correlaciones seguían ahí, violando la desigualdad de Bell a más de 1,200 km. 

Ese es el “hilo invisible” controlado a gran escala del que hablamos.

Del récord al internet cuántico: ¿para qué sirve todo esto?

Lo que hoy vemos como una curiosidad científica es, en realidad, el prototipo de una infraestructura global. Varios trabajos señalan que la combinación de satélites cuánticos y redes de fibra óptica en tierra puede dar lugar a un internet cuántico interconectado. 

Algunas aplicaciones clave:

  1. Criptografía cuántica (QKD)
    • Permite generar llaves de cifrado que, si alguien intenta interceptar, dejan “huellas” en el sistema.
    • Micius ya demostró QKD satélite-tierra a escala continental, algo inviable con fibra óptica tradicional. 
  2. Redes de bancos y gobiernos ultra seguras
    • Con QKD se podrían proteger transacciones financieras, comunicaciones diplomáticas y sistemas de defensa frente a ataques, incluso de futuras computadoras cuánticas capaces de romper muchos cifrados actuales. 
  3. Conectar computadoras cuánticas y sensores distribuidos
    • El internet cuántico permitiría conectar múltiples dispositivos cuánticos a grandes distancias, lo que abriría la puerta a nuevas formas de cálculo distribuido y sensores con precisiones inéditas en navegación, geología o astronomía

Dicho simple: lo que hoy es un experimento heroico en un satélite chino puede ser mañana la “carretera principal” por la que viajen las comunicaciones más sensibles del planeta.

Poder cuántico y geopolítica: ¿quién controla el dado?

Nada de esto ocurre en un vacío político. Informes recientes sobre la “ascensión cuántica” de China en el espacio subrayan que el país asiático ha tomado clara delantera en la integración de tecnologías cuánticas y plataformas espaciales, mientras Estados Unidos y Europa avanzan pero con mayor fragmentación. 

El propio Pan Jian-Wei ha señalado que esta tecnología tiene “enormes perspectivas” en el ámbito de la defensa, lo que muchos analistas interpretan como un aviso: quien controle primero el internet cuántico controlará una parte clave de la seguridad global. 

Las implicaciones:

  • Ventaja estratégica: un país con redes cuánticas operativas puede proteger sus comunicaciones y, eventualmente, vulnerar las de otros que sigan usando sistemas clásicos.
  • Carrera tecnológica: gobiernos y grandes empresas están acelerando inversiones en cómputo y comunicaciones cuánticas, generando una nueva brecha entre países con capacidades científicas avanzadas y aquellos que apenas están empezando. 
  • Riesgo de opacidad: si la infraestructura cuántica se desarrolla sin supervisión ciudadana, puede reforzar aparatos de vigilancia masiva, control político y concentración de poder tecnológico.

Esto plantea preguntas serias sobre el destino universal de los bienes, la justicia entre naciones y el uso de la ciencia para la paz, no para nuevas formas de dominación.

¿Y México dónde queda? Talento cuántico, presupuestos frágiles

México no está en la carrera por satélites cuánticos, pero sí tiene una comunidad creciente en ciencia y tecnologías cuánticas:

  • En la UNAM funciona el Laboratorio Nacional de Materia Cuántica: Materia Ultrafría e Información Cuántica (LANMAC), dedicado precisamente al estudio y control de correlaciones cuánticas entre materia y luz. 
  • El Cinvestav desarrolla un Laboratorio de Tecnologías Cuánticas en Querétaro, con la meta de implementar un canal cuántico de comunicación dentro del campus y luego en la ciudad. 
  • Análisis recientes subrayan que América Latina, incluido México, tiene talento e infraestructura para competir en áreas como ciberseguridad cuántica y software cuántico, si se da apoyo sostenido a investigación y formación. 

Sin embargo, estas oportunidades conviven con realidades duras. En 2025, estudiantes de posgrado del Cinvestav denunciaron la falta de pago de sus becas durante meses por problemas presupuestales y burocráticos. En una carta colectiva, resumieron su situación así: “seguimos con gastos que no podemos solventar y con la incertidumbre de saber cuándo se podrá resolver esta situación”. 

Ese testimonio humano pone rostro a la pregunta de fondo: ¿Cómo queremos que México se pare en la era cuántica si los jóvenes que investigan viven en la precariedad?

Si de verdad creemos en la dignidad de la persona y en el valor del conocimiento para el bien común, no basta con celebrar los récords chinos: necesitamos sistemas nacionales que cuiden a sus investigadores, inviertan de manera seria en ciencia y construyan puentes entre universidad, empresas y sociedad.

Algtunos criterios para juzgar la tecnología:

  1. Dignidad de la persona humana
    La tecnología debe estar al servicio de la persona, nunca al revés. Un internet cuántico usado para vigilancia masiva, manipulación política o control social iría contra este principio básico.
  2. Bien común y destino universal de los bienes
    El conocimiento científico y las infraestructuras críticas no deberían convertirse en herramientas de exclusión. La brecha entre países “conectados cuánticamente” y países “desconectados” puede profundizar desigualdades si no se diseñan mecanismos de cooperación.
  3. Solidaridad y subsidiariedad
    • Solidaridad: fomentar redes de investigación abiertas, intercambio de talento y proyectos compartidos, especialmente con países en desarrollo.
    • Subsidiariedad: evitar que solo unos pocos grandes Estados o corporaciones monopolicen la infraestructura cuántica, dejando sin voz a comunidades, universidades y pequeñas naciones.
  4. Cultura del encuentro
    La misma tecnología que podría blindar comunicaciones militares también puede usarse para proteger activistas, periodistas, comunidades religiosas perseguidas o minorías vulnerables. La cuestión es: ¿en manos de quién estará y con qué reglas?

Del asombro a la responsabilidad

Lo que China ha demostrado con Micius —entrelazamiento y transmisión de estados cuánticos a más de 1,200 km— es mucho más que un récord para el libro de ciencia: es una señal de hacia dónde va el mundo

Para los jóvenes de 18 a 35 años, esto no es un tema lejano de laboratorio:

  • Afectará cómo se protegen tus datos bancarios, tus chats, tu trabajo, incluso la seguridad de tu país.
  • Puede abrir oportunidades profesionales en nuevas industrias cuánticas… o dejarte fuera si tu país no se prepara.
  • Y plantea una pregunta ética clave: ¿queremos un futuro donde la tecnología sea un arma más de control, o una herramienta para fortalecer la libertad, la confianza y el diálogo entre pueblos?

La respuesta no puede ser quedarnos mirando el cielo mientras otros construyen las reglas. Toca exigir:

  • Políticas públicas que inviertan en ciencia y tecnología con rostro humano.
  • Alianzas universidad-empresa-sociedad para formar talento cuántico mexicano.
  • Debates éticos abiertos sobre cómo queremos usar estas nuevas herramientas.

Los dados cuánticos ya están rodando en el espacio. La pregunta es si México, América Latina y cada uno de nosotros vamos a jugar un papel activo… o si dejaremos que otros definan, desde lejos, el futuro de nuestras comunicaciones, nuestra seguridad y nuestra libertad.

 

@yoinfluyo

Facebook: Yo Influyo
comentarios@yoinfluyo.com

Compartir

Lo más visto

También te puede interesar

No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.

Newsletter

Suscríbase a nuestra newsletter para recibir nuestras novedades.