Elecciones, el giro histórico que las élites ignoran

Chile acaba de sumarse al tsunami conservador que recorre América Latina. En Honduras, la candidata oficialista de Xiomara Castro se desplomó hasta un humillante tercer lugar. En Venezuela, la oposición arrasó en las urnas, pero Nicolás Maduro se aferra al poder con las uñas. No importa: el veredicto popular ya está escrito.

Con la victoria contundente de José Antonio Kast, Chile abandona definitivamente la izquierda y se une al bloque de naciones que han dado el salto hacia la derecha: El Salvador con Nayib Bukele, Costa Rica con Rodrigo Chaves, Argentina con Javier Milei, Ecuador con Daniel Noboa y Uruguay con sus nuevas mayorías conservadoras. Perú, aunque fragmentado, también ha castigado duramente al marxismo en las urnas.

El mapa lo confirma con números implacables: a principios de 2025, la izquierda gobernaba 11 países y la derecha solo 9. Al cerrar el año, la derecha domina en 12 naciones y la izquierda se reduce a 8. La tendencia es clara.

Si Ronald Reagan aceleró en los 80 la caída del Muro de Berlín y liberó a medio continente europeo del yugo comunista, hoy Donald Trump influye en nuestro hemisferio. Su respaldo explícito a líderes como Javier Milei en Argentina o su presión asfixiante sobre el régimen de Maduro están reescribiendo el color político de América Latina. Maduro ya busca asilo; solo falta decidir qué país será lo va a recibir.

Los pueblos de América Latina han enterrado las recetas populistas cocinadas durante décadas en el Foro de São Paulo. Y lo han hecho a pesar de que la prensa global hegemónica, insista en etiquetar a estos nuevos líderes como “ultraderecha” solo porque defienden un valor poderoso: la familia y la libertad económica.

Porque aquí está la gran verdad que las élites se niegan a aceptar: hay una brecha abismal entre la opinión publicada y la opinión real. Los editorialistas, formados en universidades de izquierda, viven en una burbuja cultural que les impide entender lo que late en la calle. Inventan argumentos sofisticados que el pueblo simplemente ignora. La raza tiene razones que la elite intelectual no entiende. 

Incluso en México, donde la izquierda es fuerte, las encuestas revelan el talón de Aquiles del progresismo: el mexicano pone a la familia por encima de cualquier ideología. Ese valor ancestral es el arma que la oposición no ha sabido empuñar y que las élites intelectuales menosprecian con arrogancia académica. Mientras no lo entiendan, seguirán perdiendo.

Y hay otro viento de cola que acelera este giro histórico: la economía global ya no es la de los 90. La era de la globalización ingenua ha muerto. Estados Unidos, bajo presión de Trump y sus sucesores, ha obligado a México —aunque sea a regañadientes y sin admitirlo en público— a alinearse: los aranceles a China impuestos desde Palacio Nacional son la prueba irrefutable. El tablero se reordena para contener la expansión china en nuestro continente.

América Latina empieza a despertar. Ha elegido un nuevo orden, a la familia frente ideología y a la libertad frente al control. La izquierda que dominó el continente durante dos décadas está en retirada. 

“Un comunista es alguien que lee a Marx y a Lenin.
Un anticomunista es alguien que entiende a Marx y a Lenin”
– Ronald Reagan

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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