In Unitate Fidei: La brújula espiritual

A pocos años de celebrarse el 1700 aniversario del Concilio de Nicea (325 d.C.), el Papa León XIV publicó la Carta Apostólica In Unitate Fidei: un llamado directo, sobrio y profundamente pastoral a regresar al centro del cristianismo. No es un documento nostálgico ni ritualista: es una intervención urgente en un mundo que ha perdido coordenadas.

León XIV aparece como un pastor consciente de que la confusión doctrinal, la polarización interna, las guerras, la inteligencia artificial desregulada y la fragmentación cultural están erosionando la fe y debilitando la misión evangelizadora. Con una claridad histórica poco común, recuerda que Nicea no es un museo teológico, sino la brújula que permitió a la Iglesia sobrevivir a su primera gran crisis doctrinal, política y moral.

“Lo que Nicea definió sobre Cristo no pertenece al pasado —escribe—, es la luz que necesitamos para caminar en un siglo que ha olvidado quién es su Salvador”. La frase resuena con una fuerza inesperada para millones de jóvenes que, según el informe Religión y Juventud Global 2024 del Pew Research Center, viven una “pérdida de sentido” sin precedentes.

Nicea: cuando estaba en juego el corazón de la fe

En 325, la Iglesia enfrentaba una de las peores crisis de su historia. El arrianismo —la idea de que Cristo era “creatura superior”, pero no verdaderamente Dios— se expandía entre obispos, funcionarios del Imperio y comunidades enteras.

Los historiadores Christopher Beeley y Lewis Ayres coinciden en que Nicea fue “el momento fundacional de la fe cristológica”, donde se definió que Jesucristo es consustancial al Padre: “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”. Sin esta definición, argumentan, el cristianismo habría quedado reducido a un mero sistema ético o filosófico, no a una buena noticia: Dios se hizo hombre para salvarnos.

León XIV retoma este contexto con lenguaje directo: “Si Cristo no es verdadero Dios, la fe se derrumba; si no es verdadero hombre, no puede salvarnos”.

La afirmación es crucial en un tiempo donde, como han señalado teólogos contemporáneos como Rowan Williams y Luis Fernando Figari, resurgen viejas formas de “arrianismo práctico”: presentar a Jesús como un maestro moral admirable, pero no como el Hijo de Dios.

Un documento para un mundo dividido: guerras, redes sociales, IA y polarización religiosa

La publicación de In Unitate Fidei ocurre en un contexto global convulso. Según el Global Peace Index 2025, el planeta vive su década más violenta desde la Guerra Fría. Conflictos como Ucrania–Rusia, Israel–Gaza, Armenia–Azerbaiyán y tensiones en África han provocado desplazamientos masivos y un colapso humanitario sin precedentes.

A esto se suma el ambiente digital. Estudios del MIT y Oxford Internet Institute documentan que plataformas como TikTok e Instagram generan ecosistemas de hiperpolarización donde se viraliza más el conflicto que la verdad.

León XIV lo reconoce de forma contundente: “La fe está siendo erosionada no solo por la violencia, sino por el ruido sin discernimiento”.

Un joven mexicano, Luis “N” de 24 años, lo expresa así en entrevista para este artículo: “Cuando busco respuestas en internet, encuentro miles de opiniones y todas se contradicen. El Credo es de las pocas cosas que no cambia y eso me da paz”. Testimonios como este ilustran uno de los puntos más fuertes del documento: el Credo es estable, objetivo, universal y une. En tiempos de relativismo acelerado, es un mapa fiable.

Ecumenismo real: ¿puede Nicea unir a católicos, ortodoxos y protestantes?

León XIV dedica un capítulo central de In Unitate Fidei al ecumenismo. Recuerda que, aunque las diferencias doctrinales persisten, todos los cristianos —salvo grupos marginales— profesan el mismo Credo niceno-constantinopolitano.

Diversos estudios ecuménicos, como los del Centro Pro Unione de Roma, muestran que el 80% de los documentos de diálogo entre católicos, ortodoxos y protestantes utilizan Nicea como punto de partida.

El Papa es directo: “En el Credo no somos adversarios; somos hermanos que confiesan la misma fe en Jesucristo”.

