Elías Lixa, coordinador de los diputados federales panistas, afirmó durante el evento de relanzamiento del Partido Acción Nacional (PAN): “El PAN está hoy en la calle…”. La frase, es certera, el PAN está en la calle, extraviado y carente de liderazgos inspiradores que movilicen a los mexicanos.
El PAN suele enarbolar su origen como el único partido nacido fuera del sistema fundado por Plutarco Elías Calles. Sin embargo, esta narrativa omite matices históricos. Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, mantuvo una relación estrecha con Calles, desempeñándose como un técnico clave en la reconstrucción económica del país durante el callismo. En su Informe Presidencial de 1925, Calles reconoció explícitamente la labor de Gómez Morín en la creación del Banco de México:
“La labor acabada de mencionar fue empeñosamente ejecutada por una comisión que integraron los señores don Elías S. A. de Lima, licenciado don Manuel Gómez Morín y licenciado don Fernando de la Fuente, bajo la dirección inmediata del secretario de ramo, ingeniero don Alberto J. Pani y de conformidad con las instrucciones dadas por este Ejecutivo.”
Otro colaborador destacado de Calles fue Gustavo P. Serrano, uno de los 18 fundadores del PAN. Ingeniero y empresario minero, Serrano fue presidente de la Cámara Nacional de Minería y mediador entre sindicatos como la CTM y el sector privado, consolidando su papel como aliado del régimen callista.
El PAN nació como un espacio de convergencia para fuerzas anticardenistas, incluyendo intelectuales católicos y estructuras ligadas a la Guerra Cristera, silenciadas en la historia oficial por los pactos entre el alto clero y el gobierno de Calles. Desde su fundación, el PAN combinó dos almas: una oposición leal al sistema priista y una corriente social católica arraigada en la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM). Esta última formó líderes conservadores y humanistas, como Carlos Castillo Peraza, cuyos principios quedaron plasmados en los estatutos y la declaración de principios del partido.
A lo largo del siglo XX, líderes panistas enfrentaron el autoritarismo del PRI, la “dictadura perfecta”, con un mensaje de libertades y democracia. A pesar de las derrotas electorales frente al PRI, su autoridad moral y profundidad ideológica les ganaron el apoyo de las clases medias mexicanas. Sin embargo, el mayor éxito del PAN llegó con figuras externas al núcleo tradicional del partido: Manuel J. Clouthier y Vicente Fox. Con mensajes directos, simples y profundos, estos líderes conquistaron a millones de mexicanos, llevando al PAN a la presidencia en el 2000.
Hoy, el PAN enfrenta una crisis profunda. La estructura partidista, aunque necesaria, no basta sin liderazgos con carácter, persistencia y, sobre todo, autoridad moral para enfrentar las conductas autoritarias del presente. El relanzamiento del PAN, aunque se diseñara con discursos inspiradores como los de John F. Kennedy, carecen de impacto porque los mensajeros no conectan con la ciudadanía. Como dice el refrán: “No solo importa lo que se dice, sino quién lo dice”. Esta lección parece ignorarse en la dirigencia panista.
El PAN actual está “en la calle”, pero no junto al ciudadano, sino en la calle de la tibieza y la mediocridad. Sus diagnósticos internos, por más sesudos que sean, no detectaron que la falla está en sus dirigentes.
La renovación del PAN no surgirá desde sus estructuras internas, sino desde liderazgos externos que, como ocurrió con el movimiento MAGA en el Partido Republicano de Estados Unidos o La Libertad Avanza de Javier Milei en Argentina, irrumpan con fuerza, inspiración y claridad. México necesita líderes firmes, capaces de transmitir confianza y fortaleza para desafiar los sistemas autoritarios.
Por ahora, como reza la sabiduría popular: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. O, en palabras de las Escrituras: “Nadie da lo que no tiene”.
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