Cuando la música deja de ser oración

En los días fuertes del Jubileo, un mensaje del Papa León XIV hizo eco en todo el mundo litúrgico: “No están en un escenario”. Con esas palabras –breves, directas y sin matices– el Pontífice buscó frenar una tendencia creciente: la transformación de la música litúrgica en espectáculo escénico. En varias ocasiones, el papa advirtió contra la ostentación, el protagonismo y la teatralidad que pueden infiltrarse en los coros parroquiales, moviendo la atención desde la oración hacia la ejecución artística.

La frase encontró eco inmediato entre músicos, liturgistas, fieles y jóvenes que buscan profundidad espiritual en un mundo dominado por la estética y el performance. Pero el debate no es nuevo: desde el Concilio Vaticano II hasta Musicam Sacram (1967), la Iglesia ha enseñado que la música debe ser “servidora de la liturgia, no su protagonista”.

Lo novedoso es que, en plena era digital –donde todo se graba, se transmite, se sube a redes y se mide en likes– la advertencia papal vuelve a poner sobre la mesa una pregunta profunda: ¿qué significa cantar para Dios en un tiempo obsesionado con el aplauso?

Para darle sentido a esta discusión, hablamos con liturgistas, coristas, sacerdotes y jóvenes que viven de cerca la tensión entre arte, fe y autenticidad espiritual.

La Iglesia y la música: una historia de belleza, pero también de reglas

La Iglesia Católica tiene una relación larga y compleja con la música. El canto gregoriano, la polifonía de Palestrina, las misas de Mozart y el órgano monumental no nacieron como entretenimiento, sino como puentes hacia el misterio.

San Pío X lo dijo ya en 1903 en su motu proprio Tra le Sollecitudini: “La música sacra debe añadir mayor eficacia al texto, de modo que los fieles se dispongan mejor para recibir los frutos de la gracia.” El Concilio Vaticano II reafirmó esta visión en Sacrosanctum Concilium: “La música sacra será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica.”

Sin embargo, como advierte el musicólogo español Juan de la Rubia, organista de la Sagrada Familia, “La profesionalización de algunos coros parroquiales y el influjo de la música comercial han provocado confusiones: no todo lo bello es litúrgico.”

La advertencia del Papa León XIV nace de un fenómeno real y creciente, especialmente en parroquias urbanas o con transmisión digital:

coros con estilos cercanos a conciertos pop;

vocalistas solistas que interpretan como en reality shows;

aplausos espontáneos durante la misa;

repertorios que sustituyen la liturgia por canciones de moda.

¿Por qué los coros se están “espectacularizando”?

Los expertos consultados coinciden en tres causas principales:

a) Influencia del mundo digital: La transmisión en vivo de misas ha hecho que muchos coros piensen en términos visuales: luces, planos, presencia escénica. “Se busca que ‘se vea bonito’, aunque eso afecte la participación comunitaria”, comenta el padre Jorge Herrera, liturgista de la Universidad Pontificia de México.

b) Falta de formación litúrgica: Muchos coros tienen excelente nivel musical, pero poca formación en Doctrina Social de la Iglesia y en teología de la liturgia. “No es maldad, es desconocimiento”, afirma la maestra en música sacra María Elena Cárdenas. “El problema no es cantar bien: es cantar para lucirte.”

c) Cultura del espectáculo: Los jóvenes viven rodeados de TikTok, conciertos masivos y estética audiovisual. Es natural que esa sensibilidad se cuele en los templos. Pero aquí es donde el Papa pide un equilibrio: no se trata de cantar feo, sino de cantar desde la humildad.

La advertencia del Papa: humildad, servicio y comunión

El Papa León XIV ha insistido en que la misión del coro es:

Sostener la oración de la Asamblea, no sustituirla.

Animar la participación, no inhibirla.

Unir, no dividir entre “los que cantan bien” y “los que cantan mal”.

Evitar toda teatralidad, especialmente gestos o actitudes que desvían la mirada hacia los ejecutantes.

En su mensaje más reciente dijo: “La música litúrgica no es performance. Cuando buscamos aplausos, la asamblea deja de orar y empieza a observar.” Estas palabras causaron impacto entre los jóvenes, especialmente porque muchos participan activamente en coros.

Testimonio 1: Sofía, 27 años, corista: “Al principio me dolió. Me encanta cantar y sé que tengo buena voz. Pero un día, después de misa, una señora me dijo: ‘te escucho a ti pero no escucho a Dios’.

Ahí entendí lo que dice el Papa.”

Testimonio 2: Carlos, 32 años, papá joven: “Habíamos dejado de ir a una parroquia porque parecía concierto cristiano: luces, un solista que levantaba las manos como rockstar… Mis hijos preguntaban si ese señor era famoso. No entendían que estaban en misa.”

Testimonio 3: Hermana Verónica, religiosa: “Cuando el coro canta para sí mismo, la comunidad se convierte en audiencia. Eso mata el sentido espiritual.”

Los testimonios coinciden: cuando el protagonismo entra, la oración sale.

Aunque la Doctrina Social suele relacionarse con temas como justicia, trabajo, economía o derechos humanos, también ofrece principios aplicables a la liturgia:

La dignidad de la persona: Cada fiel debe poder orar, participar y encontrarse con Dios sin distracciones.

El bien común: La misa es comunidad, no espectáculo. El coro está al servicio del bien común espiritual.

La subsidiariedad: El coro no sustituye a la asamblea: la acompaña.

La solidaridad: Un coro humilde integra todas las voces; uno vanidoso las silencia.

El Papa León XIV, al pedir un “canto más humilde”, está defendiendo precisamente estos valores.

La realidad pastoral: ¿qué dicen los sacerdotes?

Consultamos a varios sacerdotes de México y España que han aplicado este llamado en sus parroquias.

Padre Miguel Salgado, CDMX: “Cuando quité los solos y fortalecí el canto comunitario, algunos coristas se molestaron. Pero la misa cambió. La gente volvió a cantar.”

Padre Óscar Morales, Guadalajara: “La música emocional puede manipular. La música litúrgica debe tocar el corazón, no los nervios.”

Padre Javier Gascón, España: “Los jóvenes agradecen claridad. Les gusta cantar, pero también buscan autenticidad. El show no les llena.”

¿Cómo lograr coros humildes pero hermosos?

Especialistas en música sacra recomiendan cinco acciones concretas para parroquias:

Formación litúrgica real: que los coros estudien Musicam Sacram, Sacrosanctum Concilium y los documentos de la CEM.

Repertorio adecuado: música sencilla, teológicamente sólida y participativa.

Eliminar el protagonismo escénico: micrófonos discretos, nada de luces, nada de “solistas” en el sentido comercial.

Fomentar la participación comunitaria: enseñar cantos antes de la misa, incluir a jóvenes y adultos.

Oración previa del coro: recordar que antes de cantar, se sirve.

Como dice el maestro Aurelio Martínez, director de coro en Monterrey: “El mejor coro es el que desaparece en la liturgia.”

El llamado del Papa León XIV no es un regaño; es una invitación a regresar al corazón de la liturgia.

En tiempos donde la imagen lo domina todo, la Iglesia recuerda que su centro es Dios, no los reflectores.

Los coros pueden y deben cantar bien. El arte es un camino hacia lo divino. Pero la verdadera belleza nace de la humildad, no del lucimiento. La pregunta final, dirigida a todos –jóvenes, músicos, sacerdotes y comunidades– es sencilla pero desafiante: ¿Estamos dispuestos a sacrificar el aplauso para recuperar la oración?

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