Cada vez con mayor frecuencia se producen atentados contra los símbolos religiosos, se blasfema públicamente y se hace creer al común de la gente que la Iglesia Católica no solamente es una institución anticuada sino que es la primera en oponerse al progreso de la humanidad.
En España tendencia tan nefasta aumenta conforme el tiempo pasa.
En México –debido al firme guadalupanismo del pueblo- dicha tendencia no aumenta como en España; sin embargo, notamos signos preocupantes de que la ola antirreligiosa pudiera crecer provocando que se vaya enfriando la piedad popular.
Quien crea y propague la idea de que la Iglesia es una institución retrógrada que se opone al progreso de la humanidad lo que hace es mostrar públicamente una grave ignorancia en materia histórica.
Y es que va a ser precisamente la Historia la que demuestre que quienes andan propagando tan falsa idea lo hacen impulsados por dos razones: Ignorancia o mala fe. Pésima disyuntiva.
Ahora bien, si el ignorante pone buena voluntad de su parte puede salir de su error. En cambio si el propagandista de idea tan falsa lo hace impulsado por el encono y resentimiento en ese caso nos encontramos ante un sujeto sectario a quien las mafias manipulan como su fuese un títere.
Quien posea un mínimo de conocimientos históricos se dará cuenta de que allí donde ha entrado la Iglesia, de inmediato, cambia el rostro de las cosas a la vez que se implantan una serie de costumbres que hacen más amigables las relaciones humanas.
Y así como Cristo, fundador de la Iglesia, pasó por la tierra haciendo el bien; de igual manera la Iglesia sólo ha traído beneficios tanto en el orden natural como en el sobrenatural.
En los primeros siglos de nuestra Era, cuando apenas el Cristianismo llegaba a Roma para desde allí extenderse por todo el Imperio, con el paso del tiempo se vio como el Derecho Romano se transformaba prohibiendo la esclavitud.
Dicho de modo más simple: Es a la Iglesia a quien los esclavos deben su libertad.
Con el paso de los siglos, movidos por el espíritu de la CARIDAD que es la principal virtud del Cristianismo se fundan hospitales, asilos, orfanatorios y una serie de instituciones que harán mucho mejor la vida del hombre sobre la tierra.
En Hispanoamérica, el Continente de la Esperanza, son evidentes los beneficios que ha traído la Iglesia.
En el siglo XVII, en Guatemala (que en aquel tiempo era parte de la Nueva España o sea de México) se santificó San Pedro José de Betancourt –más conocido como el Hermano Pedro- al fundar la Orden de los Betlemitas que se dedicó al cuidado de los enfermos.
En América del Sur, fueron famosas las Reducciones del Paraguay en donde los misioneros jesuitas no sólo predicaron el Evangelio a los guaraníes sino que al civilizarlos lograron que conocieran las delicias de una vida mejor.
En las riberas del Lago de Pátzcuaro, el inmortal Don Vasco de Quiroga no sólo catequizó sino que civilizó a los indios tarascos, quienes, a más de cuatro siglos y medio de su muerte, aún lo recuerdan con el mismo cariño que un hijo tiene por el mejor de los padres.
En la Alta California fue notable la obra de San Junípero Serra quien hizo de sus veinte misiones auténticos focos de civilización y santidad.
¿Y qué decir de aquellas escuelas fundadas a lo largo de toda la geografía americana. No sólo alfabetizaban a los indios sino que contribuían a que todo un continente se unificase en lo lingüístico.
Y así como hemos dado unos cuantos ejemplos, podemos dar cientos más que demuestran como la Iglesia, al menos en tierras de la América hispánica, realizó una gran labor en beneficio de los más necesitados.
Y lo mismo hacen actualmente los miles de misioneros que la Iglesia envía a tierras de África, Asia u Oceanía.
Siempre que se lo han permitido, la Iglesia le proporciona al hombre, a la familia y a la sociedad que practican la fe cristiana toda la felicidad que pueda hallarse en la tierra.
Concluimos con una afortunada frase que expresa en su libro “La Religión demostrada” el Padre Hillaire:
“A fin de hacer feliz al hombre por toda la eternidad, la Iglesia no le pide más que el permiso de hacerle feliz en la tierra”
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