El Patriarca Ecuménico Bartolomé I celebró la carta diciendo que “Nicea es nuestra casa común”. Por su parte, el arzobispo anglicano Justin Welby declaró que el aniversario del 325 “abre un camino de reconciliación espiritual profundo”.

México también presenta signos de esperanza. En Guadalajara, la Comisión de Diálogo Católico–Protestante ha organizado desde 2020 encuentros de formación conjunta donde —según el director, el pastor Javier Cueto— “los jóvenes participan más que los adultos”. Dice Cueto: “Cuando les explicamos el Credo, sienten que por fin comparten algo que los une y no que los divide”.

. La Comisión Teológica Internacional: discernir en tiempos de crisis

In Unitate Fidei dialoga con el nuevo documento de la Comisión Teológica Internacional (CTI): Nicea: la Fe en el Hijo en la Era Digital. Este texto analiza cómo las dudas modernas —sobre identidad, inteligencia artificial, biotecnología, género, inequidad social, migración y secularización— requieren claridad doctrinal.

La CTI afirma: “Sin una cristología sólida, la evangelización se vuelve difusa y la ética pierde fundamento”.

El documento subraya que muchos debates actuales dentro de la Iglesia no son solo morales o pastorales, sino cristológicos. ¿Quién es Cristo? ¿Qué significa decir que es “Luz de Luz”? ¿Cómo ilumina eso decisiones éticas, políticas y sociales?

León XIV retoma esta idea al decir que en un mundo de IA generativa e información manipulada, “el discernimiento requiere una roca firme”.

El Credo como esperanza social: Doctrina Social de la Iglesia en acción

Aunque la Carta es esencialmente teológica, tiene una profunda implicación social. La Doctrina Social de la Iglesia enseña que toda acción política, económica y social debe partir de la dignidad de la persona y del reconocimiento de Cristo como fundamento de la libertad auténtica.

Juan Pablo II decía en Centesimus Annus que “cuando se pierde a Cristo, se pierde al hombre”. León XIV lo aplica al siglo XXI: “Sin Cristo, la sociedad se vuelve incapaz de perdonar, dialogar y construir la paz”.

En México, esta afirmación resuena de manera especial. Los datos de la Encuesta Nacional sobre Cultura Cívica (ENCUCI 2022) indican que el 63% de los jóvenes siente que “la sociedad está rota”. Sin embargo, el 70% cree que la espiritualidad “puede ayudar a reconstruir comunidades”.

Un testimonio de la joven poblana Jimena, 19 años, ilustra esta esperanza: “En mi parroquia empezamos a estudiar el Credo. No sabía que era tan profundo. Me ayudó a regresar a la fe cuando estaba a punto de dejarla”.

La invitación final: purificar la fe para evangelizar de verdad

In Unitate Fidei culmina con un llamado espiritual: volver al Credo no como fórmula memorizada, sino como acto consciente que transforma la vida. El Papa escribe: “No basta recitar el Credo; es necesario vivirlo”.

León XIV pide un acompañamiento especial a los jóvenes, a las familias y a los que han abandonado la fe. Insta a las parroquias a enseñar el Credo de forma creativa, profunda y comunitaria.

Además, invita a que el 1700 aniversario de Nicea sea una ocasión mundial para renovar la fe mediante catequesis, vigilias ecuménicas y encuentros de oración.

Su frase final resume todo: “Cuando el mundo vea cristianos unidos en la misma confesión de fe, encontrará en Cristo la esperanza que no decepciona”.

In Unitate Fidei es mucho más que una carta conmemorativa. Es un diagnóstico preciso de un mundo herido y una propuesta de sanación espiritual basada en la verdad de Cristo. León XIV nos recuerda que Nicea no es arqueología: es actualidad pura. En una época que se debate entre la incertidumbre, la tecnología acelerada y la búsqueda desesperada de sentido, el Credo puede convertirse nuevamente en el lugar donde millones encuentren luz.

La Doctrina Social de la Iglesia insiste en que la verdad no es imposición, sino servicio; que la unidad no es uniformidad, sino comunión; y que la fe auténtica siempre genera justicia, diálogo y paz. El Papa invita a todos a redescubrir el Credo como faro seguro y a caminar juntos hacia una fe viva, madura y alegre, capaz de inspirar a un mundo que hoy más que nunca necesita esperanza.

Nicea, una vez más, tiene mucho que decir.

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